Fernando Mires
La
del 26 de Octubre fue una inmensa demostración política. Digo política
en el sentido mas exacto de la palabra. Miles, millones de seres humanos
se congregaron en las calles de las ciudades venezolanas para protestar
frente a un régimen que les ha robado el derecho ciudadano más
elemental: el de elegir a sus representantes.
Porque
la anulación del RR16 no solo anula el RR. Pospone, además, las
elecciones regionales hacia el espacio infinito. Y, frente a toda
evidencia, cerrará el camino de las elecciones hasta que el régimen
tenga posibilidades de ganar alguna vez. Es decir, no las hará nunca
más.
Venezuela,
de acuerdo a la lógica militar del régimen, deberá ser como Cuba. Pero
el pueblo político- ese es el problema- no está destruido como ya lo
está el cubano.
Los
venezolanos disponen de partidos, de una Asamblea Nacional, de líderes,
de una mayoría clara y certificada, y sobre todo, de una Constitución.
Esas y no otras son las armas de esa mayoría. Esas son también las armas
de la política. Y con esas armas el pueblo está defendiendo su derecho a
ser pueblo.
Para
los que gustan de las definiciones politológicas, el régimen ha
revelado al mundo lo que es: una dictadura pretoriana. Sin pretender
ahondar el concepto, nos referimos aquí a un tipo de régimen que
sustenta su legitimidad en la posesión de armas mortíferas. En esa
condición pretoriana yace justamente la diferencia entre el chavismo y
el madurismo.
Mientras
el chavismo era un régimen popular, populista y militar, el madurismo
ha degenerado en un simple régimen militar, militarista y anti-popular.
Quien tenía alguna duda, ella quedó disipada el día 25 de Octubre con la
aparición televisiva del verdadero hombre fuerte del régimen, el
general Vladimir Padrino López, rodeado de un grupete de generales
armados hasta los dientes.
¿“Para
qué esas armas”? –preguntaría desde la AN, Henry Ramos Allup en un
discurso que será memorable. ¿Contra cuál ejército están dirigidas,
contra cuál imperio, contra cuál nación enemiga? Nada de eso: el
grotesco espectáculo que brindaba el generalato –acudieron de pronto a
mi memoria antiguas fotos de Trujillo- quería testimoniar simbólicamente
que las armas apuntan hacia los enemigos del gobierno. Su propósito
era, sin duda, amedrentar. Imponer imágenes de guerra a una ciudadanía
democráticamente organizada. Sin embargo, López Padrino, con su ridícula
aparición, dejó en claro que “su” ejército no pertenece a la nación, ni
siquiera al Estado. Que solo es el ejército de un partido, el PSUV. Así
lo dijo Ramos Allup.
Vano
será todo intento por entender la naturaleza del régimen que representa
Maduro apelando a conceptos tradicionales de la teoría política. Todo
lo dicho o hecho por los personeros del régimen obedece a una razón
estrictamente militar. Así, los prisioneros no son llevados a las
cárceles por delitos cometidos sino como rehenes a ser canjeados. Los
servicios secretos no están destinados a proteger a la nación sino a
atemorizar a los dirigentes políticos. La TV se rige de acuerdo a los
criterios de la propaganda militar. El lenguaje violentísimo de Maduro,
Cabello y Rodríguez busca provocar terror entre los “ejércitos” del
enemigo.
La
propia AN es para ellos un terreno ocupado por tropas adversarias. Por
lo tanto hay que liberarla mediante el uso de la fuerza. No otra fue la
lógica del alcalde José Rodríguez cuando irrumpió en la Asamblea al
mando de una chusma sedienta de sangre.
Incluso,
abusar de la buena voluntad del Papa ha sido para Maduro una táctica
destinada a neutralizar el rol opositor de la Iglesia Católica
venezolana y distraer así a la opinión pública con un diálogo tramposo.
Supuesto dialogo elaborado por el fracasado político español Rodríguez
Zapatero, diálogo cuya función es bloquear el único tema sobre el cual
se puede dialogar: el RR16.
El
problema, el gran problema que tiene el régimen militar, es que frente a
sí no hay ningún ejército, ni siquiera grupos armados como los
colectivos paramilitares que trabajan con la GNB. Ante ellos van a
encontrar todo, menos a un ejército: Grupos multicolores que marchan con
las banderas de cada partido, chicas muy lindas y otras no tanto,
estudiantes sin camisas uniformadas, algunas personas pudientes, restos
de la clase media aniquilada por la cruel economía del sistema, y mucha
gente de los cerros que antes tenía a Chávez y hoy solo tiene hambre. En
fin, la Venezuela real.
Por
cierto, de vez en cuando un tuitero, en inconfundible estilo maiamero,
escribirá: “dictadura no sale con votos” . O un loco de carretera
disparará en medio de la calle contra un infortunado policía. O un par
de guarimberos jugarán a la guerra muy cerca de sus casas. Pero esas son
excepciones.
Cada
demostración opositora ha sido una muestra de gran civilidad. Eso es
precisamente lo que desorienta a los esbirros del régimen. Ya quisieran
ellos enfrentar a grupos armados combatiendo en las calles para después
liquidarlos en cruentas batallas y celebrar sus heroicas victorias
brindando bajo los ojitos del Comandante Eterno. Pero no los van a
encontrar. La inmensa mayoría de la oposición es pacífica, electoral y
–eso lo que más los molesta- constitucional.
Para
el día Jueves 3 de Noviembre, el líder del Revocatorio, Henrique
Capriles Radonski, ha llamado, en nombre de la MUD, a marchar
pacíficamente hacia el Palacio de Miraflores y exigir al mandatario que
de curso libre a los mecanismos legales del RR16.
Pacíficamente
ha dicho Capriles. Maduro y sus huestes armadas nunca entenderán esa
lógica. ¿Cómo se le ocurre a ese líder llamar por anticipado poniendo
hora fecha y lugar para marchar pacíficamente hacia la sede de gobierno?
¿En qué estrategia cabe eso? Seguro, marchará en otra dirección. Querrá
sorprendernos con una emboscada. Algo se traen entre manos. En sus
mentes, ya distorsionadas por la lógica de una guerra que nunca han
hecho, no cabe la posibilidad de actuar sin dobleces, de dar al enemigo
una oportunidad para que piense y recapacite, de exigir una
reivindicación sin más armas que el libro azul de la Constitución.
Ojalá
los enviados del Vaticano permanezcan una semana más en Venezuela. Allí
podrán presenciar cual razón es más fuerte: si la maldad de la guerra o
la inteligencia de la política.
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