ADOLFO R. TAYLHARDAT | EL UNIVERSAL
miércoles 29 de febrero de 2012 02:17 PM
Comienzo por afirmar que lamento profundamente que el primer mandatario se encuentre afectado por una grave dolencia y que se haya visto obligado a someterse a una tercera intervención quirúrgica como resultado del resurgimiento del trastorno de salud del cual ya había sido operado dos veces. Como todo ser humano que se encuentre en esas condiciones, merece nuestra solidaridad en estos momentos difíciles y sinceramente confiamos en que esta nueva intervención tenga resultados exitosos. Le deseamos pronta y total recuperación.
Lo dicho no me impide referirme al espectáculo tristemente cursi que el régimen montó para despedirlo cuando emprendió viaje para Cuba el viernes de la semana pasada. Aquel despliegue de multitud a todo lo largo del trayecto desde el palacio de Miraflores hasta el aeropuerto de Maiquetía trajo inevitablemente a mi memoria las imágenes de las apariciones y recorridos del dictador Jean Claude Duvalier por las calles de Puerto Príncipe cuando me desempeñaba como Embajador en ese país. Pero con una gran diferencia. Las multitudes que frenéticamente aclamaban a Baby Doc eran legítimas, espontáneas, resultado de la ignorancia del pueblo humilde que no tenía idea de lo que realmente representaba ese nefasto personaje. En cambio, el espectáculo montado en la "Puerta Dorada" del palacio de Miraflores y el carnaval, con caravana y rey momo de pie con medio cuerpo fuera del vehículo a través del "quema coco" no fue nada espontáneo. Difícilmente en tan poco tiempo podía haberse generado de manera espontánea una manifestación tan ridícula como la que presenciamos ese día, con cobertura ininterrumpida y exclusiva a través del canal oficial de televisión. Mujeres con camisas rojas, banderas y fotos del führer gritando frenéticamente "¡Chávez te amo!, ¡Hugo, te adoro!, ¡Pa'lante comandante!. Niños y adolescentes que seguramente no entendían qué ocurría, se unían al coro de desaforados. Hombres y mujeres humildes buscando deseperadamente colocarse frente a las cámaras de televisión para que los enfocaran y los entrevistaran y así ganarse la benevolencia de sus patronos. No faltó quien aprovechara la oportunidad para reclamar que la casita que le ofrecieron hace varios años todavía la está esperando mientras transcurre su miserable existencia en un refugio de damnificados. Caravanas de vehículos pertenecientes a instituciones públicas repletos de gente desgañitándose gritando consignas y loas al dictador. Globos de colores soltados al aire, cañonazos de papelillos, lluvias de flores, pancartas con leyendas adulantes a todo lo largo del trayecto que recorría aquel vehículo con un afiche de Jesucristo y la leyenda "y te sanaré" pegada en el parabrisas en el cual viajaba el dictador. Gente, con toda seguridad previamente seleccionada y debidamente autorizada y "limpia", que se acercaba al vehículo rodeado de guardaespaldas para sobarle las manos al führer mientras éste prodigaba besos al aire hacia la multitud.
Fue un espectáculo verdaderamente ridículo y grotesco montado por el Estado con dinero proveniente del bolsillo de los contribuyentes para hacer de la despedida un acto de exaltación de la figura del führer y aprovechar su enfermedad con fines electorales. Una manifestación más del culto a la personalidad que éste no perdió la oportunidad para explotar al máximo. Como si fuera un ser providencial y milagroso proclamó "Chávez no se acabará porque Chávez ya no soy yo. Chávez está en las calles y se hizo pueblo, se hizo esencia nacional, más que sentimiento, alma nacional y arma nacional para seguir dando la batalla por Venezuela". "Me voy, pero volveré y volveré con más vida que nunca para seguir dando la vida entera a la patria". "Me voy pero regresaré a dedicarme por entero, en cuerpo y alma, en alma, en espíritu, en voluntad suprema, a dar esta nueva batalla y a derrotar las amenazas".
Por supuesto, en medio de evocaciones de amor y de llamados a sus seguidores para que lo acompañen con sus oraciones no podían faltar las invectivas, los ataques, la diatriba, los insultos, los sarcasmos y todo el consabido arsenal de ofensas contra la oposición. "Me dedicaré a dejar con los crespos hechos a quienes desde la filas contrarrevolucionarias, llenos de odio, están sacando cuentas porque creen que Chávez se acabó". "No volverán los adecos ni los copeyanos. Volverán Rin Tin Tin, Chapulín y Tin Tan, y sus derivados, pero adecos y copeyanos jamás volverán". "Los oligarcas no nos van a ganar las elecciones del 7 de octubre". "Los demoleremos. Los volveremos polvo cósmico".
Esto es el preámbulo de lo que será la campaña electoral del candidato oficialista. Todavía sigue sangrando por la herida que le dejó la ráfaga de 3 millones de votos el pasado 12 de febrero. A lo mejor la recaida se debe al stress que le causa constatar que Venezuela tiene un candidato único para enfrentarlo y derrotarlo el 7 de octubre.
Lo dicho no me impide referirme al espectáculo tristemente cursi que el régimen montó para despedirlo cuando emprendió viaje para Cuba el viernes de la semana pasada. Aquel despliegue de multitud a todo lo largo del trayecto desde el palacio de Miraflores hasta el aeropuerto de Maiquetía trajo inevitablemente a mi memoria las imágenes de las apariciones y recorridos del dictador Jean Claude Duvalier por las calles de Puerto Príncipe cuando me desempeñaba como Embajador en ese país. Pero con una gran diferencia. Las multitudes que frenéticamente aclamaban a Baby Doc eran legítimas, espontáneas, resultado de la ignorancia del pueblo humilde que no tenía idea de lo que realmente representaba ese nefasto personaje. En cambio, el espectáculo montado en la "Puerta Dorada" del palacio de Miraflores y el carnaval, con caravana y rey momo de pie con medio cuerpo fuera del vehículo a través del "quema coco" no fue nada espontáneo. Difícilmente en tan poco tiempo podía haberse generado de manera espontánea una manifestación tan ridícula como la que presenciamos ese día, con cobertura ininterrumpida y exclusiva a través del canal oficial de televisión. Mujeres con camisas rojas, banderas y fotos del führer gritando frenéticamente "¡Chávez te amo!, ¡Hugo, te adoro!, ¡Pa'lante comandante!. Niños y adolescentes que seguramente no entendían qué ocurría, se unían al coro de desaforados. Hombres y mujeres humildes buscando deseperadamente colocarse frente a las cámaras de televisión para que los enfocaran y los entrevistaran y así ganarse la benevolencia de sus patronos. No faltó quien aprovechara la oportunidad para reclamar que la casita que le ofrecieron hace varios años todavía la está esperando mientras transcurre su miserable existencia en un refugio de damnificados. Caravanas de vehículos pertenecientes a instituciones públicas repletos de gente desgañitándose gritando consignas y loas al dictador. Globos de colores soltados al aire, cañonazos de papelillos, lluvias de flores, pancartas con leyendas adulantes a todo lo largo del trayecto que recorría aquel vehículo con un afiche de Jesucristo y la leyenda "y te sanaré" pegada en el parabrisas en el cual viajaba el dictador. Gente, con toda seguridad previamente seleccionada y debidamente autorizada y "limpia", que se acercaba al vehículo rodeado de guardaespaldas para sobarle las manos al führer mientras éste prodigaba besos al aire hacia la multitud.
Fue un espectáculo verdaderamente ridículo y grotesco montado por el Estado con dinero proveniente del bolsillo de los contribuyentes para hacer de la despedida un acto de exaltación de la figura del führer y aprovechar su enfermedad con fines electorales. Una manifestación más del culto a la personalidad que éste no perdió la oportunidad para explotar al máximo. Como si fuera un ser providencial y milagroso proclamó "Chávez no se acabará porque Chávez ya no soy yo. Chávez está en las calles y se hizo pueblo, se hizo esencia nacional, más que sentimiento, alma nacional y arma nacional para seguir dando la batalla por Venezuela". "Me voy, pero volveré y volveré con más vida que nunca para seguir dando la vida entera a la patria". "Me voy pero regresaré a dedicarme por entero, en cuerpo y alma, en alma, en espíritu, en voluntad suprema, a dar esta nueva batalla y a derrotar las amenazas".
Por supuesto, en medio de evocaciones de amor y de llamados a sus seguidores para que lo acompañen con sus oraciones no podían faltar las invectivas, los ataques, la diatriba, los insultos, los sarcasmos y todo el consabido arsenal de ofensas contra la oposición. "Me dedicaré a dejar con los crespos hechos a quienes desde la filas contrarrevolucionarias, llenos de odio, están sacando cuentas porque creen que Chávez se acabó". "No volverán los adecos ni los copeyanos. Volverán Rin Tin Tin, Chapulín y Tin Tan, y sus derivados, pero adecos y copeyanos jamás volverán". "Los oligarcas no nos van a ganar las elecciones del 7 de octubre". "Los demoleremos. Los volveremos polvo cósmico".
Esto es el preámbulo de lo que será la campaña electoral del candidato oficialista. Todavía sigue sangrando por la herida que le dejó la ráfaga de 3 millones de votos el pasado 12 de febrero. A lo mejor la recaida se debe al stress que le causa constatar que Venezuela tiene un candidato único para enfrentarlo y derrotarlo el 7 de octubre.
No comments:
Post a Comment