MARÍA TERESA ROMERO | EL UNIVERSAL
miércoles 15 de febrero de 2012 12:00 AM
Después de los avances logrados en el referéndum de 2007, en las regionales del 2008 y en las legislativas de 2010, las fuerzas de oposición democrática han logrado otro de sus grandes objetivos, tener un candidato unitario electo en la forma más democrática posible y sobre la base de 3 millones de electores, un número realmente histórico para unas elecciones primarias. Excelente piso electoral para iniciar la segunda y más difícil etapa de la campaña a las elecciones presidenciales.
Por las primeras manifestaciones de los exprecandidatos y altos dirigentes opositores tras el contundente triunfo de Henrique Capriles el 12-F, pareciera que la unidad sí salió fortalecida y que se avanzará sin grandes tropiezos y mezquindades en la indispensable integración opositora, la cual debe traducirse en una poderosa maquinaria electoral capaz de captar y movilizar a los electores independientes, indecisos y pro chavistas, sin los cuales será imposible ganarle al régimen el 7-O.
Más vale que así sea porque todo apunta a que la conducta gubernamental en esta nueva etapa de la campaña estará orientada por la misma estrategia neocomunista de siempre. Incluso es probable que la profundice al extremo, a objeto de amalgamar a su electorado duro y crear miedo y paralización en su electorado light. Es decir, Hugo Chávez y su equipo gubernamental (y paragubernamental) abusarán del discurso y políticas radicales, utilizarán más inescrupulosamente el aparato burocrático y militar del Estado, así como de los recursos y ventajas financieras, políticas y comunicacionales que les otorga el poder.
La lógica política aconsejaría una estrategia moderada, conciliadora, por parte del gobierno, en vista de que la asistencia y resultados de las primarias evidencian un creciente hartazgo del electorado hacia su forma de gobernar, su agresividad y confrontación permanentes. Pero la sensatez e inteligencia política no parecen cundir entre el oficialismo, apenas en algunas y breves oportunidades seguramente presionados por desesperados asesores extranjeros.
Por las primeras manifestaciones de los exprecandidatos y altos dirigentes opositores tras el contundente triunfo de Henrique Capriles el 12-F, pareciera que la unidad sí salió fortalecida y que se avanzará sin grandes tropiezos y mezquindades en la indispensable integración opositora, la cual debe traducirse en una poderosa maquinaria electoral capaz de captar y movilizar a los electores independientes, indecisos y pro chavistas, sin los cuales será imposible ganarle al régimen el 7-O.
Más vale que así sea porque todo apunta a que la conducta gubernamental en esta nueva etapa de la campaña estará orientada por la misma estrategia neocomunista de siempre. Incluso es probable que la profundice al extremo, a objeto de amalgamar a su electorado duro y crear miedo y paralización en su electorado light. Es decir, Hugo Chávez y su equipo gubernamental (y paragubernamental) abusarán del discurso y políticas radicales, utilizarán más inescrupulosamente el aparato burocrático y militar del Estado, así como de los recursos y ventajas financieras, políticas y comunicacionales que les otorga el poder.
La lógica política aconsejaría una estrategia moderada, conciliadora, por parte del gobierno, en vista de que la asistencia y resultados de las primarias evidencian un creciente hartazgo del electorado hacia su forma de gobernar, su agresividad y confrontación permanentes. Pero la sensatez e inteligencia política no parecen cundir entre el oficialismo, apenas en algunas y breves oportunidades seguramente presionados por desesperados asesores extranjeros.
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