ROBERTO GIUSTI | EL UNIVERSAL
miércoles 15 de febrero de 2012 12:00 AM
Cuando Teresa Albanes le entregó a Henrique Capriles el acta en la cual se le proclamaba como el vencedor en las primarias del 12 de febrero y el candidato la levantó con ambas manos, estalló una ovación ensordecedora en los espacios del Centro Internacional de Exposiciones. De riguroso flux y corbata, Capriles estaba recibiendo de la doctora Albanes el título de líder nacional, otorgado por más de tres millones de venezolanos y refrendado por el CNE y la Comisión Electoral de las Primarias (CEP).
El acto, al que no le faltó el ingrediente popular, con presencia de miles de personas que coreaban el nombre del candidato, se caracterizó, sin embargo, por un tono de solemne celebración con la cual concluía el duro ciclo de organización, desarrollo y culminación de un hecho electoral sin precedentes ("las primarias más participativas de la historia", diría Ramón Guillermo Aveledo).
Otro momento cumbre se produjo cuando Albanes se dispuso a dar los resultados definitivos de participación y su voz fue acallada por la multitud, exigiendo repitiera la cifra mágica que le ha devuelto al país la convicción de que el cambio es posible. Ella, con voz firme, la complació y luego, al proclamar que Henrique Capriles, obtuvo "un millón novecientos mil... ." el anuncio se diluyó en el estruendo para que el recinto se viniera abajo.
Pero la nota discordante del día, la decisión de un magistrado del TSJ, expresidente del CNE, ordenando entregar los cuadernos de votación al Plan República, no empañó la celebración. Capriles apenas le dedicó una referencia indirecta ("nunca podrán expropiar el voto de nuestros pueblo"), mientras Ramón Guillermo Aveledo advertía que la MUD prometió que el voto sería secreto "y cumplimos". Albanes sí hizo referencia y apegada al reglamento de la CEP ratificó el respeto a los compromisos asumidos con los electores, calificando de "correcta" la relación con el CNE, que accedió a las condiciones de la MUD.
Milagros de tres millones
Flotaba anoche esa nueva sensación de poder derivada de la fuerza popular. Así, una arbitrariedad que en el pasado se habría impuesto sin mayor protesta, ahora es resistida democráticamente. Sus autores no han asimilado la nueva realidad y el daño que se autoinfligen al promover torpezas de ese tipo, incapaces ya de desvirtuar un acto de reafirmación unitaria.
Lo otro es el líder. El ambiente de camaradería entre los dirigentes de la heterogénea masa de partidos y posturas que es la unidad democrática era evidente. Observándolos sentados en vecindades a veces traviesas (Julio Borges al lado de Leopoldo López) es posible cavilar cómo una hazaña electoral obra en todas direcciones. Así, Capriles logró reunificar en torno a su figura al PPT y Causa R, a Podemos y el MAS, a copeyanos oficialistas y a disidentes y a Primero Justicia con Voluntad Popular.
Pero la cosa no es tan sencilla y Capriles lo dijo: "La unidad es más grande que un acuerdo entre candidatos y partidos". Grande por popular porque si en vez de primarias hubiera habido acuerdo de cúpulas, el respeto que mostraron los dirigentes de los partidos al rodearlo no habría sido tan cálido y sincero. Pero ayer, si alguna duda quedaba, se deshicieron barreras y se borraron diferencias. Lo lograron los tres millones y pico de votos, obra de todos. Y los casi dos, obra de Henrique. La suma de ambos lo graduó de líder.
El acto, al que no le faltó el ingrediente popular, con presencia de miles de personas que coreaban el nombre del candidato, se caracterizó, sin embargo, por un tono de solemne celebración con la cual concluía el duro ciclo de organización, desarrollo y culminación de un hecho electoral sin precedentes ("las primarias más participativas de la historia", diría Ramón Guillermo Aveledo).
Otro momento cumbre se produjo cuando Albanes se dispuso a dar los resultados definitivos de participación y su voz fue acallada por la multitud, exigiendo repitiera la cifra mágica que le ha devuelto al país la convicción de que el cambio es posible. Ella, con voz firme, la complació y luego, al proclamar que Henrique Capriles, obtuvo "un millón novecientos mil... ." el anuncio se diluyó en el estruendo para que el recinto se viniera abajo.
Pero la nota discordante del día, la decisión de un magistrado del TSJ, expresidente del CNE, ordenando entregar los cuadernos de votación al Plan República, no empañó la celebración. Capriles apenas le dedicó una referencia indirecta ("nunca podrán expropiar el voto de nuestros pueblo"), mientras Ramón Guillermo Aveledo advertía que la MUD prometió que el voto sería secreto "y cumplimos". Albanes sí hizo referencia y apegada al reglamento de la CEP ratificó el respeto a los compromisos asumidos con los electores, calificando de "correcta" la relación con el CNE, que accedió a las condiciones de la MUD.
Milagros de tres millones
Flotaba anoche esa nueva sensación de poder derivada de la fuerza popular. Así, una arbitrariedad que en el pasado se habría impuesto sin mayor protesta, ahora es resistida democráticamente. Sus autores no han asimilado la nueva realidad y el daño que se autoinfligen al promover torpezas de ese tipo, incapaces ya de desvirtuar un acto de reafirmación unitaria.
Lo otro es el líder. El ambiente de camaradería entre los dirigentes de la heterogénea masa de partidos y posturas que es la unidad democrática era evidente. Observándolos sentados en vecindades a veces traviesas (Julio Borges al lado de Leopoldo López) es posible cavilar cómo una hazaña electoral obra en todas direcciones. Así, Capriles logró reunificar en torno a su figura al PPT y Causa R, a Podemos y el MAS, a copeyanos oficialistas y a disidentes y a Primero Justicia con Voluntad Popular.
Pero la cosa no es tan sencilla y Capriles lo dijo: "La unidad es más grande que un acuerdo entre candidatos y partidos". Grande por popular porque si en vez de primarias hubiera habido acuerdo de cúpulas, el respeto que mostraron los dirigentes de los partidos al rodearlo no habría sido tan cálido y sincero. Pero ayer, si alguna duda quedaba, se deshicieron barreras y se borraron diferencias. Lo lograron los tres millones y pico de votos, obra de todos. Y los casi dos, obra de Henrique. La suma de ambos lo graduó de líder.
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