FRANCISCO GÁMEZ ARCAYA | EL UNIVERSAL
miércoles 29 de febrero de 2012 03:13 PM
A lo largo de los años y principalmente desde que su emisión la centraliza el Estado, los billetes han sido aprovechados para ilustrar valores comunes que nos identifiquen como país, puesto que su amplia circulación los convierte en excelentes propagadores de mensajes, de consignas y de símbolos.
Nuestros billetes anteriores a los "fuertes" que hoy circulan, contaban con ilustraciones de personajes históricos en el anverso y monumentos u obras importantes en sus reversos. Eran documentos que representaban cierta capacidad de compra, pero también esa Venezuela que éramos o que queríamos volver a ser. En el anverso, teníamos no solo próceres militares (dominados por la cuasi omnipresencia del Libertador) sino también civiles ilustres, como el billete de Cincuenta Bolívares, que contaba con el rostro de Don Andrés Bello. Mientras que, por el otro lado, sus reversos se decoraban mayoritariamente con ilustraciones del Monumento a la Batalla de Carabobo, el Panteón Nacional, el edificio del Banco Central, algunas obras de arte de episodios históricos, entre otras.
Desde que los actuales "fuertes" entraron en circulación, las cosas han cambiado. Si bien los anversos de los billetes de hoy mantienen la tradición de incluir personajes de relevancia nacional, debo acotar que el rostro de gladiador tropical que imaginó Centeno Vallenilla del cacique Guaicaipuro, incluido en el billete de diez bolívares, en lo personal, nada me dice. Pero fijemos nuestra atención en los reversos de los "fuertes" vigentes. En ellos se han incluido ilustraciones de animales extraños como cachicamos, águilas arpías, delfines de río, osos frontinos, tortugas carey y cardenalitos, junto con algunos paisajes naturales de fondo.
A riesgo de lucir exagerado, encuentro que esas ilustraciones de la naturaleza reflejan una realidad adversa y contienen un mensaje negativo. La razón de tal parecer me resulta de que en la Venezuela actual, cuando hablamos de nuestras maravillas como país, nos referimos usualmente a aquellas creadas por Dios, esas que mientras menos hayan sido intervenidas por los venezolanos, más maravillosas son. De tal modo que el Salto Ángel, nuestras playas, el Pico Bolívar, nuestra fauna silvestre, el Ávila, entre otros, componen nuestro orgullo nacional. Sin embargo, considero que debemos sentir gran admiración y agradecimiento por esas maravillas naturales pero de ninguna manera orgullo, puesto que existen con independencia a nuestro talento y estaban dentro del territorio patrio mucho antes de existir frontera alguna. Al exaltar en los billetes nuestras peculiaridades naturales, menospreciamos inconscientemente las obras hechas por los venezolanos, como aquellas que incluían los billetes antiguos, junto con nuestras edificaciones coloniales, el Teatro Teresa Carreño, el puente Rafael Urdaneta, el Sistema Nacional de Orquestas Juveniles, las obras de nuestros artistas plásticos. Todas ellas son las que nos identifican como nación y de las que debemos sentir orgullo.
Efectivamente debemos admirar y cuidar la belleza natural que nos rodea, pero hacer de ella y con ella algo útil para todos, con esfuerzo y trabajo. El contenido visual de los billetes nos debería impulsar hacia lo que queremos ser como país. Por eso, antes que rendir homenaje a animales raros, deben exaltar nuestro talento y nuestra historia, destacar nuestro trabajo y nuestra creatividad y así impulsarnos hacia un futuro de trabajo y de progreso.
Nuestros billetes anteriores a los "fuertes" que hoy circulan, contaban con ilustraciones de personajes históricos en el anverso y monumentos u obras importantes en sus reversos. Eran documentos que representaban cierta capacidad de compra, pero también esa Venezuela que éramos o que queríamos volver a ser. En el anverso, teníamos no solo próceres militares (dominados por la cuasi omnipresencia del Libertador) sino también civiles ilustres, como el billete de Cincuenta Bolívares, que contaba con el rostro de Don Andrés Bello. Mientras que, por el otro lado, sus reversos se decoraban mayoritariamente con ilustraciones del Monumento a la Batalla de Carabobo, el Panteón Nacional, el edificio del Banco Central, algunas obras de arte de episodios históricos, entre otras.
Desde que los actuales "fuertes" entraron en circulación, las cosas han cambiado. Si bien los anversos de los billetes de hoy mantienen la tradición de incluir personajes de relevancia nacional, debo acotar que el rostro de gladiador tropical que imaginó Centeno Vallenilla del cacique Guaicaipuro, incluido en el billete de diez bolívares, en lo personal, nada me dice. Pero fijemos nuestra atención en los reversos de los "fuertes" vigentes. En ellos se han incluido ilustraciones de animales extraños como cachicamos, águilas arpías, delfines de río, osos frontinos, tortugas carey y cardenalitos, junto con algunos paisajes naturales de fondo.
A riesgo de lucir exagerado, encuentro que esas ilustraciones de la naturaleza reflejan una realidad adversa y contienen un mensaje negativo. La razón de tal parecer me resulta de que en la Venezuela actual, cuando hablamos de nuestras maravillas como país, nos referimos usualmente a aquellas creadas por Dios, esas que mientras menos hayan sido intervenidas por los venezolanos, más maravillosas son. De tal modo que el Salto Ángel, nuestras playas, el Pico Bolívar, nuestra fauna silvestre, el Ávila, entre otros, componen nuestro orgullo nacional. Sin embargo, considero que debemos sentir gran admiración y agradecimiento por esas maravillas naturales pero de ninguna manera orgullo, puesto que existen con independencia a nuestro talento y estaban dentro del territorio patrio mucho antes de existir frontera alguna. Al exaltar en los billetes nuestras peculiaridades naturales, menospreciamos inconscientemente las obras hechas por los venezolanos, como aquellas que incluían los billetes antiguos, junto con nuestras edificaciones coloniales, el Teatro Teresa Carreño, el puente Rafael Urdaneta, el Sistema Nacional de Orquestas Juveniles, las obras de nuestros artistas plásticos. Todas ellas son las que nos identifican como nación y de las que debemos sentir orgullo.
Efectivamente debemos admirar y cuidar la belleza natural que nos rodea, pero hacer de ella y con ella algo útil para todos, con esfuerzo y trabajo. El contenido visual de los billetes nos debería impulsar hacia lo que queremos ser como país. Por eso, antes que rendir homenaje a animales raros, deben exaltar nuestro talento y nuestra historia, destacar nuestro trabajo y nuestra creatividad y así impulsarnos hacia un futuro de trabajo y de progreso.
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