CARLOS MACHADO ALLISON | EL UNIVERSAL
martes 18 de diciembre de 2012 12:00 AM
Mientras medio país se ocupa de la salud del Presidente y la otra mitad de las elecciones del domingo, pienso en otras cosas. Para comenzar el caos en que vivimos y los riesgos que esto empeore. Sin imperio no tenemos eso que llaman el imperio de la ley, ni autoridad. Un desorden urbano que crece sin parar. Crimen, vandalismo como lo que vimos en la UCV, el terror que implica salir a la calle o manejar un ve- hículo entre huecos y basura.
Pero existe algo peor, soslayado por este gobierno, ausente en discursos y ofertas electorales. Parte de ese enorme engaño que ha dibujado un país de jauja en el cual los recursos son infinitos, la renta petrolera perpetua y la juventud, con talento y creatividad, sin parangón en la historia universal.
Pero la realidad es bien distinta, el petróleo se puede acabar, no somos más inteligentes y creativos que otros humanos y se nos han ido 500.000 profesionales al exterior. Además estamos envejeciendo.
La crisis europea, y pocos lo dicen, deriva de una población vieja y mantenida por los gobiernos a expensas de los más jóvenes. De una oferta desmedida de seguridad social a cambio de votos cuyo costo nos resulta difícil imaginar. Fue una seguridad sólo financiable por países ricos, industrializados, integrados en un mercado común y sede de muchas de las más grandes y prósperas empresas del mundo. Aquí, igual nos estamos poniendo viejos, un fenómeno global: la pirámide poblacional está cambiando y aquí no hay cotizaciones, fondos de pensiones, ni sistema público que garantice una vejez digna.
En Europa muchos viejos en naciones ricas, aquí tendremos muchos viejos en un país pobre. Más de la mitad de la población carece de un sistema de seguridad social, ¿quién los protegerá cuando ya no puedan trabajar?
Pobres
Con frecuencia, escuchamos o vemos el drama de los viejos pobres. "Llevé a mamá al hospital pero le dieron cita para el próximo mes"; "Mi tío tiene tres meses esperando por una cama para que lo puedan operar", "El suegro tiene cáncer y no le han dado la orden para BADAN"; "A Juanita no le alcanza la pensión para comer y menos para las medicinas".
Muchos lectores han sido testigos de algo similar y más de uno, de la desgracia que son nuestros ancianatos y asilos, de los esfuerzos que hacen fundaciones y parroquias para mitigar ese horror nacional.
Y si todo es malo con el petróleo a 100 dólares, piensen cuál será el destino de los "de la tercera edad" cuando el erario público no alcance ni siquiera para las míseras pensiones de la actualidad.
No podemos seguir eligiendo políticos populistas y sin visión de largo plazo, podemos engañando y engañándonos con estupideces como las comunas o lo que pensaba Bolívar hace dos siglos. Pronto tendremos 23 nuevos gobernadores y más de doscientos nuevos asambleístas, ojalá que una fracción tenga la sabiduría necesaria para empujar la carreta hacia un Estado moderno con instituciones capaces de entender lo que nos va a caer encima cualquier día de estos.
Pero existe algo peor, soslayado por este gobierno, ausente en discursos y ofertas electorales. Parte de ese enorme engaño que ha dibujado un país de jauja en el cual los recursos son infinitos, la renta petrolera perpetua y la juventud, con talento y creatividad, sin parangón en la historia universal.
Pero la realidad es bien distinta, el petróleo se puede acabar, no somos más inteligentes y creativos que otros humanos y se nos han ido 500.000 profesionales al exterior. Además estamos envejeciendo.
La crisis europea, y pocos lo dicen, deriva de una población vieja y mantenida por los gobiernos a expensas de los más jóvenes. De una oferta desmedida de seguridad social a cambio de votos cuyo costo nos resulta difícil imaginar. Fue una seguridad sólo financiable por países ricos, industrializados, integrados en un mercado común y sede de muchas de las más grandes y prósperas empresas del mundo. Aquí, igual nos estamos poniendo viejos, un fenómeno global: la pirámide poblacional está cambiando y aquí no hay cotizaciones, fondos de pensiones, ni sistema público que garantice una vejez digna.
En Europa muchos viejos en naciones ricas, aquí tendremos muchos viejos en un país pobre. Más de la mitad de la población carece de un sistema de seguridad social, ¿quién los protegerá cuando ya no puedan trabajar?
Pobres
Con frecuencia, escuchamos o vemos el drama de los viejos pobres. "Llevé a mamá al hospital pero le dieron cita para el próximo mes"; "Mi tío tiene tres meses esperando por una cama para que lo puedan operar", "El suegro tiene cáncer y no le han dado la orden para BADAN"; "A Juanita no le alcanza la pensión para comer y menos para las medicinas".
Muchos lectores han sido testigos de algo similar y más de uno, de la desgracia que son nuestros ancianatos y asilos, de los esfuerzos que hacen fundaciones y parroquias para mitigar ese horror nacional.
Y si todo es malo con el petróleo a 100 dólares, piensen cuál será el destino de los "de la tercera edad" cuando el erario público no alcance ni siquiera para las míseras pensiones de la actualidad.
No podemos seguir eligiendo políticos populistas y sin visión de largo plazo, podemos engañando y engañándonos con estupideces como las comunas o lo que pensaba Bolívar hace dos siglos. Pronto tendremos 23 nuevos gobernadores y más de doscientos nuevos asambleístas, ojalá que una fracción tenga la sabiduría necesaria para empujar la carreta hacia un Estado moderno con instituciones capaces de entender lo que nos va a caer encima cualquier día de estos.
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