Gerver Torres
23 Diciembre, 2012
La oposición venezolana analiza y trata de entender hoy lo ocurrido en las pasadas elecciones regionales. La pregunta más recurrente que nos hacemos es: ¿por qué perdimos tantos estados? A esa pregunta, que está bien hacérsela, hay que agregarle otra: ¿Cómo fue que ganamos los estados que ganamos? ¿Qué hicimos allí para ganar?En el caso de Miranda, se pude decir que ese era, estratégicamente, el estado en disputa más importante; la joya de la corona. Para el oficialismo, ganar Miranda significaba debilitar seriamente, tal vez liquidar, al principal representante de la oposición venezolana.
En el caso de Lara, dado los antecedentes chavistas del candidato de la oposición, el régimen necesitaba derrotarlo para mostrarle a quienes piensen en abandonar el oficialismo, que más allá de esté no tienen vida. El régimen hubiera querido ganar esas dos gobernaciones más que cualquiera otras. No lo logró.
Para valorar correctamente lo ocurrido en Miranda hay que recordar tres cosas. La primera es que las fuerzas opositoras que podían haber estado más afectadas por la reciente derrota de octubre eran precisamente las de ese estado, por ser de allí el candidato con el cual la oposición se enfrentó a Chávez. Miranda era la casa del ahorcado; más precisamente, la casa del derrotado. Lo segundo es que el oficialismo llevó como su candidato en ese estado al más prominente de todos los candidatos chavistas; alguien que venía de ejercer hasta hacía muy poco la vicepresidencia de la Republica; el segundo cargo en importancia del país. Lo tercero, que vale también para el caso de Lara y el resto del país, es que, tal como lo hizo en las elecciones presidenciales, el régimen movilizó y utilizó todos los recursos habidos y por haber, incluidos activos públicos, para su campaña.
A pesar de ese descomunal ventajismo, allí en esos estados, al igual que en Amazonas, la oposición derrotó al gobierno. ¿Qué lo hizo posible? ¿Qué ocurrió en esos estados? En esos estados se tuvieron y se cuidaron los votos. Se cumplieron esas dos condiciones, que ameritan a su vez, estudiar cómo se produjeron. De nuevo, es obvio que hay ventajismo e irregularidades de gran magnitud y de todo tipo en el sistema electoral que perjudican a la oposición. Hay que denunciarlas y luchar contra ellas. Pero, aun así, en esas condiciones tan desiguales parece posible ganarle el régimen como lo demostraron los estados donde ganamos.
En esos estados demostramos fortalezas que necesitamos evaluar, profundizar y expandir.
Es una manera de ver el futuro desde el ángulo de nuestros aciertos y capacidades; de lanzar una mirada más optimista y tal vez más útil para las batallas que están por venir.
La psicología moderna ha descubierto que avanza más quien se concentra en desarrollar sus fortalezas que aquel que se centra en corregir sus debilidades. Tal vez es momento de trasladar algo de ese hallazgo al mundo de nuestra política. Tal vez nos sirva para ayudarnos a conquistar el futuro que queremos ganar.
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