La militarización de la sociedad venezolana ha sido una de las prioridades del tte coronel en estos 14 años de desgobierno. A pesar de que este fenómeno no es nuevo en nuestro país, sus dimensiones en estos últimos años no tienen parangón en nuestra historia republicana.
Esta nauseabunda militarización bolivariana se fundamenta en la reaccionaria “Doctrina de la Seguridad Nacional”. Teoría militar que se basa en la constante y sistemática intervención de las Fuerzas Armadas en la vida política de un país. Esta doctrina parte de la premisa de la existencia de un enemigo interno (entiéndase disidencia política), al cual hay que destruir de forma orgánica y sistemática. La identificación del enemigo interno se convierte en algo subjetivo, y cualquier ciudadano o movimiento con algún componente reivindicativo puede ser calificado como tal. Además, legitima al estamento militar como el baluarte de la nacionalidad, y se le considera como un instrumento de acción política, económica y social. Los militares se convierten en los garantes de una hegemonía excluyente encargados de tutelar a la sociedad. Los gorilas militares de los países del Cono Sur (Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay), justificaron sus continuas intervenciones en la política interna y la represión en contra de los movimientos populares (sindical, estudiantil, partidos de izquierda, etc.) apelando precisamente a este misma doctrina.
Esta pestilente militarización no solo se ha reflejado en el asalto -no armado- de los uniformados a la administración pública, sino en la imposición de un pensamiento-doctrina, propio de la institución castrense. Militarización que ha implicado la imposición de una mentalidad guerrerista (enemigo a aniquilar), de una forma de hablar (batallón, patrulla, misión), de sentir (odio por la diversidad de pensamiento) y de actuar del ciudadano (violencia como medio para dirimir diferencias políticas en la sociedad).
El protagonismo del estamento armado en los distintos ámbitos de la vida nacional es evidente. La FAN se ha convertido en el garante de la gobernabilidad ("orden y paz social") y en la continuidad del proyecto hegemónico capitalista representado por un Estado explotador y una nueva élite económica (la boliburguesía). Pero además el componente armado se ha transformado en una herramienta efectiva para la intimidación de quienes no compartimos el pensamiento oficial y en el músculo represor en contra de quienes luchan por sus derechos sociales.
Mas recientemente hemos visto una nueva ofensiva militarista destinada a profundizar aún más la militarización de la política y de la sociedad venezolana. 12 de los 23 candidatos a gobernadores del partido de gobierno (PSUV), todos escogidos por el tte coronel son exmilitares, incluyendo varios miembros de la logia secreta que organizó los sangrientos golpes de 1992 o de estar involucrados en violaciones a los derechos humanos (masacre del amparo). Ninguno de ellos hicieron propuestas destinadas a solucionar los problemas propios de cada una de las regiones durante la campaña electoral. Solo prometieron fidelidad al comandante-presidente. 11 De ellos resultaron electos gobernadores en las pasadas elecciones del 16D. Con la militarización del poder regional se busca "tutelar" la administración político-territorial, así como afianzar el control social de los ciudadanos ejercido por el Estado.
Nunca podrá ser socialista un proyecto dirigido por un sargentón de pueblo con ínfulas de mesías, que se siente asistido por una voluntad divina y cree tener una vocación de lucha dictada por la historia. Socialismo es lo contrario a la militarización del país, al control represivo de la vida política y social del individuo. Socialismo es lo opuesto a coartar la libertad política, el derecho a la crítica, y a la diversidad cultural de los ciudadanos integrantes de una sociedad.
No permitamos que Venezuela se convierta en un gran cuartel bajo el mando de un iletrado capitoste.
José Rafael López Padrino

Desgraciado el país que necesita héroes

Bertolt Brecht