Editorial El Nacional
¿Para qué atacan de nuevo a El Nacional? Ni siquiera inventan un pretexto nuevo, simplemente acuden a las frases vacías y a las amenazas más pedestres, como si con esas torpezas pudieran modificar el ánimo de los que aquí trabajamos. No parece serio el nuevo ataque, a menos que lo relacionemos con la desesperación del régimen ante las movilizaciones masivas de la sociedad que se están anunciando.
Han cometido el error de atacarnos cuando Caracas está llena de corresponsales extranjeros y los ojos del mundo están pendientes de las torpezas políticas del señor Maduro. También, de España, llegó Zapatero, el socialista y abogado por mampuesto de los corruptos bolivarianos. Seguramente vino a cobrar la quincena en dólares, o euros, lo mismo da.
Dólares que a El Nacional se le han negado para adquirir el papel y la tinta, pero igual sigue dando la cara. También se ha perseguido a nuestro editor, hoy en el exilio junto con otros colaboradores porque, de otra manera, les espera la cárcel mediante un juicio manipulado desde Miraflores. Pero a nadie en el periódico le ha pasado por la cabeza la posibilidad de modificar la línea editorial.
A los miembros de nuestra junta directiva se les ha prohibido la salida del país y se les ha difamado de manera desenfrenada, pero pierden su tiempo: la labor informativa y de reflexión no ha cesado ni un segundo. En los tribunales hay un abultado espacio para las demandas del diputado Cabello contra lo que aquí denunciamos, sin que se haya detenido nuestro compromiso con la difusión de la verdad.
Mientras demostramos con los hechos la voluntad de ser un medio comprometido con los valores de la democracia, ¿a qué se debe este nuevo ataque a nuestra sede? ¿Por qué la ensucian con excrementos y con improperios? ¿Cuál es el motivo de esta cobarde provocación?
Es evidente que El Nacional incomoda a los grupos de civiles y militares corruptos que quieren la imposición de una verdad oficial, de su “verdad” entendida como dogma de fe, pero los perseguidores saben que chocan contra un muro enfático y altivo, contra una decisión indoblegable.
No deja de extrañar que vuelvan con sus excrementos, que no son más que el vómito de las ideas de sus jefes. Saben que ejecutan otra acción baldía, sin consecuencias en los contenidos de nuestro periódico. Por tanto, no solo van contra los que aquí trabajamos, sino contra la inmensa mayoría de la sociedad que clama por un cambio de gobierno.
No le dirigen un mensaje a El Nacional ni a sus lectores, sino a la sociedad toda. Los bombas molotov (o madurotov) no nos acobardan y menos ese panfleto con el que ensuciaron la fachada de nuestra sede. Al contrario, solo ayudan a entusiasmar a las grandes masas hartas de padecer, enfermas y hambrientas, que están dispuestas a llenar las calles para buscar un destino mejor.
Presa del pánico, el régimen adelanta sus desmanes con el anuncio que nos hace, como si tuviera sentido, como si tuviera destino, como si no fuera tiempo desperdiciado. En realidad han hecho algo completamente baldío, no solo con lo que respecta al periódico sino también con la decisión que el pueblo ha tomado de quitárselo de encima cuanto antes.
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