Editorial El Nacional
Los temores desproporcionados del gobierno de Maduro y de su entorno civil y militar ante la gran marcha convocada para el próximo 1° de septiembre han provocado no pocas interpretaciones entre los venezolanos, siendo una de ellas la de ser un reconocimiento anticipado por parte de Maduro de su propia derrota y desgracia. Y no puede ser de otra manera porque nunca habíamos visto a un presidente cometer tantos errores y disparates que ya nadie duda, incluso entre sus colaboradores más íntimos, de su incapacidad manifiesta para doblegar la intensidad de la crisis y abrir al país un nuevo rumbo más esperanzador y sensato.
No se trata apenas de una marcha más de las tantas que se han convocado en estos años para protestar por los atropellos constantes cometidos contra los derechos ciudadanos. Esta vez los venezolanos saldrán a la calle a proponer una salida civil, pacífica y unida ante la magnitud de la crisis que, por sus propias dimensiones, escapa a la profunda mediocridad y a la corta vista de quienes asaltaron el poder no con la misión de impulsar el futuro, sino de labrarse un presente lleno de riquezas y comodidades, obtenidos con los dineros robados al tesoro público.
Pero esta verdad que está a la vista de todos no parece afectar a la camarilla civil y militar que nos ha llevado a la ruina y a la miseria. Los supuestos héroes de la patria, los salvadores del pueblo y los elegidos por el destino para acabar con la pobreza en Venezuela han terminado sumiendo a la población en la más miserable de las condiciones que jamás imaginamos: el hambre generalizada, la desnutrición en grandes sectores de la infancia, el abandono de los ancianos, la oscura soledad sin destino de los miles de enfermos sin medicinas, el imperio del hampa no sólo en los barrios sino en cualquier parte del país ya sea el campo o la ciudad, el cáncer narcotráfico y su estela de asesinatos y corrupción de las autoridades en todos los niveles civiles y militares. En fin, el infierno en la tierra, día y noche.
Pero Maduro, perdido en la simplicidad de su pensamiento y ajeno a las complejidades de conducir digna y serenamente una nación, no acierta a entender que el principal problema de Venezuela es él, su incapacidad para generar credibilidad y apoyo en otros sectores que no sean aquellos que, precisamente, lo han llevado al pantano en el que a duras penas logra dar un paso sin tropezar y volver a caer horas tras horas, días tras días.
Nadie le tiende una mano porque, en el entretanto, ellos mismos, su camarilla de malencarados, le está velando el puesto para terminar de raspar la olla, si es que todavía queda olla porque lo que había adentro ya lo deglutieron hace rato. Estos aventureros gritones y amenazadores de oficio, con los bolsillos rebosantes y la tripa bien llena, buscan crear problemas el 1° de septiembre, día de la marcha de la libertad.
Como anunció ayer la MUD, será “una movilización pacífica con siete puntos de concentración. El pueblo garantizará la paz mediante un dispositivo ciudadano que abordará a quienes intenten generar violencia y los invitará a obedecer las normas de la misma”
No comments:
Post a Comment