Pablo Aure
Se siente mucha expectativa por lo que puede suceder con la marcha del 1-S. Hay quienes ven esa fecha como el “día D”: como el fin del régimen.
Venezuela espera con ansiedad la “Toma de Caracas”, nombre con el cual ha sido denominado ese acontecimiento que, sin lugar a dudas, será multitudinario. Me atrevo a pronosticar que en asistencia será superior a la marcha del 11 de abril del 2002, aunque los resultados no serán los mismos de aquel fatídico momento, por tres razones fundamentales: la primera, la Fuerza Armada Nacional está mucho más desarticulada. Pudiéramos decir que no existe ni la disciplina ni la subordinación, características de las instituciones castrenses. Es verdad que buena parte de los integrantes de sus componentes están descontentos, pero ello no es suficiente para dar un paso hacia lo desconocido. Hay hombres y mujeres con principios y sueños que querrán reconstruirla, pero están llenos del temor propio de los vigilados. Por lo pronto, la ven muy débiles, aunque -mal que bien- fue la carrera que escogieron y de ella viven. Lo que quiere decir, que esta de 2016 no es la misma a la del 2002, porque está descompuesta, más infiltrada, y es menos profesional. El descontento puede ser generalizado, pero, por lo pronto, se ve desarticulada. En consecuencia, para que se produzca un acto de desobediencia hacia su comandante en jefe, como ocurrió en el 2002, debe contar con la complicidad de sectores muy cercanos al “chavismo”. Léase bien: ¡Chavismo! (diferente al “madurismo”).
La segunda razón que nos hace pensar que los resultados no serán los mismos al de hace catorce años, es que la marcha está siendo convocada por los partidos políticos con legitima y mayoritaria representación en la Asamblea Nacional (en 2002 éramos minoría), y sus voceros no improvisarán al momento de dar los mensajes. En este punto es necesario advertir que, de esos discursos dependerá la reacción de la sociedad civil independiente que evidentemente se hará presente en su máxima expresión. Si en esa concentración se llegara a “olfatear” un mensaje distinto a lo que la gente espera, pueden aparecer los espontáneos y ese río seguramente se desbordará. Esto significa que los “líderes” de la movilización (por lo general, en esos eventos son los que tienen más aceptación entre los asistentes, y también lleven el sonido para que se les escuche) tienen que apartar la demagogia y los cálculos electoreros. Esto es importante que se sepa, hay quienes piensan que el 1-S puede ser el final del gobierno de Maduro (y puede ser). Necesario insistir: de Maduro, no del “chavismo”.
La tercera razón es mucho más contundente: quienes asistan saben de los peligros que les acechará. Han visto lo inescrupuloso que es el régimen, y de lo que será capaz, sin embargo, colmarán las calles de Caracas, o sea, estarán dispuestos a todo. Esto es, a resistir la embestida de la dictadura.
Maduro en la cuerda floja
Maduro no duerme porque un grueso sector militar le ha hecho saber que no reprimirá a los manifestantes.
El G2 cubano, que es el cerebro de esta locura, debe estar paseándose por todos los escenarios, incluido el de provocar o inducir un golpe de Estado. Mantener a Nicolás Maduro en el poder les puede resultar más costoso que “negociarlo”. Después de esa gigantesca movilización será aún más frágil la cuerda que sostendrá a Maduro en Miraflores. El hambre y el malestar general se profundizarán. El G2 hará sus cálculos. Por ejemplo, pronto se iniciará el periodo escolar y muy pocos serán los padres que podrán comprar uniformes, útiles escolares o alimentar a sus hijos. El G2 ha sacado cuentas, hay hambre inflación y desesperación, también están claros en que los planteles educativos que comiencen seguramente lo harán sin poder garantizar los programas de alimentación eso indudablemente será otro factor explosivo. Ante esta situación entenderán que hay que “mover la mata”, mandar un mensaje: ¡Maduro fracasó porque no supo llevar las riendas del legado de Chávez! Esa oportunidad será de oro para abrir las compuertas del desahogo oficialista.
¿Fabricarán otro hijo de Chávez?
No es descabellado que se produzcan desafíos simulados. La atención debe desviarse hacia el oficialismo: “maduristas vs chavistas”. La idea consistirá en hacer ver que el “salvador” del país no puede provenir de la oposición por lo tanto tienen que fabricar a “otro hijo de Chávez”. Lo más seguro es que en las próximas horas se desvelen supuestos planes golpistas y escojan a unos cuantos chivos expiatorios. Esto puede ser inclusive antes del 1-S, para aminorar el impacto de la convocatoria. A todas estas: los colectivos armados estarán esperando órdenes superiores. Recordemos: existe la posibilidad de la negativa militar a reprimir.
Después del 1-S
Lo otro que puede ocurrir el 1-S es que no ocurra nada y todo se desarrolle normalmente y el régimen pretenda presentarse ante el mundo como garante de los derechos democráticos, en donde se puede protestar sin temor a ser reprimido siempre y cuando lo hagan en paz. Acto seguido, volverán con el libreto del diálogo.
Después del 1-S veremos el nivel de madurez de los líderes de la oposición y desde luego el grado de tolerancia de la sociedad civil, de esto dependerá el precio de la salida de Nicolás Maduro.
Hay otros más optimistas que piensan que esta semana el CNE va a ceder, y dará la fecha para la recolección del 20% de las firmas para el referéndum revocatorio con la premeditada intención de abortar la marcha. El Tribunal Supremo de Justicia se encargaría de volver a paralizar ese evento electoral. Excusas le sobrarán. La arruga tratarán de correrla hasta el 2017, para que la sucesión se desarrolle dentro del “marco constitucional”, esto es, el sustituto de Nicolás Maduro será el escogido por ellos mismos. En el 2019 otro gallo cantará.
Los muñecos se mueven. Los puentes están tendiéndose. Los cubanos entregarán a Maduro cuando sientan que el sucesor les respetará los espacios obsequiados por el finado.
@pabloaure
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