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Antoni Gutiérrez-Rubí
El País
Octubre 29, 2016
http://blogs.elpais.com/micropolitica/2016/10/argumentos -en-minoria.html
La doble sesión del debate de investidura ha dejado un resultado y un temor.
El resultado, el esperado. Y el temor -no por posible, menos sorprendente- es
que la legislatura se enlode en un clima agrio de reproches permanentes. Los
insultos y descualificaciones personales, ad hominem y que buscan el
desprecio y el daño moral al adversario han tenido un protagonismo
excesivo: en el atril, en el hemiciclo, y en las redes. Después de más de 300
días, el clima se envenenado. Peligrosamente, la crispación desplaza a los
argumentos. Hemos empezado mal.
La campaña de Donald Trump, quizás, nos está contaminando. Trump no ha
llegado hasta aquí sin un uso torticero del lenguaje, en las antípodas de lo
que se definido como políticamente correcto. Los insultos —y motes— han
sido una de sus bazas. The New York Times publicó esta semana una doble
página en papel con todos los insultos de Trump —282, exactamente—
desde que anunció su candidatura. Es tan soez que repugna. Pero Trump
sabe que sus provocaciones son un tridente: alimentan las pasiones y los
instintos de sus seguidores, movilizándolos; ocupan protagonismo en las
redes y los medios, marcando la agenda de sus oponentes; y son la coartada
perfecta contra el discurso político. Para Trump, una elaborada técnica de
pendenciero provocador. Mejor insultar (etiquetar, reducir a un cliché) que
argumentar.
Además, los insultos permiten a muchas personas «hablar» de política,
gritando exabruptos o tecleando con saña digital. El insulto en política es
cobarde, y es despreciable. Se ampara en la libertad de expresión o en el
privilegio de la representación para actuar sin pudor. Esta legislatura corre el
riesgo de quebrar nuestra debilitada confianza en lo público. Una hipótesis
con responsables múltiples.
El insulto es una derrota pública de la política. Se insulta en ausencia de
argumentos. Es el recurso agresivo de quien es incapaz de ver en el
adversario un representante de la voluntad popular. Cuando nuestros
representantes se faltan al respeto con escarnio, zahiriendo emociones y
símbolos, están escupiendo en la cara de los votantes. Y se reducen a turba.
Criticar no es herir. Denunciar no es humillar. Alertar no es insultar.
Defender no es agredir. Atacar no es dañar. La palabra política ha
retrocedido en estas jornadas. Está en minoría, como Mariano Rajoy. Mal
presagio.
Antoni Gutiérrez-Rubí (Barcelona, 1960)s asesor de
comunicación y consultor político. Profesor en los másters de
comunicación política de distintas universidades. Dirige
Ideograma, una consultora de comunicación pública e
institucional que fundó en 1985 con sede central en
Barcelona, dentro de la antigua Fábrica Lehmann. Fue
responsable de la campaña de imagen de Alfredo Pérez
Rubalcaba en 2013.
Además de la comunicación, la nueva política y las nuevas
tendencias en el ámbito social y empresarial, Gutiérrez-Rubí
ha escrito libros de referencia sobre la transformación de los
modelos de comunicación, liderazgo y relación en la
Sociedad Red. En lo que refiere a la tecnopolítica, es
impulsor de apps4citizens, una iniciativa que busca
identificar, promover y desarrollar aplicaciones móviles para
el compromiso social y la participación ciudadana.
Autor, entre otros, de los libros: Políticas. Mujeres
protagonistas de un poder diferenciado’ (2008), Filopolítica:
filosofía para la política (2011) o La política vigilada (2011).
www.gutierrez-rubi.es
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