ALFREDO YÁNEZ MONDRAGÓN | EL UNIVERSAL
sábado 4 de febrero de 2012 12:00 AM
Lo de hoy no es ni una celebración ni una conmemoración. Lo de hoy es la continuación de la insurgencia, de la negación de las normas, de la instauración de la anarquía como sistema de gobierno; aunque se disfrace con los ropajes de una legalidad cada vez más ilegítima, cada vez más cercana a aquellos objetivos que no fueron cumplidos.
Poco a poco, con la anuencia de una sociedad de cómplices, ahora víctimas, y de una dirigencia sumisa, salvo por algunas voces que luchan contra bandos políticos aparentemente enfrentados pero acomodados en sus transacciones, el golpe avanza; con la mirada puesta en el poder, en la hegemonía, en el pensamiento único... y también en la genuflexión de unos y otros, en la entrega, en la resignación.
Pisotean la dignidad institucional de los militares y de los civiles, de la familia, de la sociedad democrática. Se burlan de un pueblo que dijeron representar, hacen fiesta en el luto permanente, continuado, extendido.
Hace veinte años se levantaron en armas, en violación flagrante de la Constitución. Hoy, desde los corredores de una instalación castrense, desde los refugios, desde barriadas a juro, de centros penitenciarios convertidos en depósitos humanos, desde millones de hectáreas confiscadas sin razón, desde empresas tomadas para perder su productividad, desde las morgues... repiten el acto.
Hace veinte años el pueblo amaneció en incertidumbre. Hoy, esa sensación se potencia. La pobreza se ha incrementado con servicios pobres para los más pobres; la mendicidad en variadas formas se ha convertido en la característica de la mala redistribución de una riqueza que solo ha servido para escenificar guerras, comprar armas, solidaridades y votos.
No hay diferencias sustantivas entre aquella asonada malhadada y ésta que hoy padecemos. La dirigencia política sorda de entonces, encuentra réplica en varios de los dirigentes de hoy; encapsulados en la infravaloración del golpista; absortos en un festival que niega la verdad existente más allá de una campaña que desconoce la grave crisis y magnifica una victoria de superficie.
El próximo fin de semana; este golpe que sigue su curso enfrentará -si la sociedad al fin se rebela- un auténtico freno, una auténtica demostración de democracia, una decisión colectiva que inicie el cierre definitivo de este ciclo de ignominia.
Todo cuanto ocurra hoy será la mejor propaganda para que el próximo domingo los venezolanos salgan de su casa no a votar; sino a vivir con convicción el mayor de sus derechos; aquel que establece que los valores democráticos se ejercen. El 12 de febrero, no lo dudes, ese día la democracia te exige, ese día, vota a conciencia.
Poco a poco, con la anuencia de una sociedad de cómplices, ahora víctimas, y de una dirigencia sumisa, salvo por algunas voces que luchan contra bandos políticos aparentemente enfrentados pero acomodados en sus transacciones, el golpe avanza; con la mirada puesta en el poder, en la hegemonía, en el pensamiento único... y también en la genuflexión de unos y otros, en la entrega, en la resignación.
Pisotean la dignidad institucional de los militares y de los civiles, de la familia, de la sociedad democrática. Se burlan de un pueblo que dijeron representar, hacen fiesta en el luto permanente, continuado, extendido.
Hace veinte años se levantaron en armas, en violación flagrante de la Constitución. Hoy, desde los corredores de una instalación castrense, desde los refugios, desde barriadas a juro, de centros penitenciarios convertidos en depósitos humanos, desde millones de hectáreas confiscadas sin razón, desde empresas tomadas para perder su productividad, desde las morgues... repiten el acto.
Hace veinte años el pueblo amaneció en incertidumbre. Hoy, esa sensación se potencia. La pobreza se ha incrementado con servicios pobres para los más pobres; la mendicidad en variadas formas se ha convertido en la característica de la mala redistribución de una riqueza que solo ha servido para escenificar guerras, comprar armas, solidaridades y votos.
No hay diferencias sustantivas entre aquella asonada malhadada y ésta que hoy padecemos. La dirigencia política sorda de entonces, encuentra réplica en varios de los dirigentes de hoy; encapsulados en la infravaloración del golpista; absortos en un festival que niega la verdad existente más allá de una campaña que desconoce la grave crisis y magnifica una victoria de superficie.
El próximo fin de semana; este golpe que sigue su curso enfrentará -si la sociedad al fin se rebela- un auténtico freno, una auténtica demostración de democracia, una decisión colectiva que inicie el cierre definitivo de este ciclo de ignominia.
Todo cuanto ocurra hoy será la mejor propaganda para que el próximo domingo los venezolanos salgan de su casa no a votar; sino a vivir con convicción el mayor de sus derechos; aquel que establece que los valores democráticos se ejercen. El 12 de febrero, no lo dudes, ese día la democracia te exige, ese día, vota a conciencia.
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