En: http://www.lapatilla.com/site/2012/02/02/vladimiro-mujica-la-inconveniencia-de-las-jaulas-historicas/
Vladimiro Mujica
Una de las pocas cosas positivas que le quedarán a Venezuela después de 14 años de despropósito será repensarse como nación Otra tragedia de estos años ha sido la implantación de la idea de que existe una confrontación entre libertad e igualdad
Una de las preocupaciones fundamentales compartida por algunos de los más grandes pensadores latinoamericanos ha sido nuestra incapacidad para dotarnos de un sistema de gobierno cuyo objetivo puro y simple sea la mayor felicidad posible para el pueblo. En distintas modalidades el asunto ha sido levantado, entre otros, por los venezolanos Simón Bolívar y Arturo Uslar Pietri, por los mexicanos José Vasconcelos y Octavio Paz, por el argentino Domingo Faustino Sarmiento, y por el peruano Mario Vargas Llosa, por sólo mencionar a algunos de nuestros gigantes intelectuales.
Dos hechos recientes me han hecho meditar sobre la tremenda insuficiencia de la dicotomía histórica entre izquierda y derecha como herramienta de comprensión de los hechos históricos y políticos, algo que, por descontado, no tengo la pretensión de ofrecer como reflexión original.
El primer hecho es la forma en que gente muy respetable en Venezuela ha analizado la alianza entre Leopoldo López y Henrique Capriles como un ejemplo de un reacomodo natural de una suerte de derecha democrática. El segundo es un artículo de Mario Vargas Llosa, aparecido en el diario español El País, a raíz de un nuevo libro del historiador mexicano Enrique Krauze, Redentores, Ideas y Poder enAmérica Latina.
No he leído el libro de Krauze, pero la reseña de Vargas Llosa sobre su contenido es lo suficientemente extensa y profunda como para imaginarse el contenido. La tesis esencial parece ser que, a pesar de lo que algunos pudieran considerar un continente perdido en variantes del realismo mágico, América Latina se encuentra inmersa en un complejo y verificable proceso de progreso, con excepciones notables como el caso de Venezuela, Nicaragua y Cuba. De alguna manera, en verdad de muchas maneras, el continente ha ido encontrando un rumbo propio donde coexisten nuevas izquierdas, híbridos cercanos a la socialdemocracia europea y modernas formas de liberalismo.
Una de las pocas cosas positivas que le quedarán a Venezuela después de 14 años de despropósito y de intentos de construir una sociedad controlada y sometida al autoritarismo de los Jefes de la Revolución será la posibilidad de repensarse como nación.
Ese indispensable proceso, que debe acompañar a la reunificación del país, exige explorar ideas frescas y ambiciosas acerca del modelo de sociedad que queremos y podemos tener. Es allí donde la insuficiencia de pensar en un modelo simplificado de “izquierda” y “derecha” se puede revelar como más inconveniente. Pensemos por ejemplo en el tema capital de la pobreza. ¿Existe una solución de “izquierda” para el drama venezolano? ¿Se puede aplicar aquí un modelo simple de crecimiento económico sin acento social como receta de “derecha”? Creo que no se requiere mucha reflexión para llegar a la conclusión de que la fábrica de pobres en que se ha convertido nuestro país no solamente tiene como responsables a los chavistas, oficiantes irredentos de derrotadas prácticas estatistas de rancia tradición autoritaria comunista, sino también de las élites prechavistas que no advirtieron a tiempo, por acción u omisión, el monstruoso e inaceptable estado de desigualdad social que se estaba creando ante los ojos de todo el mundo.
Pero no es solamente el tema de la pobreza. Una de las tragedias más importantes de estos últimos años ha sido la implantación de la idea de que existe una confrontación entre libertad e igualdad, contradicción esta que la revolución chavista debe presuntamente resolver confiscando la libertad “burguesa” y las instituciones del Estado para construir una sociedad igualitaria. Por supuesto que este engaño monumental no es una creación original del chavismo, sus orígenes están en diversas versiones paleolíticas de la ideología comunista, pero el hecho de que el chavismo se nutre de estas ideas, que alguna gente podría tildar de izquierdistas, nos indica lo riesgoso de encasillar la realidad histórica y política de Venezuela en las jaulas tradicionales.
Si pudiéramos pensar de forma desprejuiciada y sin pretender aplicar las etiquetas que simplifican al tiempo que empobrecen el debate, nos veríamos llevados a una discusión muy importante acerca de cómo ideas que nacieron divergentes y encontradas pueden converger en un nicho común, una suerte de cohabitación, en un país que está urgido de encontrar las mejores soluciones a su drama nacional. Las cabezas mejor amobladas del país no son propiedad ni se encuentran de ninguna parcialidad política específica. Sin caer en la ingenuidad de no entender que existen visiones e intereses distintos en la política, este pareciera ser el momento de explorar convergencias e híbridos no imaginados. Quizás, si tenemos éxito, le podríamos dar una nueva dimensión a la idea increíble, maravillosa y aún no realizada de la raza cósmica de Vasconcelos, una raza que solamente puede emerger después de grandes tragedias. Esa sería una verdadera contribución venezolana a la ciencia y la práctica del buen gobierno.
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