ANTONIO COVA MADURO | EL UNIVERSAL
miércoles 1 de febrero de 2012 12:00 AM
Comienza el febrero de nuestros tormentos. Con el afán de transmitir la crucial importancia que él le asigna a su nuevo período gubernamental, Carlos Andrés Pérez celebra una faraónica toma de posesión, acompañado de notables invitados internacionales. Lejos está de imaginar cómo terminará ese mes.
Es lunes 27 de febrero de 1989 y todavía está viva la imagen de la suntuosa toma de posesión presidencial. Nadie puede imaginar lo que sucederá ese día, aunque más tarde recordaré que habíamos tenido aviso. En efecto, la señora del barrio cercano que trabajaba en mi casa nos había informado del grave malestar y las continuas protestas que ya estaban provocando las primeras duras medidas económicas del nuevo gobierno, a quien Lusinchi dejó las arcas vacías...
Se acerca el mediodía y en la Universidad Católica de Montalbán, donde me encuentro impartiendo clases, comienza a correr la noticia de los graves disturbios que ya se están produciendo en la zona de Guarenas-Guatire. Cuando ya somos informados de la rápida extensión de los desórdenes, tomo la decisión de asumir cualquier dificultad y manejar hasta mi casa en el sureste caraqueño. Doy la cola a una joven que aterrorizada se siente perdida y no sabe qué hacer. Le digo: vamos a pasar por zonas peligrosas, pero no hay más remedio. ¡Que Dios nos acompañe!
Para los caraqueños lo peor estaba por llegar. Esa noche nos arrastrábamos por el piso en nuestra casa, tal era la balacera en el barrio cercano. Al día siguiente nos enteraríamos de que esa noche había sido... ¡nuestra Noche de San Bartolomé! Venezuela no sería igual a partir de aquel día: una noche bastó para hacer añicos al esperanzado segundo gobierno de CAP.
La confirmación vendría tres años después, en otro febrero fatídico. Cuando el gobierno intenta culminar su trastornado tiempo, unos militares que nadie sabe de dónde diablos salieron, ni mucho menos quién demonios les autorizó para actuar y hablar en nombre de todos, desgarran el tejido sutil de la democracia. ¡Hemos vuelto a las andadas que Venezuela padeció en un siglo que se prolongó, interminable, hasta 1958!
Ese 4 de febrero fuimos despertados por un ataque vil, pero lo más terrible fue lo que vino después. Lo que propició, inesperada e increíblemente quien tantos riesgos asumió para mantener al acosado gobierno de Rómulo Betancourt en los agitados años 60. Rafael Caldera, apartando a su digno pasado dio Patente de Corso a los golpistas. De allí todos corrieron a hacerle el coro. Todavía recuerdo el artículo que lleno de estupor escribí para marcar mi aparición en El Diario de Caracas: "los Viudos del Golpe" se llamó.
Nuestra reciente historia, empero, tuvo un febrero feliz: el de 1936, que echó la primera pala de tierra en la fosa del fallecido gomecismo, del mismo que por estos tiempos se empeña en resucitar, sin darse cuenta de que en las sociedades cristianas no cabe la posibilidad de "reencarnación". Sólo hay una vida... y un Juicio definitivo al final de ella.
Justo ahora, a los 76 años de aquel febrero, nos acercamos a un momento estelar en la historia que nosotros mismos estamos construyendo: repetiremos el 12 la Batalla de La Victoria, llevada a cabo por lo mejor de aquella Venezuela, para el mismo propósito que ahora: para repeler y derrotar a la barbarie. Nombre simbólico: Batalla de La Victoria, y ahora una batalla por la victoria. ¡Ya es hora!
A ella iremos para evitar, entre otras cosas, que se hagan realidad las amenazas torpes y estúpidas del candidato republicano en la campaña por la presidencia norteamericana, el señor Newt Gingrich; pero más importante aún: para evitar de modo contundente que hayamos de repetir otros seis años este horror.
Seis años más de desempleo sin remedio, de viviendas de papel, de secuestros y confiscaciones, de acoso a las universidades para legitimar a profesionales exprés de todo pelaje. Seis años más de vida invivible, de cadenas de mentiras, de medios secuestrados y de sinvergüenzas disfrazados de ni-nis "objetivos", de despilfarro sin límite, de entrega a los chinos, bielorrusos e iraníes y sobre todo seis años más con el Estado cubano dirigiendo nuestros asuntos. No, por Dios, este febrero gritaremos que ¡NO! Que, como dicen los manifestantes árabes, ¡Game is over!
Este febrero será la salida al ruedo, el mismo que tan claramente anunciara María Corina cuando declaró: "Si cinco minutos molestaron tanto, ¡prepárense para los 5 meses de campaña que vienen!", y que culminará con el remate del 7 de octubre.
Es lunes 27 de febrero de 1989 y todavía está viva la imagen de la suntuosa toma de posesión presidencial. Nadie puede imaginar lo que sucederá ese día, aunque más tarde recordaré que habíamos tenido aviso. En efecto, la señora del barrio cercano que trabajaba en mi casa nos había informado del grave malestar y las continuas protestas que ya estaban provocando las primeras duras medidas económicas del nuevo gobierno, a quien Lusinchi dejó las arcas vacías...
Se acerca el mediodía y en la Universidad Católica de Montalbán, donde me encuentro impartiendo clases, comienza a correr la noticia de los graves disturbios que ya se están produciendo en la zona de Guarenas-Guatire. Cuando ya somos informados de la rápida extensión de los desórdenes, tomo la decisión de asumir cualquier dificultad y manejar hasta mi casa en el sureste caraqueño. Doy la cola a una joven que aterrorizada se siente perdida y no sabe qué hacer. Le digo: vamos a pasar por zonas peligrosas, pero no hay más remedio. ¡Que Dios nos acompañe!
Para los caraqueños lo peor estaba por llegar. Esa noche nos arrastrábamos por el piso en nuestra casa, tal era la balacera en el barrio cercano. Al día siguiente nos enteraríamos de que esa noche había sido... ¡nuestra Noche de San Bartolomé! Venezuela no sería igual a partir de aquel día: una noche bastó para hacer añicos al esperanzado segundo gobierno de CAP.
La confirmación vendría tres años después, en otro febrero fatídico. Cuando el gobierno intenta culminar su trastornado tiempo, unos militares que nadie sabe de dónde diablos salieron, ni mucho menos quién demonios les autorizó para actuar y hablar en nombre de todos, desgarran el tejido sutil de la democracia. ¡Hemos vuelto a las andadas que Venezuela padeció en un siglo que se prolongó, interminable, hasta 1958!
Ese 4 de febrero fuimos despertados por un ataque vil, pero lo más terrible fue lo que vino después. Lo que propició, inesperada e increíblemente quien tantos riesgos asumió para mantener al acosado gobierno de Rómulo Betancourt en los agitados años 60. Rafael Caldera, apartando a su digno pasado dio Patente de Corso a los golpistas. De allí todos corrieron a hacerle el coro. Todavía recuerdo el artículo que lleno de estupor escribí para marcar mi aparición en El Diario de Caracas: "los Viudos del Golpe" se llamó.
Nuestra reciente historia, empero, tuvo un febrero feliz: el de 1936, que echó la primera pala de tierra en la fosa del fallecido gomecismo, del mismo que por estos tiempos se empeña en resucitar, sin darse cuenta de que en las sociedades cristianas no cabe la posibilidad de "reencarnación". Sólo hay una vida... y un Juicio definitivo al final de ella.
Justo ahora, a los 76 años de aquel febrero, nos acercamos a un momento estelar en la historia que nosotros mismos estamos construyendo: repetiremos el 12 la Batalla de La Victoria, llevada a cabo por lo mejor de aquella Venezuela, para el mismo propósito que ahora: para repeler y derrotar a la barbarie. Nombre simbólico: Batalla de La Victoria, y ahora una batalla por la victoria. ¡Ya es hora!
A ella iremos para evitar, entre otras cosas, que se hagan realidad las amenazas torpes y estúpidas del candidato republicano en la campaña por la presidencia norteamericana, el señor Newt Gingrich; pero más importante aún: para evitar de modo contundente que hayamos de repetir otros seis años este horror.
Seis años más de desempleo sin remedio, de viviendas de papel, de secuestros y confiscaciones, de acoso a las universidades para legitimar a profesionales exprés de todo pelaje. Seis años más de vida invivible, de cadenas de mentiras, de medios secuestrados y de sinvergüenzas disfrazados de ni-nis "objetivos", de despilfarro sin límite, de entrega a los chinos, bielorrusos e iraníes y sobre todo seis años más con el Estado cubano dirigiendo nuestros asuntos. No, por Dios, este febrero gritaremos que ¡NO! Que, como dicen los manifestantes árabes, ¡Game is over!
Este febrero será la salida al ruedo, el mismo que tan claramente anunciara María Corina cuando declaró: "Si cinco minutos molestaron tanto, ¡prepárense para los 5 meses de campaña que vienen!", y que culminará con el remate del 7 de octubre.
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