En pocas palabras. Javier J. Jaspe
Washington D.C.
El comienzo del otoño nos trajo la grata oportunidad de asistir el pasado fin de semana, a la décima segunda entrega anual del Festival Nacional del Libro en Washington D.C. Este año, el festival contó entre sus principales invitados, para la última sesión de la tarde del domingo 23 de septiembre dedicada a obras de ficción y misterio, a Mario Vargas Llosa, uno de los más altos exponentes del quehacer literario de habla hispana y merecedor del premio Nobel de Literatura en el año 2010.
La sesión de Vargas Llosa comprendió dos encuentros con el publico. Las primera hora fue dedicada por el escritor a autografiar ejemplares de sus obras, tiempo que resultó insuficiente, ya que muchos debieron quedarse con las ganas de que el escritor les estampara su firma en los libros traídos al efecto. El segundo encuentro se produjo a renglón seguido ante un ávido publico que plenó el espacio debajo de una amplia carpa, y esta vez consistió de un coloquio del escritor con Marie Arana del Washington Post y David Rubenstein, co-director del Festival. Las variadas preguntas y valiosos comentarios formulados por estos últimos y el público, permitieron a Vargas Llosa discurrir y exponer sus ideas de manera llana y espontánea, sobre un amplio espectro de temas relacionados con su importante obra literaria y hasta tocar algunos de carácter personal.
Como era de imaginarse, el primer tema que originó preguntas fue el relacionado con el premio Nobel de Literatura. El escritor contó sobre la llamada telefónica que recibiera para anunciarle el premio y sobre las dudas que se le presentaron ante la posibilidad de que se tratara de una broma de mal gusto, como al parecer le habría sucedido a Alberto Moravia. Esta duda, comentó, le habría aconsejado esperar un tiempo prudencial antes de proceder a comunicarle la noticia a sus hijos. Confesó que antes de ese día, conociendo la orientación que sigue la indicada Academia nórdica, prácticamente estaba convencido de que nunca se ganaría este premio, por lo cual, la llamada recibida fue una verdadera sorpresa. Contó sobre la emoción que lo conmovió hasta las lágrimas en el momento de la ceremonia de recepción en Suecia, cuando en su discurso rindió homenaje a su esposa, quien con abnegación ha sido la encargada de tomar cuidado de los hijos, para que él pudiera dedicarse a escribir. Resumió los efectos del premio, como una semana apoteósica seguida de un año de compromisos multiples para atender invitaciones y asistir a eventos relacionados, período durante el cual ha visto interrumpido su trabajo literario.
La metodología empleada en su trabajo creativo motivó un ciclo de comentarios del escritor no menos interesante. Las horas tempranas de la mañana son las que le proporcionan el mejor ambiente, inspiración y estímulo para la escritura. Esta última es resultado de un proceso programado, continuo, ordenado y laborioso, donde los textos deben ser reescritos numerosas veces hasta que logran el acabado que desea imprimirles. A pesar de los avances tecnológicos observados en la materia, la escritura original la realiza totalmente a mano, para luego ser transcrita usando la computadora como una máquina de escribir. La elección de un tema para una novela responde en mucho a elementos que surgen espontáneamente. Mientras hacía comentarios de su última novela (El Sueño del Celta), sobre el irlandés Roger Casement, aclaró que su proceso creativo no sólo es producto de la imaginación sino que, como también era el caso de la novela sobre la vida de Casement, es complementado con intensas labores de investigación tanto de campo como en bibliotecas, espacios estos últimos donde dijo sentirse muy a gusto y pasa largas temporadas.
A una pregunta sobre cuál consideraba su mejor o más querida novela, dijo que si bien no tenía especial preferencia alguna, consideraba que en terminos de dificultad, complejidad y por cuanto se refiere a hechos históricos acaecidos en Brasil donde tuvo que analizar materiales en lengua portuguesa, el primer rango lo ocupaba su novela titulada: La Guerra del Fin del Mundo. Esta última, densa y larga pieza literaria dedicada a la llamada Guerra de Canudos ocurrida a finales del siglo XIX en dicho país suramericano.
Además del trabajo literario, Vargas Llosa comentó sobre su labor editorial en materia política y en el campo del debate de las ideas, escritura a la que dedica el día domingo de cada semana. Esta labor, apuntó, constituye una forma de salir del area de la ficción que lo ocupa el mayor grueso del tiempo, para poner los pies en la tierra y seguir de cerca los acontecimientos que se suceden en los diversos aspectos que conmueven al mundo y en especial a Latinoamérica, a la cual aprendió a conocer desde su estancia en París cuando joven, ya que en aquella época poco era lo que se sabía en Perú sobre la realidad de otros países de la región. En respuesta a una pregunta de la audiencia, animó a los jóvenes a seguir explorando a América Latina como cantera siempre presta a brindar materia prima de interés para estimular el desarrollo de la actividad literaria.
El tópico relacionado con su candidatura a la presidencia de Perú tampoco se hizo esperar. Dijo que había aceptado la candidatura más bien empujado por las circunstancias y acotó que, a tiempos vista, además de haber reunido una experiencia interesante en la política peruana, no lamentaba el haber perdido las elecciones, pues de haber ganado ello hubiese traído necesariamente consigo una interrupción de su actividad literaria. Si bien descartó volver a intentar postularse a la presidencia de su país, defendió el haber apoyado la candidatura del izquierdista Ollanta Humala, para contribuir a impedir la victoria de Keiko Fujimori en las últimas elecciones peruanas, en lo cual no se sentía defraudado ya que, a su juicio, el primero lo ha venido haciendo bien en una línea democratica y de respeto a la economía de mercado.
Finalmente, en un aparte de tipo personal, fue preguntado sobre la relación con sus hijos y si procuraba inculcarle a alguno de ellos el amor por la creación literaria. En este aspecto aludió a la relación difícil que el mismo mantuvo con su padre, quien había tratado vanamente de persuadirle para que abandonara su carrera de escritor, internándolo en un colegio militar, ya que al final su experiencia en dicho colegio lo que hizo fue suministrarle material valioso para redactar una de sus primeras obras exitosas: La Ciudad y los Perros. Con base en esta experiencia, abogó vivamente por la idea de recomendarle a los hijos que sigan su propia vocación, sin tratar de influirles para que tomen una u otra dirección en la carrera profesional o actividad que desarrollarán para realizarse en la vida.
Luego de concluido el coloquio, y que la gente se disputara a codazos la oportunidad de estrecharle la mano, Vargas Llosa debió ser rescatado por los guardias de seguridad para llevarlo al refugio destinado a los autores invitados.
En pocas palabras, una tarde del Festival Nacional del Libro que si bien nos dejó sin el autógrafo de Mario Vargas Llosa, proporcionó la singular oportunidad de escuchar las ideas expuestas por una de las mentes más lúcidas del quehacer literario de habla hispana y logró estimular aun más nuestro interés por leer las futuras obras de este gran autor latinoamericano. Veremos….
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