RUBENS YANES | EL UNIVERSAL
miércoles 19 de septiembre de 2012 12:00 AM
El escenario post 7-O resulta difícil de predecir para cualquier analista político. Como nunca antes en 14 años había tanta incertidumbre sobre el resultado electoral presidencial y diferencias tan marcadas entre las propuestas.
Si bien uno pudiera pensar que la derrota resultaría mucho más amarga para el presidente Chávez, quien ostenta ya varios períodos en el poder y además mantiene la ilusión de enrumbar a Venezuela hacia el socialismo real; no sería menos traumática para un movimiento opositor que ha venido levantando cabeza y muchas esperanzas.
En cualquier escenario, con cualquier resultado, ambas tendencias comparten un mismo temor: que se desate la violencia política.
De perder Chávez, muchas de sus seguidores temen que comience una cacería de brujas. Las imágenes de violencia contra ministros y personeros del gobierno del 11-A, muy bien explotadas por los medios oficiales, han ayudado a regar esa semilla. "Vendrán por nosotros" se plantean muchos funcionarios o miembros del partido de gobierno.
En algunas ocasiones, estas "persecuciones" buscarán confundir a la opinión pública, pues es de esperar que tras una eventual salida del poder del PSUV se destapen muchos escándalos de corrupción y/o abuso de poder.
En otras podría haber una auténtica necesidad de venganza, sea de los derrotados por la afrenta sufrida, o de los victoriosos ansiosos de ser reivindicados. Esto es algo que deben saber controlar los líderes de lado y lado.
Sin embargo, un temor compartido viene de la promesa de los colectivos armados que apoyan el proceso de salir a defender la revolución. Promesa que nunca ha sido desarrollada y que no se sabe si incluye la defensa ante una salida del poder forzada por la voluntad popular.
Que los colectivos existen y están armados, es sabido. Que podrán ser controlados al salir Chávez del poder, no queda tan claro. Si éste querrá usarlos para desestabilizar, es una interrogante sin respuesta... por ahora.
De perder Capriles, hay menos riesgo de violencia, pero no es cero. Los opositores también han demostrado tener alguna capacidad de embrollo.
El rol de las instituciones es supremamente importante en este aspecto. Comienza, evidentemente, de la mano de los candidatos mismos, pasando por la presidencia de la República, las FAN, el CNE y las autoridades civiles.
Los venezolanos no queremos enfrentamientos. La inmensa mayoría quiere una transición pacífica hacia un nuevo gobierno o el mismo eso se decidirá en las urnas electorales. Esperemos que sea así.
Si bien uno pudiera pensar que la derrota resultaría mucho más amarga para el presidente Chávez, quien ostenta ya varios períodos en el poder y además mantiene la ilusión de enrumbar a Venezuela hacia el socialismo real; no sería menos traumática para un movimiento opositor que ha venido levantando cabeza y muchas esperanzas.
En cualquier escenario, con cualquier resultado, ambas tendencias comparten un mismo temor: que se desate la violencia política.
De perder Chávez, muchas de sus seguidores temen que comience una cacería de brujas. Las imágenes de violencia contra ministros y personeros del gobierno del 11-A, muy bien explotadas por los medios oficiales, han ayudado a regar esa semilla. "Vendrán por nosotros" se plantean muchos funcionarios o miembros del partido de gobierno.
En algunas ocasiones, estas "persecuciones" buscarán confundir a la opinión pública, pues es de esperar que tras una eventual salida del poder del PSUV se destapen muchos escándalos de corrupción y/o abuso de poder.
En otras podría haber una auténtica necesidad de venganza, sea de los derrotados por la afrenta sufrida, o de los victoriosos ansiosos de ser reivindicados. Esto es algo que deben saber controlar los líderes de lado y lado.
Sin embargo, un temor compartido viene de la promesa de los colectivos armados que apoyan el proceso de salir a defender la revolución. Promesa que nunca ha sido desarrollada y que no se sabe si incluye la defensa ante una salida del poder forzada por la voluntad popular.
Que los colectivos existen y están armados, es sabido. Que podrán ser controlados al salir Chávez del poder, no queda tan claro. Si éste querrá usarlos para desestabilizar, es una interrogante sin respuesta... por ahora.
De perder Capriles, hay menos riesgo de violencia, pero no es cero. Los opositores también han demostrado tener alguna capacidad de embrollo.
El rol de las instituciones es supremamente importante en este aspecto. Comienza, evidentemente, de la mano de los candidatos mismos, pasando por la presidencia de la República, las FAN, el CNE y las autoridades civiles.
Los venezolanos no queremos enfrentamientos. La inmensa mayoría quiere una transición pacífica hacia un nuevo gobierno o el mismo eso se decidirá en las urnas electorales. Esperemos que sea así.
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