En pocas palabras. Javier J. Jaspe Washington D.C
Luego de haber consultado las noticias que nos llegan desde Venezuela, parecieran existir elementos de juicio para concluir que el próximo 7 de octubre, de no mediar alguna manipulación indecorosa del gobierno capaz de alterar los resultados electorales, el candidato de la oposición democratica, Henrique Capriles Radonski, derrotará por paliza al candidato del gobierno y actual presidente de la república, Hugo Rafael Chávez Frías, quien aspira a ser reelegido en este cargo.
Por supuesto, todavía faltan dos semanas al momento que esto escribimos, para el programado evento electoral, período en el cual pueden sucederse acontecimientos que pongan en peligro hasta su misma celebración o definitiva conclusion. Ejemplos hay, en la historia contemporánea de Venezuela, que muestran que tal posibilidad no debe descartarse, como sucedió con el dictador, Marcos Pérez Jiménez, el 30 de noviembre de 1952, quien al darse cuenta que los escrutinios de las elecciones convocadas para elegir una asamblea constituyente, a pesar de las amenazas de represión del regimen, comenzaban a dar ganadora a la oposición, suspendió dichos escrutinios y se hizo proclamar presidente provisional el 2 de diciembre del mismo año. Si a ver vamos, el acentuado carácter militarista del presente gobierno venezolano lo asemeja en mucho a un regimen dictatorial, pues miembros del alto mando de las fuerzas armadas han amenazado públicamente, que harán todo lo posible para la permanencia del teniente coronel Hugo Chávez en el poder y no aceptarán el triunfo de la oposición democrática.
Ahora bien, volviendo a los principales elementos de juicio que nos hacen pensar en una abrumadora victoria de Capriles sobre Chávez, para el caso de que las indicadas elecciones se celebren y concluyan satisfactoriamente, lo primero que debe destacarse es el apoyo fervoroso y multitudinario que viene recibiendo Capriles en los actos de su campaña electoral a lo largo y ancho de Venezuela, en una relación directa con el electorado, exponiendo sus ideas y escuchando de primera mano las expresiones de quienes concurren a dichos actos. Esta comunicación cara a cara de Capriles con el pueblo contrasta con la campaña de Chávez, quien le ha dado mayor acento a los medios audiovisuales, principalmente a la television, para promover su candidatura. De allí que la relación de Capriles con los electores tenga un carácter sinalagmático que conduce a la realización de una especie de pacto o compromiso para llevar a cabo un programa político, mientras que la de Chávez se agota en la formulación unilateral de promesas, sin darle oportunidad debida de respuesta a quienes apela para lograr su reelección.
Otro factor a tomar en cuenta nos lleva a las encuestas, terreno movedizo donde se ofrecen resultados a favor de Capriles o de Chávez, según sea la empresa involucrada. No viene al caso referirnos al nombre de estas empresas. Valga decir que las encuestas favorables a Capriles se basan en una investigación de campo asegurando confidencialidad, capaz de motivar la reducción del número de indecisos o de personas que se niegan a opinar, incrementando los elementos de predicción. En contraste, varias de las encuestas que dan a Chávez como ganador, generalmente se hacen por teléfono, cuando no al voleo, dejando un vacío importante representado por personas indecisas o que se abstienen de opinar, muy posiblemente porque se sienten presionados por el gobierno (empleados públicos) o son chavistas que desean apoyar secretamente a Capriles.
Sinembargo, hay un elemento donde parece haber bastante coincidencia entre unas y otras, ya que tanto las empresas que favorecen a Capriles como aquellas que dan como ganador a Chávez (salvo, claro está, alguna que sale de las propias entrañas del chavismo) dan a este último un porcentaje de preferencia de los entrevistados por un porcentaje menor al 50% del electorado. Este dato es de singular importancia, ya que hacen depender la victoria de Chávez de un factor de naturaleza incierta e improbable (la captación de los indecisos o de los que se niegan a opinar, por parte de Chávez), en un proceso electoral que se vienen caracterizando por una extrema polarización del electorado.
Lo inmediatamente anterior nos trae al último elemento que estaría obrando en favor del triunfo claramente mayoritario de Capriles sobre Chávez, por un monto que algunos cifran entre 350 mil y 600 mil votos (Christian Burgazzi, por ejemplo), el propio candidato (CNN, programa de Oppenheimer 16-09-12) en un millón de votos (cifra parecida a la que ofrece Angel Da Silva), Antonio Pasquali (Consummatum est! El Nacional, 16 de septiembre de 2012), en dos millones, y que otros, basados en la tendencia, como Manuel Felipe Sierra, en artículo de este viernes (http://www.noticierodigital.com/2012/09/la-avalancha/), sin dar montos dicen que Capriles ganará con una avalancha de votos. A pesar de las muchas encuestas que se han realizado, Chávez no ha podido remontar la barrera del 50% de los votantes antes anotado, ya que simplemente su desprestigiado e inepto gobierno es incapaz de sumar votos adicionales. Su tiempo se agotó y las evidencias de su pésima administración de los recursos públicos, en un ambiente de corrupción e incapacidad, son demasiado evidentes para el electorado.
En cambio, la candidatura de Capriles se conecta emocionalmente cada vez más con los electores, aumentando día a día el caudal de votos que se despositarán para apoyarlo el próximo 7 de octubre. De manera, pues, que la mesa está servida para que aparezcan dos manifestaciones del voto, como ha sucedido en otros procesos electorales en Venezuela. Nos referimos al llamado voto castigo y el ahorro del voto. Una gran cantidad de electores votarán para darle un ejemplar castigo a Hugo Chávez, por haberlos defraudado en los catorce años de su desastroso gobierno, entre ellos, muchos venezolanos que se han negado a soltar prenda sobre su intención de voto en las encuestas, o decidieron encubrirse bajo el manto de los llamados indecisos, como fue indicado anteriormente. Por su parte, cantidades apreciables de otros electores, incluidos algunos que podrían haber votado por Chávez en elecciones anteriores, ante la palpable evidencia de apoyo popular que muestra el candidato de la oposición democrática en sus contactos con el pueblo, optarán por no votar por Chávez y no perder su voto, para dárselo en las urnas a Capriles el próximo 7 de octubre.
En pocas palabras, con la información disponible a esta fecha, tal parece que el próximo 7 de octubre, el pueblo venezolano, a pesar del reiterado ventajismo oficial y la notoria parcialidad de la casi totalidad de miembros del Consejo Nacional Electoral, en una muestra de madurez política, dará su apoyo significativamente mayoritario a Henrique Capriles Radonski.. De esta forma, los electores no desperdiciarán su voto y le propinarán un ejemplar castigo a Chávez por su mal gobierno, con el fin de abrir un nuevo camino para llevar a Venezuela por senderos de paz, reconciliación y progreso. Veremos…
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