ARGELIA RÍOS | EL UNIVERSAL
viernes 7 de diciembre de 2012 12:00 AM
Poco a poco ha dejado de ser noticia: los grandes titulares no contienen su nombre ni sus actuaciones. El paciente N°1 ya ni siquiera se encuentra presente en el cotilleo diario. El país se ha acostumbrado a sus prolongadas desapariciones. A juzgar por los hechos, la Venezuela de Chávez puede vivir perfectamente sin él: el hecho de que su ausencia no produzca grandes agitaciones debe llamarle la atención a la nomenclatura. Tal vez se trate de una prueba de que el país no le echa de menos, o quizá es una demostración de que, con o sin él, nada cambia para los venezolanos de a pie.
Hoy, como nunca, la imprescindibilidad del presidente está en entre dicho y el asunto podría arrojar pistas acerca de lo que ocurriría en Venezuela, si concluyera súbitamente su ciclo vital. Cada vez es más ostensible que, pese al indiscutible liderazgo que posee, su distanciamiento de los escenarios públicos carece del interés general que solía generar en los primeros episodios del tratamiento de su enfermedad. Es probable que ya estemos habituados a la falta de información, pero no caben dudas sobre el desvanecimiento del protagonismo del gran jefe bolivariano, ni sobre la indiferencia y frialdad con que los venezolanos están asumiendo el evidente eclipse del comandante.
Los aspirantes a la sucesión deben estar asaltados por la duda: si el país no siente un drama existencial por causa de las largas ausencias de Chávez, nadie puede descartar la perfecta viabilidad de una Venezuela sin revolución, ni desechar tampoco la idea -paradójica, sin duda- de que "el proceso" sí podría garantizarse cuando menos un mediano plazo, apelando sólo a la evocación iconográfica de la imagen de quien ha sido su figura inspiradora. El punto constituye una incógnita que únicamente se despejará cuando llegue el momento. Por lo pronto, parece claro que Chávez es prescindible, que no está en condiciones de encarar el compromiso adquirido para mejorar su gestión y que Venezuela puede seguir su marcha sin tenerlo enfrente, por más que nos intenten convencer de que, sin él, nos espera el diluvio como destino inexcusable.
Las anclas de VTV señalan que Chávez se está cuidando, siguiendo las recomendaciones del propio pueblo bolivariano. La aclaratoria no sólo procura atajar las sospechas de su electorado cautivo, al que otra vez se le demanda comprensión. La recurrencia del mensaje busca también agitar las pasiones que engendraba la enfermedad presidencial, sin las cuales el país vive en una normalidad impropia de un proceso revolucionario. Lo llamativo, pues, no es la ausencia del jefe del Estado, sino la ausencia de inquietud alrededor de su extenso repliegue
Hoy, como nunca, la imprescindibilidad del presidente está en entre dicho y el asunto podría arrojar pistas acerca de lo que ocurriría en Venezuela, si concluyera súbitamente su ciclo vital. Cada vez es más ostensible que, pese al indiscutible liderazgo que posee, su distanciamiento de los escenarios públicos carece del interés general que solía generar en los primeros episodios del tratamiento de su enfermedad. Es probable que ya estemos habituados a la falta de información, pero no caben dudas sobre el desvanecimiento del protagonismo del gran jefe bolivariano, ni sobre la indiferencia y frialdad con que los venezolanos están asumiendo el evidente eclipse del comandante.
Los aspirantes a la sucesión deben estar asaltados por la duda: si el país no siente un drama existencial por causa de las largas ausencias de Chávez, nadie puede descartar la perfecta viabilidad de una Venezuela sin revolución, ni desechar tampoco la idea -paradójica, sin duda- de que "el proceso" sí podría garantizarse cuando menos un mediano plazo, apelando sólo a la evocación iconográfica de la imagen de quien ha sido su figura inspiradora. El punto constituye una incógnita que únicamente se despejará cuando llegue el momento. Por lo pronto, parece claro que Chávez es prescindible, que no está en condiciones de encarar el compromiso adquirido para mejorar su gestión y que Venezuela puede seguir su marcha sin tenerlo enfrente, por más que nos intenten convencer de que, sin él, nos espera el diluvio como destino inexcusable.
Las anclas de VTV señalan que Chávez se está cuidando, siguiendo las recomendaciones del propio pueblo bolivariano. La aclaratoria no sólo procura atajar las sospechas de su electorado cautivo, al que otra vez se le demanda comprensión. La recurrencia del mensaje busca también agitar las pasiones que engendraba la enfermedad presidencial, sin las cuales el país vive en una normalidad impropia de un proceso revolucionario. Lo llamativo, pues, no es la ausencia del jefe del Estado, sino la ausencia de inquietud alrededor de su extenso repliegue
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