Editorial El Nacional
En días pasados fueron detenidos unos periodistas que tomaban fotos en la zona de El Calvario, y hacían las notas propias de su oficio. Fueron trasladados a una instalación militar, en medio de una urgencia digna de mejor causa. Por desgracia, el hecho del arresto de unos comunicadores no es novedad en nuestros días, caracterizados por el ataque de los poderosos del régimen a la libre expresión del pensamiento y a la publicación autónoma de noticias. Sin embargo, la excusa que en esta ocasión dieron los perseguidores merece comentario especial.
A los periodistas les está vedado trabajar en El Calvario y en sus inmediaciones, porque es un “corredor presidencial”. Esa fue la justificación de los guardianes del orden que se apresuraron a meter a los “trasgresores” en una jaula por una falta que les pareció grave. No les quedó más remedio que dejarlos en libertad en breve, debido a la insustancialidad de la causa, pero la peripecia remite a un asunto que incumbe a la sociedad toda y que refleja el crecimiento de los tentáculos del régimen hacia lugares que lícitamente no les corresponden, o sobre los cuales no pueden ejercer monopolio sino a través de la arbitrariedad.
“¿Corredor presidencial?” ¿Qué demonios es eso? ¿A cuál demarcación fabricada en la oscuridad remite? ¿Por qué un corredor exclusivo y excluyente para el jefe del Estado, por el cual solo puede “correr” su insigne, sacrosanta y abultada humanidad? Con sus cámaras y con sus lápices los periodistas pueden obstaculizar su carrera, por supuesto. No se trata de que queramos impedir desde aquí el merecido maratón que debería hacer Maduro cuanto antes, especialmente si no tiene retorno, sino llamar la atención sobre el secuestro de lugares que antes pertenecían sin limitaciones a toda la colectividad, sin distingos, y ahora son o pretenden ser del uso privado de los mandones.
Desde los tiempos del “comandante galáctico” se han venido estableciendo unas curiosas y férreas demarcaciones que impiden el uso habitual de los sitios públicos. Una caprichosa topografía salida de la cabeza del “eterno”, quien dispuso lugares exclusivos para su esparcimiento y para que lo cuidaran sus sabuesos, ha creado cercos debido a los cuales se impide el tránsito corriente de la ciudadanía. Como en las fincas de antes, como en las haciendas de Doña Bárbara custodiadas por su peonaje. La excusa es la seguridad del Estado, algo frente a lo cual difícilmente se puede discutir sin que el discutidor sea calificado de sirviente del imperialismo.
Pero hay otro motivo, que no pueden develar los serviciales topógrafos del chavismo. Como su nombre lo indica, los espacios públicos pertenecen a toda la ciudadanía, es decir, son lugares en los que deben los ciudadanos manifestar su reacción en torno a los asuntos que les conciernen, no solo sus alegrías, sino también su descontento ante los desastres del mal gobierno.
Por eso el chavismo los ha convertido en sus “zonas de seguridad”, o en el “corredor” de quien más necesita correr sin que nadie lo contemple en la velocidad de la carrera. Por eso se empeña en que sus teodolitos reduzcan las pulsiones del ágora.
No comments:
Post a Comment