Enrique Viloria Vera
Un hombre hambriento es un hombre enojado
James Howell
La célebre frase maracucha ¡Comé Yuquita!, se
escuchaba con jocosa frecuencia en aquellas opíparas parrilladas de la IV
República, cuando no faltaba nada de nada. Jugosas puntas de trasero,
crujientes chuletas de cerdo, morcillas, salchichas, chinchurrias
y chorizos al punto, eran acompañados con sendas y bien nutridas ensaladas
mixtas de frescas lechugas y sabrosos tomates -
con la cebolla justa - para que
el aceite de oliva y el de Módena realzaran su sabor; las mazorcas, las
hallaquitas, los patacones con Kétchup, la yuca en su justa cocción, y la bien
triturada y aliñada guasacaca, también
hacían acto de presencia en mesas rebosantes de condumios y alegrías
alimentadas por la amistad y una que otra bien fría, sin importar que fuera
Zulia o Polar. Cuando alguien se servía exageradamente no faltaba la inevitable
chacota marabina, la guasa zuliana, para aconsejarle que más bien ¡comiera yuquita!
Esos lejanos tiempos son un bienvenido recuerdo
que todavía la desventurada Revolución bolivariana no ha podido conculcar; la
memoria familiar y amistosa, y alguna que otra foto o video casero, se exhiben
como prueba fehaciente de los tiempos vividos y gozados antes de que una banda
de ineptos y hablachentos cívico – militares asumiera el gobierno para destruir
en dos décadas un país que era para querer, y que hoy en la bolivariana patria es
para sufrir.
El hambre, le escasez, la miseria extendida, la
ausencia de todo lo necesario para llevar una vida familiar digna de tres
golpes diarios con sopa seco y postre, es una quimera en la malhadada Venezuela
chavista. ¡No hay! es el lema del socialismo depredador, la cola interminable
para obtener aceite, arroz o pollo es la imagen que cotidianamente le da la
vuelta al mundo como expresión del fracaso del Socialismo del siglo XXI. Somos
un país que concita la compasión, el más sentido pésame, la solidaridad de
todos aquellos ciudadanos del universo que no comprenden como un país tan rico
pasó a ser una comarca revolucionaria donde campea el hambre, la inseguridad y
la muerte.
Algunos padres desesperados han seguido el
consejo maracucho y han hervido yuca para saciar el llanto de hambre de sus
hijos, pero cuando la pobre lava …llueve, la fatalidad y la mala leche se han
hecho presentes en ahora unos enlutados hogares: la yuquita hervida y comida con ilusión y
alegría era agria y mortal. Estamos a punto de convertirnos en un país de
caníbales o de auto caníbales, el hambre -
colectiva y generalizada - hará que lo escrito por Manuel Mujica Láinez
se convierta en una dramática experiencia bolivariana Hecha en Socialismo:
El hambre le tortura en forma tal que comprende
que si no la apacigua en seguida enloquecerá. Se muerde un brazo hasta que
siente, sobre la lengua, la tibieza de la sangre. Se devoraría a sí mismo, si pudiera.
Se troncharía ese brazo.
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