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Gustavo Coronel
Como decía Oliver Sacks a sus 82 años: "estoy en el año del Plomo (en la tabla periódica de los elementos, el plomo es el #82) pero no creo que llegaré al Bismuto (el número #83 en la Tabla Periódica)".
El Dr. Sacks no llegó. Yo he tenido la suerte de llegar hoy al Bismuto, 83 años. Por eso hoy me estoy tomando unas vacaciones del drama venezolano, el cual me ha ocupado buena parte de mi tiempo durante los últimos 17 años.
No
me siento diferente a ayer. Al contrario, me siento mejor, porque mi
médico me ha llamado para darme resultados muy buenos de mi
ecocardiograma y de las condiciones de mi aorta, la cual tiene alguna
calcificación pero todavía
aguanta.
Por supuesto, me duele todo. A los 83 años uno tiene muchas aflicciones pero, realmente, no tiene ninguna. Ello es lo que hace de la Gerontología una especialidad en peligro de extinción. Si a los 83 años uno tiene osteoartritis, hipertensión, gota, colon irritable, alguna degeneración del cerebelo de tanto whisky bueno, una que otra neuropatía periférica, laberintitis paroxística de vez en cuando, cataratas en el ojo que no está operado, un 36,4% de sordera en el oído izquierdo y picazón generalizada al salir a caminar bajo el sol, como establecer prioridades? Ningún médico puede atacar tantos frentes de manera simultánea, por lo cual el gerontólogo se va convirtiendo poco a poco en un psicólogo o un sacerdote y receta cada vez menos drogas, menos bisturí y más sonrisas.
Lo que sí es cierto es que la vejez es buenísima! Altamente recomendable. Por supuesto se requiere una buena capacidad de adaptación, un buen sentido del humor, una curiosidad incansable por saber como "termina la película", o, como decíamos cuando hacíamos geología de campo, ver que es lo que hay después del próximo recodo del río . Lo bueno es que muchas de estas características requeridas parecen crecer en paralelo con los años, van de la mano con nuestro ascenso (o es descenso?) por la tabla periódica.
Parecería que todo es posible para un anciano venezolano, excepto dos cosas: viajar a las estrellas y ver a esos bandidos chavistas fuera del poder. Y sobre el viaje a las estrellas, quién sabe?
Por supuesto, me duele todo. A los 83 años uno tiene muchas aflicciones pero, realmente, no tiene ninguna. Ello es lo que hace de la Gerontología una especialidad en peligro de extinción. Si a los 83 años uno tiene osteoartritis, hipertensión, gota, colon irritable, alguna degeneración del cerebelo de tanto whisky bueno, una que otra neuropatía periférica, laberintitis paroxística de vez en cuando, cataratas en el ojo que no está operado, un 36,4% de sordera en el oído izquierdo y picazón generalizada al salir a caminar bajo el sol, como establecer prioridades? Ningún médico puede atacar tantos frentes de manera simultánea, por lo cual el gerontólogo se va convirtiendo poco a poco en un psicólogo o un sacerdote y receta cada vez menos drogas, menos bisturí y más sonrisas.
Lo que sí es cierto es que la vejez es buenísima! Altamente recomendable. Por supuesto se requiere una buena capacidad de adaptación, un buen sentido del humor, una curiosidad incansable por saber como "termina la película", o, como decíamos cuando hacíamos geología de campo, ver que es lo que hay después del próximo recodo del río . Lo bueno es que muchas de estas características requeridas parecen crecer en paralelo con los años, van de la mano con nuestro ascenso (o es descenso?) por la tabla periódica.
Parecería que todo es posible para un anciano venezolano, excepto dos cosas: viajar a las estrellas y ver a esos bandidos chavistas fuera del poder. Y sobre el viaje a las estrellas, quién sabe?
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