Monday, August 22, 2016

La mofa al poder (II)

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E l humorismo sólo puede ser de oposición; de favorecer al poder deja de serlo y se convierte en jalabolismo.
La libertad de expresión pasa por buenos y malos ratos en el discurrir del período democrático de nuestra Historia en el s. XX, desde la caída de Pérez Jiménez y consecuentes elecciones que llevan al poder a Rómulo Betancourt (59-64), hasta los comicios de 1998.Con la acción de la guerrilla, durante el mandato de Betancourt, la represión en general se endurece; progresivamente, con el debilitamiento de la insurgencia armada, va flexibilizándose bajo los gobiernos civiles siguientes; viene a resultar vapuleada por Jaime Lusinchi (84-89), con el ejercicio de la censura solapada; la más notoria, la coloquialmente llamada “cuota del papel”. En realidad fue de dólares destinados a comprar ese material (cualquier semejanza con el presenteno es pura coincidencia…), controlados entonces mediante Recadi: el más oscuro y profundo pozo de corrupción que creíamos podía haberse inventado. ¡Tan bolsas nosotros!
En el inicio de la actividad electoral que conduciría a los comicios de diciembre 1989, a Pedro León Zapata le dan ganas de ser Presidente de la República y lanza su candidatura, arrancando su campaña con “El grito de La Guacharaca“, así llamado por el botiquín donde ocurrió el memorable evento. Centenares de intelectuales y artistas lo respaldan. Como es cosa corriente en Venezuela, también se empata en la movida una tolda política oportunista, denominada Partido Porno-revolucionario Venezolano, fundado por quien esto escribe. La organización contó con dos miembros: el susodicho, que era el dirigente, y un militante de base destinado a justificar la existencia del otro, y este fue el periodista Carlos Ortega.
Expresamos nuestra adhesión al Movimiento Zapatista en un Manifiesto publicado por el diario El Nacional (7-09-86); documento, además, expositivo de la ideología del partido, en el cual se dice, entre otras atrocidades: “El Pprv se define como un partido falócrata que no es derecha ni de centro ni de izquierda, políticamente se ubica por delante y por detrás y se menea al ritmo que le toquen”… “carece absolutamente de principios éticos y no ofrece ningún programa, excepto el propósito de abogar por la inmoralidad en todas sus formas”… Respaldamos a Zapata por ser “La Candidatura de la Sinceridad”… “porque lo único que ofrece es puestos públicos a sus más cercanos seguidores, o sea, promete aquello que los demás candidatos jamás mencionan, aunque es lo único que dan cuando llegan al poder”… “Gobernaremos mediante roscas” ─siguiendo uno de los principios enunciados por Zapata, declaradamente rosquista─… “reprimiremos con saña”… “sin que a nadie se le ocurra decir que respetamos la libertad de expresión”… “Robaremos al Erario como gitanos húngaros, y así lo declararemos a los medios”… “encompinchados con truhanes y bataclanas nos emborracharemos y hartaremos como cerdos, permitiendo que nuestras orgías sean difundidas por la televisión, para desesperación de las masas famélicas”…
La declaración ideológica del Pprv anticipa no exactamente el pensamiento, sino algo peor: la práctica chavista, aunque con la notoria diferencia de la sinceridad, ausente en el chavismo, por cuanto los de esta calaña son de los que despotrican públicamente de la burguesía apátrida mientras miran la hora en su reloj de 10 mil dólares, a ver si es tiempo abordar su avión que los llevará a su condominio en Miami.
La Zapatada prosperó; según una encuesta realizada para El Universal por la empresa Gallup, un 13 % de los entrevistados declaró su intención de votar por P.L. Zapata. Pero, para la gran frustración de quienes esperábamos resolvernos al alcanzar el poder, el candidato desistió, alegando que la actividad política no le dejaba tiempo para pintar.
Al desinflarse el Movimiento Zapatista, CAP gana cómodamente los comicios del 88. Bajo su segundo mandato (89-93) la libertad de expresión vuelve a gozar de buena salud. Otra vez se verá amenazada por el principio de la “información veraz” esgrimido por Caldera (2º, 94-99).
Iniciándose la etapa chavista de nuestra Historia, vale decir, sin haberse acentuado todavía su perfil dictatorial, aparece en el ambiente La Reconstituyente, en la que estuvieron involucrados los talentos de Laureano Márquez, Claudio Nazoa, Wilmer Ramírez y Rolando Salazar; el último alcanzó enorme popularidad gracias a su genial caricaturización del Comandante. Poco después dejaría de hacer la exitosa caracterización; por razones de seguridad, es de suponerse.
La Reconstituyente (1999-2000) toma su nombre de la Asamblea Constituyente, organismo que suplantó al Congreso de la República en una de las primeras acciones del proceso. Su formato es el del show de variedades y por su teatralidad se asemeja a la antes mencionada Sagrada Familia del temprano posgomecismo. Resultó un espectáculo cómico dinámico, rico en ingeniosidades mordaces, cuyo tema central fue el desempeño del nuevo gobierno “revolucionario”; tanto como se hacía en el sainete, asimilaba a sus contenidos los acontecimientos políticos del momento y los interpretaba como sketchs al criterio de los actores. ¡Ni qué decir que sobró material para la sátira!, porque desde el principio del mandato fueron evidentes sus exabruptos, corruptelas, arbitrariedades y ridiculeces de inspiración nacionalista, así como la glorificación idolátrica del líder. Por primera vez en nuestra Historia un sujeto en el poder tuvo la desfachatez de propiciar que sus áulicos lo igualaran a Bolívar.
Ambas obras fueron producciones “con fines de lucro” ─en el buen sentido del término─; en ese aspecto se diferencian de La Delpiniada, La Sacrada y La Zapatada, eventos distantes de todo propósito crematístico. Fueron gestos netamente románticos, por así decirlo, con la única intención de criticar la descomposición reinante mediante la sátira. Las dos primeras también admiten el calificativo de acciones de romanticismo heroico, por cuanto ocurrieron en contextos sociopolíticos férreamente represivos; y, en efecto, sus oficiantes pagaron por su osadía.
Hasta donde alcanza mi información, no ha ocurrido más nada semejante en lo corrido delproceso. En Venezuela el ambiente se ha vuelto demasiado ácido y siniestro como para hacer humoradas; andando uno desesperado por ahí buscando una medicina para un hijo, o rumiando o una arrechera impotente en una cola, aquí lo único que provoca es mentar madres a diestra y siniestra.

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