Editorial El Nacional
Al descrédito de los socialistas europeos y sus aliados nada ni nadie le pone freno. Es como si hubiesen decidido dejar muy atrás cualquier señal de vergüenza para borrarse de la historia definitivamente. Antes era un acto reflejo decirse socialista y al mismo tiempo hacer saber que se era partidario de la justicia, de la honestidad y del sacrificio por el bien de los demás. Ahora eso ya no cuaja, no es bien visto y, desde luego, no se lleva este verano ni los anteriores. Lo que se lleva es enlodarse lo más posible, mentir no a ratos sino siempre y, salvo excepciones, colocarse a sueldo ya no de los poderosos sino de los sectores más sucios y nauseabundos del delito organizado.
En Venezuela el socialismo escogió ese camino y ya sabemos en qué pantanos va hundiéndose todo, desde los valores más fundamentales de la sociedad hasta las apariencias oficiales que eran de rigor guardar ante los ciudadanos. Rige pues la anarquía entre los cabecillas y sus seguidores y, faltaba más, está de moda travestirse de mafioso petrolero y dar dinero y favores para que la revolución se convierta en algo irremediablemente continental, aunque ello conlleve sembrar hambre, delincuencia y terror en la población.
Como si esto no llenara suficientemente el saco, ahora los políticos socialistas retirados y su periferia de antaño se ofrecen por estos predios de América Latina como “asesores y mediadores” como si en sus propios países no se exhibieran las mismas grietas sociales, las mismas zancadillas para que no mande nadie si no mando yo, como sucede, por nombrar apenas un par, en Francia y España.
Por Venezuela han estado de rondas varios enderezadores de entuertos que, por más que lo disimulen, van acompañados de sus dueños, valga decir, los que pagan sus servicios y cancelan las facturas de los vuelos en jet, de los alojamientos en lujosos hoteles, los opíparos almuerzos y cenas y, faltaba más, los placenteros viajes a las costas caribeñas.
Tanto esfuerzo y sudor no es gratis pues de alguna manera se las ingenian para estimarlas como “servicios profesionales”, por si acaso los agentes de impuestos los pillan y quedan al descubierto. Ejemplos sobran y sin ir muy lejos los de Podemos, en España, han vuelto a descubrir la América sin pedir permiso al almirante alucinado Cristóbal Colón.
Hoy el experimentado navegante, el profesor Monedero, ha hecho honor a su apellido y convertido los doblones de oro en euros interminables. Su seguidor, el pequeño Iglesias, con pinta de limpiar parabrisas en una avenida de Bogotá, ha hecho de Podemos una iglesia sin santos pero con muchos santurrones.
Pero se equivocan quienes afirman que España “no es un país para viejos” porque a la búsqueda de tesoros en Venezuela se han lanzado dos personajes que dejaron la juventud hace tiempo: Zapatero y Baltasar Garzón. El primero fue alquilado, a trastiendas, por Maduro y salió con las tablas en la cabeza. El segundo, otrora decente juez, hoy asesora a un oscuro y peligroso círculo de mandamases señalados por la DEA de jugar al narcotráfico.
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