AGUSTÍN BLANCO MUÑOZ | EL UNIVERSAL
viernes 26 de octubre de 2012 12:00 AM
El reconocimiento del triunfo del golpista-presidente (GP), por parte de Henrique Capriles, en el lapso inmediato al boletín del CNE, produjo abatimiento y depresión.
A los señalamientos sobre fraude-trampa montado a nivel del CNE, se respondió con una campaña que convertía a los denunciantes en gente desalmada en procura de jugar a la abstención. Prédica que fue enfrentada con tanta o mayor fuerza que la utilizada por el gobierno y su CNE. El fraude se volvió un imposible.
En términos históricos la mampara del voto ha servido a dictaduras, supuestas revoluciones o falsas democracias por igual. Pero en sentido estricto, es un instrumento para el engaño, la manipulación, la compraventa de conciencias y voluntades.
Madariaga lo expresó en las señas dirigidas al pueblo para expulsar a Emparan. En 1811 se estableció que la soberanía reside en el pueblo pero que su ejercicio real corresponde a los ciudadanos con propiedad.
En 1936 Betancourt deja con vida las instituciones dictatoriales. Sigue vigente el Congreso gomecista que nombra presidentes a López Contreras y a Medina Angarita.
Una conducta que escondía el plan golpista que culmina el 18-10-1945, cuya bandera élite es el voto directo, universal y secreto. Con esto se justifica el acto de fuerza contra un gobierno que mantuvo el voto secuestrado por la élite gubernamental.
El trienio de las banderas electorales queda liquidado el 24-11-1948. En diciembre del 52 se desconoce el triunfo de URD. Y Jóvito Villalba es "invitado a salir del país".
El despertar democrático y electoral se restablece en 1958. Comienza así la "alternabilidad democrática" de AD y Copei que alimenta a la vez la conchupancia opositora. El "Reino del puntofijismo" se extiende hasta el 06D-98 cuando la llamada "vieja política", herida de gravedad el 27F-89 y de muerte el 23M-93 con la defenestración de Carlos Andrés Pérez, deja el campo abierto a sus sucesores.
No hay una nueva política, sino un nuevo discurso que se mueve entre la democracia electoralista y el socialismo-revolución democrático.
El componente humano-electoral de esta política es el mismo que, ante el fracaso del "modelo democrático" se muda al "modelo emergente" que luego asumirá el mote de socialista'.
En 14 años la llamada revolución no ha creado una militancia que se diferencie de sus orígenes socialdemócratas. Es una sociedad que vive de los beneficios que le otorga una democracia de y para la renta petrolera.
No existe aquí una conciencia proclive a la llamada revolución socialista. La pobreza, en general, actúa en atención a un discurso que ofrece cumplir con las promesas dejadas a un lado por sus predecesores populistas. Ahora el populismo revolucionario cuenta con un petróleo sobre los 100 dólares el barril. La mayor renta que populismo alguno haya tenido en el continente y parte del mundo.
Y esto es precisamente lo aplicado el 7-0: la compraventa de conciencias. Las minorías les venden el voto a las mayorías, como una de las mercancías más rentables. Y por esta vía este régimen podría asegurar muchos otros triunfos.
Un voto-mercancía que constituye un arma de negociación. En él se invierte y domina quien tenga más capital. Y frente a este "voto empetrodolarizado", la oposición se mantiene entrampada. Sabe que no la favorecerá pero es lo democrático.
Y en este marco, el discurso de HCR fue ambiguo. Se limitó a decir: reconoceré lo que el pueblo decida. Y al producirse el boletín CNE, dice: Aquí estoy para reconocer y respetar la voluntad de mi pueblo. Un limpio reconocimiento a un proceso impecable.
Pero el panorama se sigue complicando. Hasta dirigentes de la MUD se hacen preguntas. Uno de ellos, Antonio Ledezma interroga: ¿Qué pasó el 7-0? ¿Quién puede negar que fue una victoria sospechosa y como tal en entredicho?
La matriz de opinión del fraude-trampa crece. Y en esta misma medida se demarcan dos vertientes opositoras: la que cuadró con el CNE y los llamados "radicales" que siguen empeñados en desconocer la pureza del proceso.
Estas dos posiciones las recoge J.V. Rangel. Según su óptica el veredicto del CNE sobre las elecciones del 7-0 deja algo beneficioso: la posibilidad de transitar la ruta del diálogo entre el gobierno y una oposición democrática que... "mantuvo un comportamiento cívico y de un Gobierno que la reconoció. En otras palabras, que se abrió un proceso recíproco de legitimación y la disposición a despejar el panorama de aviesos fantasmas" (Ult. Nots.,22/10/12, p.20).
¿Atrás quedó el llamado golpista del 11 A-02, el candidato majunche de la extrema derecha que se negaría a reconocer los resultados electorales del CNE? ¿Ahora son otros los malos?
En efecto, ahora la supuesta defensa de HCR la asume JVR: ..."La actitud democrática de Capriles y su equipo fue objeto de inmediato de una campaña de descrédito, como suele pasar cuando sectores comprometidos con el golpismo pierden y no hallan manera de explicar lo sucedido". Y agrega... "la acusación más venenosa fue por el hecho de reconocer, de inmediato, la reelección de Chávez, sin dar tiempo a reclamos. A exhibir pruebas del fraude', y, por consiguiente dejando sin argumentos a la oposición".
Según esto Capriles ya no es el conspirador que tenía montado un "Plan B" para generar violencia como el 11 A-02. Ni el jefe de la derecha y la contrarrevolución. Un hombre de la "mutua legitimación".
A esta hora los señalamientos de fraude-trampa aumentan. Y el mismo Comando Venezuela habló de Actas y Auditorias que aún no muestra. ¿La MUD y el Comando Venezuela explicarán alguna vez qué ocurrió el 7-0?
¿Hay conciencia de que se está legitimando a quienes dicen ahora que avanzarán hacia el socialismo-Comunas, como su alma y fundamento, mientras prosigue el proceso de destrucción de este expaís, propiedad de los cubanos, chinos, yanquis y paremos de contar?
¿Creen esas oposiciones que el colectivo seguirá creyendo en sus burlas electorales? ¡Qué historia, amigos!
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