Gustavo Coronel
Para quienes nunca han visto u oído a Borges, aquí hay una entrevista que le hiciera la televisión española en 1976, cuando tenía unos 77 años: http://www.youtube.com/watch?v=YsRXm5RQJFI . Impresiona su sonrisa y su inocencia de niño.
La genialidad de Borges es hacernos creer, sentir, que está siempre a punto de traspasar la puerta que nos separa del gran misterio. Eso probablemente no corresponde a la realidad. Borges mismo parece haberlo confesado cuando dice: “No soy ni filósofo ni metafísico…lo que hecho es explorar las posibilidades literarias de la filosofía”. Y añadió: “no tengo ninguna teoría del mundo”. Dice en El Aleph que la solución del misterio siempre es inferior al misterio, en si una gran intuición que parecería alertarnos contra la decepción de lo que nos será revelado…. siempre pensé que sería él quien lo haría.
Lo cierto es que Borges, así como Eliot, Blake, Donne, Kavafis y Pessoa, es uno de mis poetas favoritos, todos por la misma razón, porque van más allá de la epidermis y osan tratar de levantar el velo del cual habló Omar Khayam,con resignación, sin intentar jamás levantarlo. También me gustan Keats y Antonio Machado por otras razones, por la intrínseca belleza de su poesía.
He estado releyendo la obra poética de Borges, en una antología publicada en 1989 por María Kodama. Es presentada en secuencia cronológica, comenzando con su primer libro de versos (pagado por el mismo): “Fervor de Buenos Aires”, 1923. Aquí todavía no está Borges, apenas algunos atisbos de la grandeza que vendrá, como cuando dice: “aquí está el patio que ya no comparten sus ojos, allí la acera donde acechó su esperanza… nos hemos repartido como ladrones el caudal de las noches y de los días”. (“Remordimiento por cualquier muerte”).
Me gusta lo que dice en “Atardeceres”: “la mano jironada de un mendigo agrava la tristeza de la tarde” y, especialmente, “el silencio que habita los espejos”. En “Líneas que pude haber escrito…” menciona por primera vez a Whitman, quien será referencia frecuente en su vida.
Dice Borges que ya en ese primer libro está todo Borges pero que "solo él lo sabía".
“Luna de Enfrente”, 1925, su segundo libro de poemas, tampoco es como para saltar de emoción. Borges dice que en este libro quiso comenzar a ser argentino y hasta se compró un diccionario de argentinismos para sazonar sus poemas con estacas y pampas y espadañas. Supo que alguno que otro poema contnidos aquí se salvaría, por ejemplo: “El general Quiroga va en coche al muere”, en donde dice: “Ya muerto, ya de pie, ya inmortal, ya fantasma - se presentó al infierno que Dios le había marcado - y a sus órdenes iban, rotas y desangradas - las ánimas en pena de hombres y de caballos”. Y de Montevideo dice: “eres el Buenos Aires que tuvimos, el que en los años se alejó quietamente”. Lo mismo que diríamos nosotros del Quito de hoy, la Caracas que tuvimos. En este poemario asoman ya algunas aisladas genialidades: “el mundo es unas cuantas tiernas imprecisiones”… “yo comparto la tarde con mi hermana, como un trozo de pan”, “He dicho asombro donde otros dicen solamente costumbre”.
En “Cuaderno San Martín” aparece el Borges. En “Fundación Mítica de buenos Aires” lo leo por primera vez: “Y fue por este río de sueñera y de barro que las proas vinieron a fundarme la patria?”. Y sigo leyendo: “Lo cierto es que mil hombres y otros mil arribaron - por un mar que tenía cinco lunas de anchura - y aun estaba poblado de sirenas y endriagos - y de piedras imanes que enloquecen la brújula”. No he olvidado nunca aquello de : “una cigarrería sahumó como una rosa el desierto - La tarde se había ahondado en ayeres - Los hombres compartieron un pasado ilusorio. Solo faltó una cosa, la vereda de enfrente”.
Borges llama un poema que aparece en este libro: “La noche que en el sur lo velaron” su “primer poema auténtico”. Allí dice: “Me conmueven las menudas sabidurías – que en todo fallecimiento se pierden – hábito de unos libros, de una llave…” y habla de una vigilia alrededor del muerto “reunida para acompañar y guardar su primera noche en la muerte”.
En “El Hacedor”, 1960, Borges sueña que le dedica el libro a Leopoldo Lugones y que este lo ha aceptado. En este volumen figura el extraordinario “Poema de los dones”, el primero de dos con igual nombre, el que comienza: “Nadie rebaje a lágrima o reproche –esta declaración de la maestría de Dios – que con magnífica ironía – me dio a la vez los libros y la noche…... ojos sin luz, que solo pueden leer – en las bibliotecas de los sueños”. En este poema comienza su obsesión del otro, que lo persigue durante toda la vida.: “ Al errar por las lentas galerías – suelo sentir con vago horror sagrado – que soy el otro, el muerto - que habrá dado los mismos pasos en los mismos días”. Y añade: ‘” Cual de los dos escribe este poema…..Groussac o Borges..”.
Por qué dice Groussac? Porque Paul Groussac también era ciego. Y Borges imagina que quizás Groussac, no él, escribió ese poema.
En “Ajedrez”, inspirado por Omar Khayam, deja ver un atisbo de lo que será su gran poema: “El Golem”, cuando dice: “Que dios detrás de Dios la trama empieza - de polvo y tiempo y sueño y agonías?”. Y en memoria de Alfonso Reyes: “Supo bien aquel arte que ninguno - supo del todo – ni Simbad ni Ulises – que es pasar de un país a otros países y estar integramente en cada uno”.
"Museo", 1960, es una colección de fragmentos escritos por Borges y por su amigo Casares. Allí encuentro un poema de excepcional belleza, muy breve, titulado “Le Regret D’Heraclite”, el cual dice así: “Yo, que tantos hombres he sido –no he sido nunca aquel – en cuyo amor (nota: otras versiones dicen abrazo) desfallecía Matilde Urbach”. Aparentemente Heráclito era su filósofo preferido, con su dicho: “Nadie se baña dos veces en el mismo rio”, es decir, cada momento viene y se va para siempre. Si me apuran mucho diría que nunca he leído un poema de amor tan bello como ese.
“El otro, el mismo”, 1964, es el libro de poemas preferido por el autor, donde pueden encontrarse “El otro poema de los dones” y otros que él considera como de sus mejores, como “El poema conjetural”, lo que el Dr. Laprida piensa antes de morir asesinado: “ Al fin me encuentro con mi destino sudamericano … en el espejo de esta noche alcanzo – mi insospechado rostro eterno… pisan mis pies la sombra de las lanzas que me buscan… el íntimo cuchillo en la garganta”.
En “Límites” habla el Borges del misterio eterno: “Para siempre cerraste alguna puerta – y hay un espejo que te aguarda en vano…. creo en el alba oir - un atareado rumor de multitudes que se alejan: son los que me han querido y olvidado; espacio y tiempo y Borges ya me dejan”.
En “El Golem” hay horror, terror y la sugerencia de que todos somos hechuras imperfectas de un creador, arrepentido? : "Algo anormal y tosco hubo en el Golem –ya que a su paso el gato del rabino se escondía…. En la hora de angustia y de luz vaga – en su Golem los ojos detenía – Quien nos dirá las cosas que sentía - Dios, al mirar a su rabino en Praga?”.
En “Alguien” Borges nos advierte: “las pruebas de la muerte son estadísticas – y nadie hay que no corra el albur de ser- el primer inmortal…
“Everness” merece una transcripción más extensa: “Solo una cosa no hay. Es el olvido. Dios que salva el metal – salva la escoria - y cifra en su profética memoria - las lunas que serán y las que han sido… y todo es una parte del diverso cristal de esa memoria, el universo – no tienen fin sus arduos corredores – y las puertas se cierran a tu paso – solo del otro lado del ocaso – verás los arquetipos y esplendores”.
Quiero terminar aquí, para ir a cenar. Mañana continuo con este pequeño recuento del Borges que utilizó la filosofía como herramienta para su obra poética.
(II)
(II)
En “El otro, el mismo” Borges nos ofrece su maravilloso “Otro poema de los dones”, en el cual da las gracias a Dios por, entre otras razones, “la diversidad de las criaturas…por la razón que no cesará de soñar… por el misterio de la rosa… por el ultimo día de Sócrates… por los rios secretos e inmemoriales que convergen en mí… por la mañana que nos depara la illusion de un principio… por los minutos que preceden al sueño…por la música, misteriosa forma del tiempo”.
Y a este poema le sigue uno que nos hace pensar en Venezuela y en su trágica selección de líderes usurpadores. Es “Oda escrita en 1966”, donde dice: “Nadie es la patria. NI siquiera el jinete que..rige un córcel de bronce…ni siquiera los símbolos… ni siquiera el tiempo cargado de batallas….. la patria, amigos, es un acto perpetuo…nadie es la patria pero todos –debemos ser dignos del antiguo juramento… somos… la justificación de aquellos muertos…Nadie es la patria pero todos lo somos…arda en mi pecho y en el vuestro, incesante, ese límpio fuego misterioso”.
En “Junín” Borges regresa a su obsession con el otro, cuando dice: “Soy, pero también soy el otro, el muerto – el otro de mi sangre y de mi nombre…vuelvo a Junín donde no estuve nunca..quien me dirá como eras y quien fuiste”.
En “Una mañana de 1649” describe la subida al cadalso de Carlos (Carlos I, de Inglaterra). Leí lo descrito por Dumas sobre ese momento en “Veinte años después”, con D Ártagnan escondido bajo el patíbulo, para oir las últimas palabras del rey que será decapitado. Carlos mantiene dignidad y majestad al subir al cadalso y prueba con su mano el filo del hacha. Termina Borges su poema diciendo: “los jueces no son el juez. Saluda levemente y sonríe. Lo ha hecho tantas veces”. Que manera de morir, en sus términos!
El libro “Para las seis cuerdas”, 1965, está dedicado a la milonga. En “Donde se habrán ido?”, medita sobre las veleidades de la historia: “en la memoria de los tiempos venideros – también nosotros seremos los primeros – el ruin será generoso y el flojo será valiente – no hay nada como la muerte – para mejorar la gente”.
En “Elogio de la sombra”, 1969, se confiesa con gran candor, y algo de esto repite en la entrevista que le hace la televisión española en 1976, cuyo link anexo en mi post anterior. Dice: “No soy poseedor de una estética… el tiempo me ha enseñado algunas astucias… a los espejos, laberintos y espadas que ya prevé mi resignado lector (sabía reírse de sí mismo) se han agregado dos temas nuevos: la vejez y la ética”. En “Heráclito” retoma su asombro ante el tiempo: “el río me arrebata y soy ese río..de un material deleznable fui hecho… acaso el manatial está en mí, acaso de mi sombra surgen, fatales e ilusorios, los días”. Borges intuia que el río del tiempo corre hacia atrás, que vamos hacia los primeros días de la creación. Y esto, mis amigos, aparentemente es lo que piensan ahora algunos respetables cosmólogos. En “The Goldilocks Enigma”, Paul Davies trata (es casi imposible) de explicarnos que es lo que hay detrás del velo. Entre las cosas que dice está algo muy parecido a la intuición de Borges. El cosmos, teoriza es circular (y, como decía Gallegos, las cosas vuelven al lugar de donde salieron! Esto de Gallegos, porsia, no lo dice Davies sino yo). Y cita otras hipótesis, como la del filósofo de Oxford, el sueco Nick Bostrom, quien dice: “Hay una gran probabilidad de que estemos viviendo en una simulación computerizada. Lo digo literalmente: usted podría estar existiendo como parte de una realidad virtual simulada, en un computador construído por una civilización más avanzada”. Bostrom, por cierto, tiene su sitio web: http://www.nickbostrom.com/ y anda (todavía) suelto, no está en ningun manicomio.
En “James Joyce” Borges insiste en sus ideas sobre la unidad del hombre con su pasado y sobre el río del tiempo que fluye corriente arriba: “En un día del hombre están los días del tiempo – desde aquel inconcebible dia inicial del tiempo, en que un terrible Dios prefijó los días y agonías – hasta aquel otro en que el ubícuo río – del tiempo terrenal torne a su fuente…”. Y termina: “Dáme, Señor, coraje y alegría, para escalar la cumbre de este día”.
Y en “Rubaiyat”regresa el otro: “Hoy es ayer. Eres los otros, cuyo rostro es el polvo. Eres los muertos”.
“Buenos Aires” es una nostálgica evocación de la ciudad que se le escapa, una enumeración de lo que la ciudad ya no es. Dice, entre otras evocaciones: “ [Buenos Aires] Es el ultimo espejo que repitió la cara de mi padre”.
Y, al pasar la página, nos encontramos con “Fragmentos de un evangelio apócrifo”. Que maravilla! Hay que leerlo. Dice: “nadie es la sal de la tierra, nadie, en algun momento, no lo es”. “Que la luz de una lámpara se encienda, aunque nadie la vea. Dios la verá”. “Yo no hablo de venganzas ni de perdones. El olvido es la única venganza y el único perdón”. “Feliz el pobre sin amargura y el rico sin soberbia”. “Da lo santo a los perros, echa tus perlas a los puercos; lo que importa es dar”. Y termina: “Felices los felices”.
En “Un lector”nos dice: “Que otros se jacten de las páginas que han escrito: a mi me enorgullecen las que he leído”.
Y en “Elogio de la sombra”, ciego y entrando en la temida comarca de la senectud: “La vejez (tal es el nombre que otros le dan) puede ser el tiempo de nuestra dicha… esta penumbra es lenta y no duele – fluye por un manso declive – y se parece a la eternidad… mis amigos no tienen cara- las mujeres son lo que fueron hace ya tantos años… pronto sabré quien soy”.
“El oro de los tigres”, 1972, es una obra de la madurez, en la cual afirma: “la parabola sucede a la confidencia, el verso libre al soneto… notarán la preocupación filosófica, mia desde niño cuando mi padre me reveló… la Carrera de Aquiles y la tortuga”. Hay demasiado sobre lo cual meditar en este libro. En “Tu”dice: “Un solo hombre ha nacido, un solo hombre ha muerto en la tierra – afirmar lo contrario es mera estadística, una adición imposible…. Hablo del único, del uno, del que siempre está solo”.
“La rosa profunda” es un poemario de 1975. Allí reflexiona: “Un escritor puede concebir una fábula pero no penetrar su moraleja..debe ser leal a su imaginación..no a una supuesta “realidad”. Dice que el deber del verso es “comunicar un hecho preciso”. E ilustra esto con un fragmento de un poema de Meredith (George Meredith, novelista ingles, 1828-1909): “Not till the fire is dying in the grate – look we for any kinship with the stars.”. Es decir, “solo cuando el fuego muere en la chimenea, es que buscamos una hermandad con las estrellas”, una reflexión sobre la sabiduría de la vejez (cuando es demasiado tarde?). En este libro Borges comienza a ver hacia atrás con demasiado empeño, envejece: “cuando yo muera morirá un pasado… sobre nosotros crece, atroz, la historia”.
En “La moneda de hierro”, 1976, escribe en el prólogo: “descreo de la democracia, ese curioso abuso de la estadística”. Y en “Una llave en Lansing”: “hay una cerradura que me espera – una sola…del otro lado está la casa, oculta y verdadera…. Alguna vez empujaré la dura puerta – y haré girar la cerradura”. En “El remordimiento” confiesa : “He cometido el peor de los pecados- que un hombre puede cometer. No he sido feliz….. mis padres me engendraron para el juego – arriesgado y hermoso de la vida. Los defraudé…mi mente se aplicó… a las porfías del arte que entreteje naderías…no fui valiente…”
“Historia de la noche”, 1977 está dedicado a María Kodama, quien lo acompañaría hasta la muerte. En “Metáforas de las Mil y una Noches” termina: “Dicen los árabes - que nadie puede leer hasta el fin - El Libro de las Noches – las noches son el tiempo, el que no duerme. Sigue leyendo mientras muere el día – y Sharazad te contará tu historia”. La profundidad es tal que parece, como decía Churchill hablando sobre Rusia, “un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma” o como esas muñecas rusas llamadas “matryoshka” que vienen unas dentro de las otras.
En “El juego” se adelanta? o incursiona en la teoría del caos: “El le había tomado la mano izquierda y le quitaba y le ponía el anillo de marfil y el anillo de plata…… no sabían que era necesario aquel juego para que determinada cosa ocurriera, en el porvenir, en determinada región”.
“Milonga del Forastero” nos recuerda que: “No vale ser el más diestro – no vale ser el más fuerte – siempre el que muere es aquel- que vino a buscar la muerte”.
“Things that might have been” habla de la historia y de su historia alterna: “Pienso en las cosas que pudieron ser y no fueron – la historia sin la tarde de la cruz y la tarde de la cicuta…el orbe sin la rueda y sin la rosa… el hijo que no tuve”.
En “The thing I am” (cita en el título lo que dice Parolles, personaje menor de Shakespeare en “All is well that ends well”) , regresa a su leit-motiv del otro : “No soy Borges, soy su memoria pero soy el otro…soy la carne y la cara que no veo… soy la cosa que soy…”. Borges habla de este poemario como “el más íntimo” que ha escrito.
“La Cifra”, 1981 es también dedicado a María Kodama. Allí se juzga con demasiada severidad al decir que le ha sido vedado ensayar la “cadencia mágica, la curiosa metáfora’ cuando es en eso, precisamente, que se ha destacado. Y habla de su poesía como “intelectual” , de esa que no dice nada y lo dice todo.
En “Beppo” se pregunta: “De que Adán anterior al Paraíso – de que divinidad indscifrable – somos los hombres un espejo roto?”. Y su soledad parece llevarlo a la depresión, cuando se refiere a la longevidad como: “un insomnio que se mide por décadas..no ignorar que estoy condenado a mi carne, a mi detestada voz, a una rutina de recuerdos….”. Provocaba decirle: carajo, Jorge Luis, échate un trago, no seas tan pesimista.
En “Buenos Aires” atisba el multiverso, los universos paralelos. Dice: “He nacido en otra ciudad que también se llamaba Buenos Aires…. Alguien casi idéntico a mi, alguien que no habrá leído esta página – lamentará las torres de cemento y el talado obelisco”.
Y, hablando de “Los Justos” los enumera: “un hombre que cultiva su jardín…el que acaricia un animal dormido… el que prefiere que los otros tengan razón… esas personas… están salvando al mundo”.
“Los Conjurados”, 1985, es el ultimo libro que aparece en la antología, publicado un año antes de la muerte de Borges. Allí dice “solo podemos dar lo que ya hemos dado…solo podemos dar lo que ya es del otro…. Toda obra humana es deleznable pero su ejecución no lo es”, citando a Carlyle. Dice también que ha observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. “No pasa un día”, dice, “que no estemos en el paraíso….la belleza no es privilegio de unos cuantos nombres ilustres”.
Ya ochentón, le pesa la vida. En “Triada” confiesa: “el alivio que tu y yo sentiremos en el instante que precede a la muerte, cuando la suerte nos desate de la triste costumbre de ser alguien…”.
(Zapateé pá otrolao, Borges. No me meta a mí en ese asunto).
En el bello “Alguien soñará” nos hace niños de nuevo o nos recuerda que nunca hemos dejado de serlo: “Alguien soñará que Alonso Quijano puede ser Don Quijote sin dejar su aldea… la vida no es un sueño pero puede llegar a ser un sueño…”.
Se lamenta, una vez más, de su ceguera, “On his blindness”: “Yo querría ver una cara alguna vez…el goce de libros que mi mano reconoce… las altas aves y las lunas de oro… [solo me queda] el hábito del verso”.
“La Larga Busca” parece ser un buen sitio para despedirme, para efectos de esta nota, de Borges. “hay un animal invisible que los hombres buscamos y que nos busca… no puede medirse..ni contarse.. las formas que lo suman son infinitas… suele descender fugazmente… habita los espejos… acecha en la mirada de una mujer, en la ignorante aurora….”
Siento que Borges está siempre agazapado detrás de nuestra puerta, sonriéndose como un niño de nuestra incapacidad para ver lo que él parece haber visto.
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