Gustavo Coronel
21 Agosto, 2014
21 Agosto, 2014
No hablo con Leopoldo López Mendoza desde que él tenía 10 años. El estudiaba interno en el área de Boston mientras yo estaba en Harvard y fui a visitarlo en un par de ocasiones. Soy muy amigo de sus padres, Leopoldo López Gil y Antonieta Mendoza y tuve la oportunidad de ir a su bella casa de Caracas en varias ocasiones. Guardo memorias muy bellas de las veladas con ellos, Jorge Olavarría y su esposa Marian.
La esmerada educación que recibió Leopoldo, en colegios y universidades de primera categoría mundial, lo prepararon para una posible carrera profesional en alguna empresa venezolana o corporación multinacional de primera línea, donde con toda probabilidad hubiera ascendido a los más altos niveles. Sin embargo, Leopoldo tenía un vocación de servicio público, la cual lo llevó, casi desde su graduación en Harvard, donde obtuvo un maestría en Políticas Públicas, al ejercicio político en Venezuela.
En la alcaldía de Chacao llevó a cabo un labor modernizante y de interesantes iniciativas en el campo de la administración pública. Fundó un grupo político junto con jóvenes de su mismo perfil entusiasta y optimista. Le tocó iniciar su carrera política durante la vigencia del régimen de Hugo Chávez Frías, un régimen excluyente y abusivo. Por lo tanto la carrera de Leopoldo López Mendoza, la cual hubiera podido ser meteórica en un entorno democrático como el que imperó en Venezuela por largos años, sobre todo entre 1958 y 1976, se convirtió – por necesidad – en una lucha en defensa de la democracia y la libertad conculcadas por un régimen extranjerizante, populista e inepto.
El empuje que traía Leopoldo, el cual lo hubiera llevado pronto a las más altas posiciones políticas de la nación tuvo que ser progresivamente desviado de las tareas de la administración pública, en las cuales se había destacado, a la lucha por defender y conservar los amenazados espacios democráticos. En esa tarea de lucha política se destacó pronto por la contundencia de sus ideas y su carisma. Se convirtió en uno de los tres o cuatro líderes más importantes de la oposición y llegó representar una de las principales alternativas democráticas para desalojar del poder al régimen chavista.
El régimen actuó en su contra y lo hizo objeto de una inhabilitación absurda, condenada en las instancias internacionales por la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos de la OEA. El efecto práctico de esta inhabilitación – sin embargo – fue impedirle consolidarse como líder victorioso de la oposición. Sin mezquindades, Leopoldo López Mendoza apoyó a Henrique Capriles como candidato presidencial de la oposición y siguió militando en las filas de la Mesa de la Unidad Democrática. Su estilo político lo acercó al pueblo y su rápida aceptación por las clases populares llevaron al régimen a hostigarlo, a entorpecer su labor, en ocasiones atentando contra su seguridad física y la de sus seguidores.
El galopante deterioro del país lo llevó a pensar que era imposible mantener una estrategia política de espera y de paciencia. Advirtió el peligro que enfrentaba la oposición de irse convirtiendo gradual e insensiblemente en parte de un sistema político perverso. A principios de este año comenzó a hablar de una postura oposicionista más decidida. Junto con otros líderes de valía, María Corina Machado, Diego Arria y Antonio Ledezma propusieron La Salida. Leopoldo López Mendoza la definió así:
“¿Cuál es la salida a este desastre?, nosotros creemos que la convocatoria a una salida política no es solamente con organizaciones políticas, no es solamente en un espacio restringido, esa discusión de hacia dónde tiene que ir Venezuela tiene que convocar a un pueblo, tenemos que escuchar al pueblo venezolano, tenemos que debatir… nosotros estamos conscientes que la salida tiene que ser, primero que nada, popular, popular con la gente.. gente que quiera la salida, gente que quiera ser la fuerza de un pueblo que busque cambio, segundo, una salida democrática y tercero una salida dentro de la constitución, existen distintas herramientas que nos ofrece la constitución, y nosotros debatiremos con el pueblo cuál de estas herramientas es la más oportuna… y la que nos permita avanzar hacia una mejor Venezuela…”.
Era una postura que difería del sentarse a esperar, orientada a la acción de calle, a la protesta popular, todo encuadrado dentro de las leyes. Esta postura se combinó con la acción estudiantil, la cual surgió en paralelo y en respuesta a situaciones específicas surgidas en Táchira. Estas dos iniciativas cívicas se combinaron a medida que se desarrollaban los acontecimientos para configurar un poderoso movimiento popular que se extendió por largos meses durante este año de 2014 y que ha contribuido poderosamente a acelerar el proceso de descomposición del régimen, de ello no puede haber duda.
La extraordinaria saga de Leopoldo López Mendoza adquiere, con su prisión por parte del régimen, un contorno dramático. Su entrega representa un gran gesto, de los que hacen historia. En Venezuela el liderazgo político ha sido frecuentemente cauteloso, calculador, prefiriendo la negociación, el acomodo y la excesiva prudencia. Leopoldo López se puso al frente de un movimiento popular y dio la cara. Su entrega al régimen se inscribe entre los grandes gestos y actitudes del verdadero liderazgo político venezolano: los de José María Vargas, Medina Angarita, Villalba, Gallegos, Betancourt, Leoni, Carnevali, todos quienes, en momentos claves de la historia política venezolana, pensaron en términos de principios ciudadanos y no de intereses, de su papel en la historia y no en el riesgo personal.
Por meses Leopoldo López Mendoza ha permanecido en la pequeña celda oscura de una prisión militar, aislado, sin poder hablar en privado con sus abogados y frecuentemente sin ver a su familia, objeto de violencia física, de torturas psicológicas y de un juicio grotesco en el cual se le niega el derecho más elemental a su defensa, tal y como se describe en detalle en el documento preparado por Jared Genser y José Antonio Maes, el cual está en manos de las instancias internacionales. La relativa indiferencia de algunos de sus colegas de la oposición, el ensañamiento del régimen, la total ausencia de transparencia judicial, la impunidad con la cual actúa el régimen, la pasividad del pueblo ante la injusticia que se desarrolla ante sus ojos, le ha dado a la prisión de Leopoldo López Mendoza la configuración de un sacrificio, convirtiendo su saga en gesta.
Comprendemos las angustias y decepciones que debe sufrir toda su familia, al ver que transcurren los días sin que se manifieste una protesta popular vigorosa que logre su libertad. Desearía aliviar su carga, ayudarlo a llevar su cruz. No quisiera ser un espectador impotente más de su sacrificio. Sin embargo, este régimen de pesadilla que oprime y destruye hoy a Venezuela ni siquiera permite el ejercicio pleno de la solidaridad.
El régimen agoniza aunque arrastra una buen parte de la nación en su agonía y cierta desaparición. Aunque es imposible predecir el futuro todos podemos hacer pronósticos. Pronto saldrá libre Leopoldo López Mendoza, es decir, libre su cuerpo, porque espiritualmente nunca ha sido un prisionero. Venezuela lo verá en funciones importantes de la nueva etapa democrática que se ve y oye llegar.
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