Pedro Pablo Fernández
Todas las medidas populistas que
generan distorsiones en la economía son “pan pa’ hoy y hambre pa’ mañana”.
Generan beneficios parciales momentáneos a un costo enorme en el futuro.
El subsidio de la gasolina es un
ejemplo elocuente y una oportunidad para generar un debate profundo sobre la
necesidad de sustituir este modelo que ha generado inflación, desabastecimiento
y caída en la producción por uno alternativo que genere crecimiento, inversión,
empleo y oportunidades.
Lamentablemente la confrontación hace
que todos los temas se vean como oportunidades para descalificar al adversario
con frases rimbombantes pero huecas y no se deja espacio para discutir nada con
profundidad. Hemos vaciado a la política de contenido.
El Gobierno enfrenta una crisis complicada
y viene postergando las medidas que tiene que tomar por el alto costo político
que implican. Cada día la situación se agrava, no solo para el Gobierno,
también para la oposición que busca sucederlo, porque las medidas que no se
tomen hoy, se tomarán mañana a un costo más elevado.
El subsidio de la gasolina es
tremendamente perjudicial para los 30 millones de venezolanos, especialmente
para los más pobres y no hay quien pueda argumentar lo contrario. El país
merece un liderazgo que sea capaz de decir eso con coraje en lugar de hacer
demagogia, porque si vamos a hacer demagogia mejor nos quedamos con los que
están.
Se estima que más de 100 mil
barriles, el equivalente a 15.9 millones de litros diarios de gasolina, se
pierden en despilfarro y contrabando de extracción. A Pdvsa le cuesta producir
esa gasolina casi $4 mil millones. Si a eso le sumamos los $8 mil millones que
podríamos recibir si exportáramos ese combustible tenemos que el país pierde
más de $12 mil millones al año. Eso es más de lo que se necesita para arreglar
la dramática crisis hospitalaria y de salud que tiene el país.
Mientras la gasolina se regale en
Venezuela no hay forma de acabar con el contrabando. EEUU, la mayor potencia
económica y militar del mundo, con toda su tecnología, no puede acabar con el
contrabando de drogas en su país porque es un negocio muy rentable y el negocio
de comprar gasolina en Venezuela y venderla afuera es más rentable que la
droga. La incubación de imperios económicos surgidos con negocios al margen de
la ley amenaza al Estado y pone en riesgo la seguridad de todos los
venezolanos. Colombia es un buen ejemplo. Eso por sí sólo es suficiente para
plantear la necesidad de ajustar el precio de la gasolina.
Ahora, con la destrucción que ha
habido del poder adquisitivo de las familias como consecuencia de la inflación,
el Gobierno tiene que utilizar parte de los recursos generados por el aumento
de la gasolina para financiar medidas compensatorias para las clases media y
popular. Una persona que gana salario mínimo se gasta la mitad en transporte
público y una persona de clase media no puede llenar el tanque de su carro con
gasolina a precios internacionales porque no gana en dólares sino en bolívares
devaluados.
El tema no es si se ajusta o no el
precio de la gasolina. El tema es qué va a hacer el Gobierno con los recursos
que reciba por el ajuste porque el modelo que nos ha querido imponer en los
últimos años ha hipertrofiado al Estado a tal punto que lo ha convertido en un
barril sin fondo. Con este modelo los recursos generados por el ajuste del
precio de la gasolina terminarán intentando satisfacer el apetito insaciable de
la corrupción, el despilfarro y la ineficiencia que el propio modelo genera.
Defendiendo que se siga regalando la
gasolina no vamos a ganar nada, ni cayendo en la demagogia de pedir que se le
consulte a la gente si quieren o no pagar por gasolina. Mañana tendremos que
consultarles si quieren o no pagar por la luz, o el aseo, o si quieren pagar el
IVA, o finalmente si quieren trabajar o prefieren que el Estado los
mantenga.
Para dar el salto cualitativo que
tenemos que dar de oposición a alternativa necesitamos un liderazgo serio,
responsable, que contraste con el populismo del Gobierno, que no proponga más
de lo mismo, que presente una oferta superior, un liderazgo que no confronte
sino que dialogue, que no se enfrente al sector productivo sino que trabaje en
cooperación para que este produzca más y mejor, que genere confianza para que
hayan inversiones y se cree riqueza y oportunidades de empleo. Que no regale la
gasolina sino que permita el desarrollo de la actividad productiva para que la
gente gane más y pueda pagar la gasolina al precio que corresponde.
Un comentario final: Cuando el
Gobierno subsidia la gasolina utiliza recursos que son de todos los venezolanos
para beneficiar fundamentalmente a los que más tienen porque 77% del parque
automotor está en manos de familias de altos ingresos.
Mensaje al presidente Nicolás Maduro:
Si los venezolanos vamos a pagar precio “justo” por la gasolina se tienen que
suspender de inmediato los convenios de suministro de petróleo en condiciones
especiales a Cuba y los demás países de Petrocaribe.
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