EDITORIAL
EL NACIONAL
Son muy
pocos los hechos que pueden asombrar a quienes viven en lo que el socialismo
del siglo XXI ha convertido en el país de lo inaudito, de modo que es difícil
tomar por sorpresa a ciudadanos que se han resignado a vivir bajo un toque de
queda permanente para escapar al ominoso acecho de la delincuencia.
Sin
embargo, cuando se lee una noticia como la publicada por este diario el
domingo, según la cual “todo el mundo sabe que aquí hay más armas que harina
PAN”, hay justificado motivo para alarmarse, y mucho.
La
afirmación procede de un oficial de Policaracas cuya identidad, por
comprensibles razones, no fue del todo revelada al periodista que lo entrevistó
y se limitó a designarlo con las letras EP, que conjeturamos sus iniciales. El
efectivo del cuerpo policial capitalino se mostró indignado, y con razón, por
declaraciones del mayor general Gustavo González López, titular de Interior y
Justicia, quien atribuye el pavoroso saldo de agentes asesinados en lo que va
de año –47, de los cuales 23 fueron despojados del arma reglamentaria– a “un
plan perverso” orquestado en municipios del estado Miranda donde operaría el
paramilitarismo.
Declaraciones
aventuradas que estimulan un comportamiento paranoico, tal como se observó en
algunos uniformados, y se da cuenta en la noticia comentada, que andan
aferrados a las culatas de sus pistolas, prestos a desenfundar ante cualquier
movimiento en falso. En opinión de EP, las palabras de González López fueron
una falta de respeto: “Aquí no hay paramilitares, sino el inicio de unas
guerrillas urbanas que antes se hacían llamar círculos bolivarianos y ahora se
presentan como colectivos, además del hampa común… y ya ni nos dejan entrar a
los barrios para desarmarlos”.
Tiene
razón en molestarse EP; no sólo por la ligereza lingual del responsable
nacional de seguridad, justicia y paz en el territorio nacional, sino porque,
además, los efectivos deben comprar con su dinero uniformes, municiones y
chalecos antibalas –¡hay que tener demasiada vocación de servicio!–.
Por si
fuese poco, él y sus colegas deben cuidarse de revelar que pertenecen a un
cuerpo policial, pues suponen, con todo fundamento, que pueden ser blanco fácil
de las bandas dedicadas a la aniquilación de policías para hacerse con armas de
calidad, para luego venderlas a muy buen precio en un lucrativo y pujante
comercio clandestino. Se presume, y así lo han hecho saber altos jerarcas de la
PNB a su subordinados, que hay bandas que, con ese propósito, operan en varios
barrios del municipio Libertador en los que, ni por asomo, incursiona la
gendarmería caraqueña.
El cuadro descrito explica por
qué la gente se recoge cada vez más temprano y se niega a salir de sus casas.
Hoy las calles son del hampa y no de la policía, en ellas reina el miedo; en
ellas mandan malhechores y facinerosos de toda laya que hacen de las suyas
amparados en la impunidad de un gobierno que los trata como camaradas, en tanto
la policía ha de permanecer atada de mano
Vía El Nacional
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