EDITORIAL EL NACIONAL
No cesa la seguidilla de trapos rojos que agita el gobierno. Es más que
evidente que en sus diferentes versiones revela el desespero por desviar la
atención interior y exterior del derrumbe de Venezuela y, a la vez, achacar a
otros las consecuencias ruinosas de la irresponsable imposición de un régimen
cercenador de libertades y progreso.
En la escalada de los insultos y descalificaciones que se mueve de un país
a otro con su desgastada retórica de conspiraciones internacionales, le ha
vuelto a tocar a España. El caso es que al lado de los trapos rojos aparecen
cada vez más trapos sucios para los que no hay lavadora que alcance.
España, que repetidas veces fue objeto de acusaciones y ofensas en los
años de Hugo Chávez en el poder, lo ha sido más de una decena de veces desde
que Nicolás Maduro fue juramentado como presidente. La agresividad y la
insolencia del discurso oficialista han crecido en proporción a la pérdida
gubernamental de sustento económico y político, adentro y afuera, pero también
por otras razones. A las debilidades acumuladas por el aparatoso fracaso
material de un modelo que se montó sobre una inaudita abundancia de recursos,
se han sumado sus ya inocultables abismos éticos en materia de derechos humanos
y manejo de recursos del Estado, lo que también ha afectado a ciudadanos e
intereses españoles.
Ante estos temas, que tanto aclaran sobre la verdadera naturaleza del
chavismo y sus secuelas, se han pronunciado de modo preocupado y crítico el
presidente Mariano Rajoy, el canciller José Manuel García-Margallo, la mayoría
de miembros del Congreso de los Diputados y los expresidentes José María Aznar
y Felipe González.
Mientras tanto, Maduro insiste en hablar como si fuese el más radical de
los jefes de campaña del partido Podemos, pero la cercanía ideológica y
económica de esa organización al gobierno venezolano ha sido precisamente uno
de los factores que más ha pesado en las posiciones de un amplio espectro de
partidos españoles, que les llevó a pronunciarse contra la pérdida de garantías
efectivas a los derechos humanos en Venezuela y a favor de la liberación de los
presos políticos.
Lo que menos toleran los portadores locales de trapos rojos es que se
escuchen las posiciones y reclamos de la oposición, que se hable de los presos
políticos en Venezuela, expresión mucho menos que se los defienda, como
personalmente lo asumió Felipe González. Tampoco aceptan que internacionalmente
se denuncien y procesen casos de corrupción cuya magnitud ha hecho inocultable
el gigantesco daño patrimonial hecho a Venezuela. Todo eso se ha ventilado
ampliamente en los medios de comunicación y el debate político español.
Cuando el presidente
Maduro ofende y amenaza al Gobierno de España también está agitando desde su
debilidad los otros trapos, que se ven más expresión.y más oscuros a medida que
se retrasa el anuncio de fecha de las elecciones legislativas, se alteran
atropelladamente las condiciones electorales y arrecian las presiones sobre la
libertad de expresión
Vía El
Nacional
No comments:
Post a Comment