José
Guerra
En realidad, Nicolás Maduro tiene las riendas del poder en Venezuela
desde aquel 8 de diciembre de 2012 cuando el presidente Hugo Chávez anunció su
salida del país para tratarse el cáncer que lo aquejaba. Pero la formalidad
impone que se valore su trayectoria de dos años de gobierno. Ese período recién
cumplido ha estado marcado por una crisis económica originada en el fracaso
evidente de un modelo económico ya agotado desde hace tiempo y cuyas
manifestaciones más claras son la caída de la actividad económica, la escasez,
una inflación galopante y un sector externo destruido.
En tan grave la crisis económica que los tres principales entes
encargados de elaborar las estadísticas en Venezuela, el BCV, el INE y el
Ministerio de Finanzas, optaron por descontinuar la publicación de las cifras
fundamentales para el diagnóstico de la economía y el seguimiento de los
asuntos sociales. Este es el primer elemento que habría que anotar en el pasivo
de la gestión de Nicolás Maduro: el haber destruido el sistema estadístico
nacional, para lo cual ha contado con dos excelentes colaboradores; el
cuestionado Nelson Merentes, presidente del BCV y Elías Eljuri, ex presidente
del INE.
Aunque incompletas, las cifras hablan por sí mismas. En estos 24
meses la inflación acumula un aumento cercano a 150%, muy superior al promedio
de 2 años de cualquiera de los gobiernos anteriores, incluyendo los malos y los
buenos. Ello se ha traducido en una caída del poder adquisitivo de los salarios
de 12% en 2014 y un estimado de 18% en 2015, de no aplicarse medidas
correctivas contra la inflación y aprobarse un aumento de sueldos y salarios.
Con la inflación convive un desabastecimiento que ha implicado en los hechos
mayores alzas de precios, al tomar en cuenta el tiempo perdido en colas
interminables para procurar adquirir bienes ausentes que fácilmente se pueden
elaborar en el país.
Por su parte, la economía ha permanecido sumida en un proceso recesivo
que amenaza con prolongarse durante todo el año 2015. Con una contracción del
PIB de 4% en 2014 y una declinación proyectada de al menos 7% para el año en
curso, el resultado no podía ser otro que un aumento vertiginoso de la pobreza.
Así, al cierre de 2012, la pobreza general se ubicó en valores cercanos a
26% mientras que en 2014 alcanzó la inaceptable cifra de 48%, superior al
45% que registró ese indicador en 1998, cuando Chávez resultó elegido
presidente por primera vez. Para 2015, según estudios que adelantan las
universidades nacionales, la pobreza va a batir el récord histórico, al pasar
de 50%.
La falta de divisas está haciendo estragos en los sectores productivos.
Entre enero y marzo de 2012, el BCV liquidó dólares a un promedio de 120
millones de dólares diarios mientras que en similar lapso de 2015, la entrega
ha bajado a 40 millones de dólares diarios, asignados estos principalmente a
las empresas del Estado, marginando así al sector privado. Pero con la entrega
de las divisas se ha movido aparejada la sobrefacturación de las importaciones,
hecho típico de los controles de cambio. Se calcula que de cada 100 dólares que
se registran como importaciones, alrededor de 15 dólares no ingresan
efectivamente al país, sino que se quedan en forma de depósitos en las cuentas
de funcionarios corruptos y de quienes reciben las divisas preferenciales.
A esto se agrega un
sistema cambiario disfuncional, con 2 tasas de cambio oficiales, donde el mismo
dólar cuesta 6,50 bolívares y 197 bolívares al mismo tiempo. Esto es una
aberración que solamente puede ocurrir en un gobierno inepto y con un
presidente que no encuentra qué hacer con un país que siempre le quedó grande.
Mientras esto sucede el país acumula una deuda de más de 16.000 millones de
dólares con proveedores del exterior y litigios por expropiaciones, todos ellos
perdidos de antemano. Cierran los 2 años con una represión sin precedentes y
con violaciones masivas de los derechos humanos.
Vía El Nacional
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