EDITORIAL EL NACIONAL
Venezuela
no se ha caracterizado por las emigraciones masivas. Son un fenómeno de la
actualidad, que quizá solo se relacione con las diásporas dolorosas que provocó
la guerra de Independencia. En general han emigrado las vanguardias, es decir,
la élite de los factores políticos que han tenido que exiliarse debido a las
circunstancias.
Hoy no
deja de repetirse la misma oleada, si obviamos el éxodo de la juventud que se
ha convertido en un suceso de grandes proporciones, pero con una característica
que le concede peculiaridad en términos insólitos. Hablaremos un poco de esto
en los párrafos siguientes, pues la revolución ha estrenado y concedido fama a
una estirpe viajera que apenas hoy debuta en nuestros anales.
Las
depredaciones de Monteverde y Boves provocaron la huida de los próceres,
quienes se refugiaron en las islas vecinas para preparar el regreso triunfal.
Labraron una historia de penurias, que ha dado lustre a la nacionalidad.
Después, a partir del establecimiento del Estado nacional, se repiten esas
emigraciones de grupos relativamente pequeños, a quienes toca la de perder en
la ruleta de las guerras civiles y en la molienda del personalismo. Son hombres
de armas, en general, y algunos letrados que se ocupan de escribir proclamas en
las cuales se anuncia un futuro de libertades. Es una situación que se prolonga
hasta bien entrado el siglo XX, cuando las dictaduras de Castro y Gómez
provocan una tortuosa lejanía de los venezolanos más esclarecidos y valientes.
Las
emigraciones de este tipo adquieren una fisonomía especial durante la tiranía
gomecista, debido a que se produce entonces la expatriación de los jóvenes de
la Generación del 28, estudiantes aguerridos que en el extranjero se vuelven
hombres lúcidos para el establecimiento de la democracia en la cuarta década
del siglo.
Debido a
la dictadura de Pérez Jiménez, toca el turno del ostracismo a los líderes de
los partidos políticos que habían establecido la democracia en 1945 y se
oponían con tenacidad al retroceso de la militarada. Más tarde, durante la
democracia representativa, las divisiones de los partidos y el surgimiento de
las guerrillas provocan nuevas oleadas de emigrantes.
Esta
última modalidad no ha dejado de repetirse durante el régimen chavista,
distinta debido a que el exilio de las élites no obedece a motivos realmente
serios y sustentables sino al capricho de los gobernantes, a inflar delitos
jamás cometidos.
Pero, si
se trata de inventar, debemos a la revolución algo realmente revelador, un
aporte trascendental en materia de exportación de humanos especímenes. Ahora
exportamos delincuentes de cuello blanco, expoliadores del erario, bolichicos
de postín y milicos anteriormente santos y hoy acusados de escandalosas
depredaciones.
Venezuela ha alcanzado celebridad
por este tipo de envíos que hace la cúpula roja rojita a las grandes capitales
del extranjero. En materia de exportaciones, la revolución nos ha posicionado
de una manera insólita en el panorama internacional.
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