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GUSTAVO
TOVAR @tovarr
La trepadora
Los
orígenes de la literatura son orientales y no occidentales como mucha gente
supone. Pese a las diferentes teorías y sutilezas académicas, hay cierta unidad
de criterio que identifica el origen de la literatura con los escritos Vedas de
la antigua cultura de la India.
Escritos
en sánscrito (lenguaje clásico de la India que significa “hecho con perfección
o bien), los Vedas son la primera expresión humana que aspira,
a través del lenguaje escrito, a interpretar la relación del hombre con las cosas
del espíritu: revelaciones eternas, encarnaciones divinas, éxtasis o rituales
que guían hacia el conocimiento y la serenidad interior.
Desde
entonces los literatos han sido los grandes intérpretes de la civilización, nos
revelan con “perfección” escrita lo que escapa de nuestra compresión mundana.
Cada cultura tiene sus “intérpretes” de referencia obligatoria, espíritus
especiales capaces de traducirnos y revelarnos -a los seres vulgares y
corrientes- la realidad y exponerla de manera tan clara y encarnada que nos
facilitan su entendimiento. Solo necesitan una metáfora, una alusión o un
arquetipo para describir a una nación.
En
Venezuela el más excelso de esos espíritus interpretadores de nuestra
atropellada realidad mundana fue Rómulo Gallegos. A él le robe el título de
esta entrega: La trepadora.
Se lo
robé para identificar -literariamente- al más insigne trepador del enredado y
espinoso (por hiriente y sangrante) período chavista.
Me
refiero al inefable y escurridizo Luis Vicente León.
La
serpiente en American University
Me
acerqué a los Vedas con interés estético y en cierta medida,
muy pequeña medida, místico. No me atrevería a usar alusiones literarias
védicas, pese a ser las originarias, para interpretar o figurar la realidad
nacional.
La vaca,
por ejemplo, ser sagrado para los hindúes, para nosotros -los venezolanos- es
un pedazo de carne que reducimos a una simple pero exquisita parrilla. Somos
capaces de devoramos hasta su sangre (me refiero a la morcilla bovina del
oriente del país que le ponemos azúcar -como en Carúpano- para hacer más dulce
nuestro pecado).
Para
explicarme no puedo usar una alegoría védica, debo usar una alegoría occidental
que se acerque más a nuestra realidad, historia y cultura; una que encarne a
ese tipo de personalidades que inducen al error humano (como aquel reptil
siniestro indujo a la cándida Eva); una alegoría que interprete al más astuto
de los animales que reptan y “trepan” en ese paraíso de Dios llamado Venezuela.
Para
figurar -literariamente- a Luis Vicente uso la alegoría de la serpiente
convencido de que se me entenderá mejor. No es una ofensa, es una figuración
(los Vedas comenzaron el bochinche alegórico, no yo).
La
serpiente porque zigzaguea sinuosa en la maraña del poder; porque -oportunista-
busca morder e inocular su veneno; porque -trepadora- intenta predominar en la
enredadera política venezolana e inducir, a los cándidos, al error.
Uso la
alegoría porque eso fue Luis Vicente León en su polémica presentación en
American University de Washington: una serpiente.
Gracias a
Dios su veneno no se irradió.
Lo
que es igual no es trampa
Espero no
ofender a nadie, créanme no soy tan funesto, soy -como señaló Rodríguez Torres
cuando me acuso de profanar al chavismo y desestabilizar al régimen- un “poeta
inconcluso”, uno más.
Lo mío es
-aunque con mucha torpeza- el lenguaje místico, la estética literaria.
Además,
uso la misma excusa que empleó Luis Vicente León cuando se le increpó haberse
burlado y difamado a María Corina Machado y a Leopoldo López, y haberlos
responsabilizado de manera vergonzosa y siniestra de la violencia ocurrida el
año 2014 en el “paraíso chavista” que es Venezuela.
La
serpiente dijo (palabras más, palabras menos) cuando se le reprobó: “No fue mi
intención ofender a nadie, así les hablo -llanamente- a mis alumnos para que
entiendan. Mi veneno es inofensivo. Al fin y al cabo, Yusnavy Rodríguez y
Eistain Pérez no entienden ni sienten, son números”.
Yo,
“poeta inconcluso”, más llano y menos erudito, me ajusto a la excusa de la
serpiente con una sutil diferencia: mi intención no es deshonrar a nadie, así
escribo a mis lectores, que sí sienten y sí entienden, que no son dígitos en la
desgracia que ha causado el chavismo en Venezuela. Que son seres humanos, no
números, sueñan con libertad.
Echen la
culpa a la tradición poética y a los Vedas, al Génesis,
a Gallegos, a la literatura y sus alegorías, no a mí.
Soy
inocente.
La
genealogía del error
La
aparición de Hugo Chávez en el escenario político venezolano el 4 de febrero de
1992 fue una carnicería, asesinó a mansalva a cientos de venezolanos. Desde
entonces el chavismo y el madurismo han seguido esa terrible tradición de
violencia. No ha cambiado, ha empeorado y empeorará aún más.
Hasta la
fecha han sido centenares -sí, centenares- los venezolanos que han perdido la
vida con certeros disparos en la cabeza por ser de “oposición”. Los números que
los reflejan no pueden ser objeto de burla ni de banalidad (especialidades de
la serpiente trepadora), sino de un profundo y desgarrador dolor.
Nuestro
error, su genealogía, fue indultar a la criminalidad chavista, tratarlos como
seres humanos y no como delincuentes, liberarlos de toda responsabilidad
asesina.
Gracias a
esa pusilanimidad, Hugo Chávez, Diosdado Cabello, Francisco Ameliach, Pedro Carreño,
entre otros, están libres y haciendo lo único que saben hacer: perseguir,
encarcelar y asesinar a venezolanos; robarse elecciones; destruir nuestro
aparato productivo y nuestra economía; saquear y enriquecerse; estrangular al
venezolano común.
La serpiente
no lo ve, no lo siente, a él le duelen los números no las personas, por eso
dialoga, asesora y hasta exculpa al usurpador. Pide, ruega y urge comprensión:
“Maduro no es tan bruto como la gente piensa, sus números van a mejorar. El
problema en Venezuela lo causó el llamado a la violencia de María Corina y
Leopoldo”.
¡Vaya
indolencia y cinismo! ¡Vaya trepador del poder! ¡Vaya serpiente!
¿Vamos a
seguir permitiendo que nos siga induciendo al error?
Más
data que análisis
La
numerología en Venezuela es tan trepadora como fraudulenta, intenta sumar
números sea en cuentas bancarias o sea en encuestas fraudulentas (como la de
las elecciones de El Hatillo).
Hay más
data que análisis en el trabajo de Luis Vicente, si se tratase de analizar su
trayectoria se habría concluido hace tiempo que el sempiterno “asesor” de la
oposición lo ha perdido todo, su asesoría política nos tiene desahuciados.
En las
únicas dos victorias reales de la oposición contra el chavismo: el 2 de
diciembre de 2007 (reforma constitucional) y 14 de abril de 2013 (Capriles
versus Maduro) la serpiente no tuvo nada que ver.
En la
primera, la única derrota que sufrió Chávez, el movimiento estudiantil mandó
literalmente para el carajo a Luis Vicente (nadie confiaba en él); en la
segunda, fue J. J. Rendón el asesor y se venció, pese a la capitulación de
Capriles (¿consejo de Luis Vicente?).
Luis
Vicente encontró, sin embargo, una fórmula que le suma “números, muchos
números” a su vida de bon vivant. Va de puerta en puerta diciendo
que él es asesor de Capriles y que él dialoga con “su presidente” Maduro;
asegura que ni el uno es un cobarde, ni el otro es un dictador. El problema de
Venezuela, según él, son María Corina, Leopoldo y los estudiantes, por tratar
de reivindicar la justicia y la libertad; por luchar “radicalmente”, por
principios democráticos y por derechos humanos, como Gandhi, Luther King o
Havel, en contra de la autocracia. Eso no se hace, eso es feo y
desestabilizador (¿cómo si en Venezuela hubiese algo estable?).
Claro, el
resultado es que los “clientes” -ni tan cándidos- se acercan a la serpiente
para trepar con ella en la hiedra del poder. Les conviene tenerlo ahí.
A
la serpiente por la cabeza
Solo en
un despelote como el venezolano es posible que un numerólogo -ya que no
encuestador-, pese a sus equívocas recomendaciones, sea la diva del circo, la
serpiente emplumada de la oposición. Un día es politólogo, otro pitoniso, otro
comediante, siempre trepador.
Si
tenemos en cuenta que en Venezuela todos los que nos hemos opuesto abiertamente
al régimen estamos perseguidos, exiliados, presos o muertos, el que Luis
Vicente ande cómodamente como serpiente trepadora por la enredadera del poder
no solo es inaudito, es sospechoso.
Si Eva y
Adán hubiesen leído este suelto estarían advertidos, no se habrían dejado
embaucar. Los venezolanos -los Yusnaby y Eistain- tampoco lo harán.
A la
serpiente por la cabeza o su veneno nos inoculará.
Recientemente,
en el peor momento de la crisis nacional, la serpiente -después de reunirse con
“su presidente”- dijo que los números de Maduro subieron milagrosamente,
imagino que los números de Luis Vicente lo hicieron también.
¿Le
crees? Ahora le echa la culpa a las sanciones contra los violadores de derechos
humanos, cuando todo el día anda diciendo y sugiriendo que no se hable de
libertad ni de derechos humanos, que al pueblo no le interesan esos temas.
¿Entonces? Se enreda en sus propias falacias envenenadas.
En este
agobiante berenjenal venezolano es tu decisión creerle o no, es tu decisión
persistir en el error y permitir que el veneno intrigante de la serpiente no
solo acuse a luchadores dignos como María Corina y Leopoldo, sino permitirle
seguir envenenado la conciencia nacional con sus sospechosos y erráticos
consejos políticos.
¿Qué
harás? ¿Morderás cándidamente la manzana de la equivocación?
Yo no.
Vía El Nacional
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