DIEGO BAUTISTA URBANEJA | EL UNIVERSAL
jueves 29 de diciembre de 2011 12:00 AM
El tema sucesoral está tomando cada día más importancia en el mundo del chavismo. Chávez mismo hará cuanto esté a su alcance para ser el candidato. Si los médicos le aseguran que podrá estar en actividad por más de un año, será seguramente el abanderado del Gobierno. Desde luego que sabe muy bien que él es la mejor carta que su bando puede presentar a las elecciones de octubre. Pero también ha de tener conciencia de que el tema de su sucesión debe ser abordado y, en lo posible, solucionado.
El descarte de Maduro resultó en este sentido una noticia desconcertante. Maduro tenía cualidades importantes para el delfinato. Discreto, buenas relaciones con Cuba, roce internacional, leal. Las hipótesis de su descalabramiento pueden ir por los lados de alguna grabación o algún chisme que disgustó sobremanera a Chávez, recurso frecuente con los que las facciones internas se atacan unas a otras en ese tipo de entornos políticos. También es posible que la designación de Maduro como sucesor hubiera tensado en exceso las relaciones de fuerzas dentro del chavismo, donde Cabello tendría mayor peso que cualquier otro.
Otros nombres que suenan, como los de Adán o Jaua, posiblemente no cuenten al final, pues su radicalismo va contra la mayor necesidad que en este momento tiene "la revolución": estabilizarse.
Chávez va a jugar durísimo las dos cartas principales que tiene en mano. La una, la enorme cantidad de dinero de que dispone, para ir haciendo populismo al menudeo, detectando sector tras sector en situación de necesidad, para irle asignando a cada uno, semana tras semana, su chorrito de renta petrolera. La otra, el hecho de que él y su gobierno son el status quo, a favor del cual juegan todas las fuerzas del conformismo, de la inercia, de los negocios del día a día. Ambas cartas las juega Chávez sobre el piso de un electorado duro, de fidelidad casi religiosa, que oscila alrededor de un treinta por ciento.
Ahora bien, para que esta segunda carta funcione a pleno rendimiento, Chávez necesita mandar un mensaje de estabilización. Maduro era una señal en ese sentido. Descartado ese nombre, por las razones que sea, está Cabello. Se dice de él que es el hombre con más fuerza real dentro del partido. Pero, sobre todo, que es un hombre sin mayores inquietudes o compromisos ideológicos, que lo suyo es el poder y el dinero, y que no significa una amenaza de radicalización del "proceso". Por todo eso es que se dice que no es del verdadero agrado de Chávez, pero lo mismo que lo hace poco agradable a los ojos del barinés, lo hace adecuado para llenar las necesidades que actualmente tiene su proyecto político: la de reafirmarse como status quo, la de reducir por ahora su carácter amenazante, y la de enviar el mensaje de que "la revolución" llegó hasta donde llegó, y de que ahora y por los momentos, se trata estabilizar lo alcanzado y quién sabe si hasta de retroceder un poco, en cuanto al disparatado manejo de la economía se refiere y al abuso de los derechos humanos de opositores con los cuales ha habido un ensañamiento más bárbaro.
Así, pues, populismo de menudeo y a manos llenas por un lado, status quo y mensajes de estabilización por el otro. Esa es, a mi juicio, la combinación de pilares sobre la que Chávez va a conducir su estrategia política en los meses por venir.
Si lo que voy diciendo corresponde a la realidad, esos deberían ser también los criterios con los que Chávez resuelva el problema de su sucesión. Requiere designar un nombre que signifique estabilidad y capacidad de contraer acuerdos con sectores siempre dispuestos a ello, si se les aseguran buenas perspectivas de negocios.
Por cierto que por ahí andarían también los intereses de Cuba, tan influyentes en todo lo que hace este Gobierno. El Gobierno cubano debe tener en este momento poco interés en la radicalización de la "la revolución" bolivariana. Le debe interesar más bien un gobierno de Chávez un poco menos frágil en lo económico y que tome vías un poco más racionales y pragmáticas.
Luego están, en cuanto a las cartas por jugar de parte del oficialismo, los temas convencionales contra la oposición, que desde luego serán usados una vez más. Ricos contra pobres, el "no volverán", el 11 de abril, y todo el combo ya conocido. Las precandidaturas de la Unidad a las primarias muestran al respecto diferentes grados de vulnerabilidad, y con seguridad que el Gobierno ya tiene una clara preferencia al respecto y una idea bastante precisa de a cuál candidato no quiere ver triunfador en las primarias.
El descarte de Maduro resultó en este sentido una noticia desconcertante. Maduro tenía cualidades importantes para el delfinato. Discreto, buenas relaciones con Cuba, roce internacional, leal. Las hipótesis de su descalabramiento pueden ir por los lados de alguna grabación o algún chisme que disgustó sobremanera a Chávez, recurso frecuente con los que las facciones internas se atacan unas a otras en ese tipo de entornos políticos. También es posible que la designación de Maduro como sucesor hubiera tensado en exceso las relaciones de fuerzas dentro del chavismo, donde Cabello tendría mayor peso que cualquier otro.
Otros nombres que suenan, como los de Adán o Jaua, posiblemente no cuenten al final, pues su radicalismo va contra la mayor necesidad que en este momento tiene "la revolución": estabilizarse.
Chávez va a jugar durísimo las dos cartas principales que tiene en mano. La una, la enorme cantidad de dinero de que dispone, para ir haciendo populismo al menudeo, detectando sector tras sector en situación de necesidad, para irle asignando a cada uno, semana tras semana, su chorrito de renta petrolera. La otra, el hecho de que él y su gobierno son el status quo, a favor del cual juegan todas las fuerzas del conformismo, de la inercia, de los negocios del día a día. Ambas cartas las juega Chávez sobre el piso de un electorado duro, de fidelidad casi religiosa, que oscila alrededor de un treinta por ciento.
Ahora bien, para que esta segunda carta funcione a pleno rendimiento, Chávez necesita mandar un mensaje de estabilización. Maduro era una señal en ese sentido. Descartado ese nombre, por las razones que sea, está Cabello. Se dice de él que es el hombre con más fuerza real dentro del partido. Pero, sobre todo, que es un hombre sin mayores inquietudes o compromisos ideológicos, que lo suyo es el poder y el dinero, y que no significa una amenaza de radicalización del "proceso". Por todo eso es que se dice que no es del verdadero agrado de Chávez, pero lo mismo que lo hace poco agradable a los ojos del barinés, lo hace adecuado para llenar las necesidades que actualmente tiene su proyecto político: la de reafirmarse como status quo, la de reducir por ahora su carácter amenazante, y la de enviar el mensaje de que "la revolución" llegó hasta donde llegó, y de que ahora y por los momentos, se trata estabilizar lo alcanzado y quién sabe si hasta de retroceder un poco, en cuanto al disparatado manejo de la economía se refiere y al abuso de los derechos humanos de opositores con los cuales ha habido un ensañamiento más bárbaro.
Así, pues, populismo de menudeo y a manos llenas por un lado, status quo y mensajes de estabilización por el otro. Esa es, a mi juicio, la combinación de pilares sobre la que Chávez va a conducir su estrategia política en los meses por venir.
Si lo que voy diciendo corresponde a la realidad, esos deberían ser también los criterios con los que Chávez resuelva el problema de su sucesión. Requiere designar un nombre que signifique estabilidad y capacidad de contraer acuerdos con sectores siempre dispuestos a ello, si se les aseguran buenas perspectivas de negocios.
Por cierto que por ahí andarían también los intereses de Cuba, tan influyentes en todo lo que hace este Gobierno. El Gobierno cubano debe tener en este momento poco interés en la radicalización de la "la revolución" bolivariana. Le debe interesar más bien un gobierno de Chávez un poco menos frágil en lo económico y que tome vías un poco más racionales y pragmáticas.
Luego están, en cuanto a las cartas por jugar de parte del oficialismo, los temas convencionales contra la oposición, que desde luego serán usados una vez más. Ricos contra pobres, el "no volverán", el 11 de abril, y todo el combo ya conocido. Las precandidaturas de la Unidad a las primarias muestran al respecto diferentes grados de vulnerabilidad, y con seguridad que el Gobierno ya tiene una clara preferencia al respecto y una idea bastante precisa de a cuál candidato no quiere ver triunfador en las primarias.
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