GUSTAVO LINARES BENZO | EL UNIVERSAL
domingo 18 de diciembre de 2011 12:00 AM
Como era de esperarse, las elecciones en la UCV fueron otra vez una avalancha de votos para las planchas independientes o vinculadas a partidos de oposición, una felpa a los candidatos chavistas, que registraron derrotas históricas en los anales de una universidad tricentenaria. Como este lugar ha dicho otras veces, que el partido de gobierno pierda en la universidad es lo más normal del mundo, no existen universidades gobierneras, salvo en socialismo. La diferencia con otras épocas más libres está en el afán de control de la vida universitaria por parte del Gobierno. Pero como se trata de uno militar, y no hay nada más distinto de una universidad que un cuartel, Bolívar dixit, le es imposible arbitrar una estrategia que impida al menos la desaparición de las fuerzas oficiales en el estudiantado.
Estas elecciones coincidieron con el apoyo más desembozado por parte del Gobierno, apasionado respaldo del mismísimo Chávez a los comisarios políticos disfrazados de candidatos. En estas elecciones hay que reconocer además el poder de YouTube. Los videos del prócer Kevin Ávila y sus secuaces botando comida a los pies de la Rectora, mientras corifeos emanaban lemas acordes con la ocasión, casi hace superflua la campaña y contribuyó sensiblemente a estos resultados sorprendentes hasta para los más optimistas de la oposición. Dañar el Aula Magna es la versión venezolana del saqueo de la biblioteca de Bagdad, quemar las máquinas de votación ¿un ensayo para el 7 de octubre por la noche?
Que estos hechos queden impunes, peor aún, que se ensalcen por el Presidente, es un baldón para la civilidad y un escalón más en el descenso a la barbarie que han sido estos años. Políticamente, unidos a un liderazgo fresco entre los alumnos, están acabando con un movimiento estudiantil afín al Gobierno que era una versión interesante, y con bastante arraigo en varias facultades, de un chavismo más moderno que el catecismo de Giordani.
Para quien sepa sumar, los resultados representan también el error garrafal de la Ley de Educación de igualar los votos profesorales y de los estudiantes. Si estas elecciones hubieran sido para las autoridades, el Gobierno no hubiera obtenido ni un solo cargo en ninguna escuela ni facultad ni mucho menos en el consejo universitario. El chavismo desaparecería. La universidad no es un cuartel.
Estas elecciones coincidieron con el apoyo más desembozado por parte del Gobierno, apasionado respaldo del mismísimo Chávez a los comisarios políticos disfrazados de candidatos. En estas elecciones hay que reconocer además el poder de YouTube. Los videos del prócer Kevin Ávila y sus secuaces botando comida a los pies de la Rectora, mientras corifeos emanaban lemas acordes con la ocasión, casi hace superflua la campaña y contribuyó sensiblemente a estos resultados sorprendentes hasta para los más optimistas de la oposición. Dañar el Aula Magna es la versión venezolana del saqueo de la biblioteca de Bagdad, quemar las máquinas de votación ¿un ensayo para el 7 de octubre por la noche?
Que estos hechos queden impunes, peor aún, que se ensalcen por el Presidente, es un baldón para la civilidad y un escalón más en el descenso a la barbarie que han sido estos años. Políticamente, unidos a un liderazgo fresco entre los alumnos, están acabando con un movimiento estudiantil afín al Gobierno que era una versión interesante, y con bastante arraigo en varias facultades, de un chavismo más moderno que el catecismo de Giordani.
Para quien sepa sumar, los resultados representan también el error garrafal de la Ley de Educación de igualar los votos profesorales y de los estudiantes. Si estas elecciones hubieran sido para las autoridades, el Gobierno no hubiera obtenido ni un solo cargo en ninguna escuela ni facultad ni mucho menos en el consejo universitario. El chavismo desaparecería. La universidad no es un cuartel.
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