Editorial El Nacional
El Presidente de la República ha sido el primero en llamar a la mandataria de Argentina, Cristina Fernández de Kichner, en un gesto que suena natural porque se trata de una aliada política y de una mujer que, en adelante, pasará por un largo trance no sólo porque debe someterse a una cirugía, lo que siempre es peligroso, sino porque luego tendría que transitar un largo camino de tratamiento postoperatorio para despejar cualquier asomo de peligro en el futuro. Ojalá la suerte la acompañe en este trance, que tantos otros ciudadanos han sufrido y han vencido.
Sin embargo, el Presidente venezolano asomó anteayer que esta suerte de "epidemia" de cáncer que se ha centrado entre sus aliados latinoamericanos pudiera tener su origen en una nueva arma del "imperialismo norteamericano", que no cesa en su afán de acabar definitivamente con la revolución bolivariana que recorre triunfante el continente americano.
Tal dislate tuvo de inmediato una repercusión no sólo a escala nacional sino también en el ámbito mundial. Que alguien sin ningún conocimiento científico se atreva a decir en público, sin prueba alguna que lo respalde, que Estados Unidos es capaz de inocular el cáncer en el cuerpo de sus supuestos enemigos, no le hace daño a Obama y a su gobierno, pero sí pone en duda la cordura de quien dirige hoy los destinos de Venezuela.
No es la primera vez que nuestro máximo representante nos hace quedar en ridículo ante la comunidad mundial, desde cuando quiso abrazar y besar a la reina Isabel II de Inglaterra hasta aquella vez que fingió un lance de artes marciales ante Putin, que sí sabe de esas cosas. No hay que olvidar la famosa carpa beduina que le regaló el desaparecido dictador libio Gadafi y que ofreció instalar en los jardines de Miraflores para los damnificados.
Toda esta trayectoria, y tantas otras historias, indican una peligrosa deriva en sus afirmaciones y en su toma de decisiones, como el famoso gasoducto del Sur que, a todas luces, era irrealizable y que le indicó a América Latina y al mundo que algo existía en la mente de nuestro jefe que no cuadraba con la realidad.
El Presidente confesó hace dos días que Fidel Castro le había advertido que se protegiera contra cualquier tipo de cosas, desde la comida hasta una pequeña punción envenenada. Que lo diga Fidel no le extraña a nadie porque siempre ha sido una persona que actúa de acuerdo con sus desvaríos, con un par de tornillos sueltos, y por eso llevó a su pueblo al hambre y la pobreza que padecen hoy.
Recordemos, por ejemplo, cuando dijo que cruzaría unas razas de ganado para lograr una vaca que produjera 100 litros de leche en cada ordeño. Igual le patinó el coco cuando afirmó que lograría 10 millones de toneladas de azúcar en una zafra que resultó un verdadero desastre para la industria azucarera cubana, que hoy está obligada a importar azúcar, cuando antes de la revolución era una exportadora neta de ese producto
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