DIEGO ARRIA | EL UNIVERSAL
sábado 10 de diciembre de 2011 12:00 AM
Este régimen izó desde su fundación la bandera de la impunidad. Esa bandera ondea para avalar la toma de universidades, la violación de los derechos civiles, el secuestro o el exilio de venezolanos que piensan distinto, el asesinato de una sociedad que vive con miedo.
El deber del próximo gobierno; inexorablemente de transición, es arriar esa bandera de la impunidad; es dejar de hacer honores a la burla, a la mentira, a la humillación y a la estafa sistemática. Paradójicamente, aunque los vaivenes de la política electoralista de estos tiempos intenten decir otra cosa; lo opuesto a la impunidad es la justicia; y para aplicarla no hace falta tener un cargo prominente; basta con ser ciudadano.
La impunidad conspira contra la unidad nacional. No se trata de una causa personal; es el sentir de cientos de miles, de millones, de venezolanos que no quieren venganza ni retaliación, sino justicia. Es una visión que se escapa de la coyuntura electoral y se transa en los principios. No hay forma de ser ambiguo en este tipo de temas. La impunidad es la negación de la justicia.
Nefasto régimen
Voceros que defienden la unidad entre quienes adversamos a este nefasto régimen, han sido capaces de desestimar los hechos que sustentan la denuncia contra Hugo Chávez en la Corte Penal Internacional; con lo cual desacreditan el Estatuto de Roma, del cual Venezuela es el primer firmante en América Latina. Con ello se enciende una alarma; porque desconocer los delitos de lesa humanidad, descritos en el expediente; es -por decir lo menos- un acto de complicidad con esa bandera que ondea en las astas de las casas del Gobierno; y pareciera, de algunas de la oposición.
Claro objetivo
El Gobierno de transición, que aspiro a presidir, tiene claro que su objetivo, por principios, es arriar la bandera de la impunidad. Liberar a los presos políticos y retornar los medios de comunicación a sus concesionarios son ejemplos que ilustran un seguro primer día de ejercicio presidencial.
Cuando enfrentemos el incierto panorama económico que estos irresponsables dejarán al país, igualmente iremos contra la impunidad; no engavetaremos denuncias, ni esconderemos expedientes. Cohabitar con delincuentes no forma parte del plan que desarrollaremos, porque no estamos dispuestos a pagar el precio de la impunidad.
El deber del próximo gobierno; inexorablemente de transición, es arriar esa bandera de la impunidad; es dejar de hacer honores a la burla, a la mentira, a la humillación y a la estafa sistemática. Paradójicamente, aunque los vaivenes de la política electoralista de estos tiempos intenten decir otra cosa; lo opuesto a la impunidad es la justicia; y para aplicarla no hace falta tener un cargo prominente; basta con ser ciudadano.
La impunidad conspira contra la unidad nacional. No se trata de una causa personal; es el sentir de cientos de miles, de millones, de venezolanos que no quieren venganza ni retaliación, sino justicia. Es una visión que se escapa de la coyuntura electoral y se transa en los principios. No hay forma de ser ambiguo en este tipo de temas. La impunidad es la negación de la justicia.
Nefasto régimen
Voceros que defienden la unidad entre quienes adversamos a este nefasto régimen, han sido capaces de desestimar los hechos que sustentan la denuncia contra Hugo Chávez en la Corte Penal Internacional; con lo cual desacreditan el Estatuto de Roma, del cual Venezuela es el primer firmante en América Latina. Con ello se enciende una alarma; porque desconocer los delitos de lesa humanidad, descritos en el expediente; es -por decir lo menos- un acto de complicidad con esa bandera que ondea en las astas de las casas del Gobierno; y pareciera, de algunas de la oposición.
Claro objetivo
El Gobierno de transición, que aspiro a presidir, tiene claro que su objetivo, por principios, es arriar la bandera de la impunidad. Liberar a los presos políticos y retornar los medios de comunicación a sus concesionarios son ejemplos que ilustran un seguro primer día de ejercicio presidencial.
Cuando enfrentemos el incierto panorama económico que estos irresponsables dejarán al país, igualmente iremos contra la impunidad; no engavetaremos denuncias, ni esconderemos expedientes. Cohabitar con delincuentes no forma parte del plan que desarrollaremos, porque no estamos dispuestos a pagar el precio de la impunidad.
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