En: http://www.lapatilla.com/site/2011/12/19/ignacio-de-leon-la-condicion-humana/
Ignacio de León
La condición humana es una cosa muy seria. Impresionante el despliegue de masas llorosas y jadeantes en Pyongyang, al anunciarse públicamente la muerte del sombrío dictador norcoreano Kim Jong Il, frente a la tranquila sobriedad de los checos al conocer la muerte de Vaclav Havel, apenas un día antes.
Es notable esta reacción histérica y totalmente irracional de los norcoreanos ante la muerte de quien hiciera de ellos piltrafas hambrientas, mientras él se convertía en el consumidor más importante de cognac Hennesy, del mundo (compras hasta por 750 mil dólares al año). Lo normal es haber visto multitudes saliendo a las calles a brincar de la alegría. Pero lo “normal” es diferente en países donde el hambre es el instrumento del dictador para controlar el Poder: O lloras o ve a ver que haces con tus huesos; mañana no te aparezcas por la fabrica a trabajar.
Muy distinta la reacción de los checos al conocerse la muerte de Havel, que contrasta aun más al constatar la impecable la trayectoria de este dramaturgo metido a la política. Havel lideró la Revolución Terciopelo que en 1989 echó de su pais a la bota comunista, conduciéndolo por una difícil transición hacia la democracia y prosperidad. Havel fue acreedor, entre otros, del Premio Príncipe de Asturias, de la Medalla Filadelfia para la Libertad, del Premio Gandhi de la Paz, de la medalla presidencial de los EE.UU. Su calibre humano, comparable al de un Nelson Mandela, le hizo renunciar al Premio alemán Quadriga, este año, al conocer que había sido entregado a Vladimir Putin. Muchos dicen que Havel merecía sobradamente haber ganado el Premio Nobel de la Paz.
¿Será por esta razón que los políticos suelen caer tan fácilmente en la tentación del Poder? ¿Por la vanidad de esperar que el día de su muerte la gente asista a su entierro?
Creo que hoy queda claramente establecido lo que es la esencia de un derecho humano. Kim Jong Il hizo pasar a sus compatriotas mas hambre que el perro de un ciego, pero cuidadito si alguien se priva de estar en la plaza publica rasgándose las vestiduras en pleno invierno. Havel dio a sus compatriotas la libertad para decidir llorarle públicamente, por lo que muchos, haciendo uso de ese derecho, decidieron más bien irse de paseo, al cine o prender la consola de juegos.
Es lo bello de la Libertad, o acaso lo trágico de nuestra condición humana: que no valoramos aquella sino cuando la perdemos.
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