Monday, December 12, 2011

La (re) caída

En: http://www.lapatilla.com/site/2011/12/11/carlos-blanco-la-re-caida/

Carlos Blanco

Dolores, mi confidente escarlata, me envía a uno de sus escoltas a golpe de 6:00 a.m. El funcionario, corpachón, embutido en la chaqueta que comprueba que es un policía disimulado, apenas se puede mover por la protuberancia de pistolas, cacerinas, walkie-talkies y celulares, que lo hacen parecer dentro de su chaqueta como víctima de politraumatismos, con huesos que le salen por aquí y por allá. Me conmina: “la doctora quiere verlo inmediatamente”. No era invitación sino una requisitoria.
Me dispuse a tomar mi automóvil pero observé que ya la puerta del 4×4 blindado tenía la puerta trasera abierta. Emprendimos camino hacia Altamira. A poco de llegar a Sabas Nieves, vi aproximarse a Dolores que bajaba de su ejercicio diario, escoltada por tres más, uno de los cuales era un detective barrigón que largaba el bofe.
Dolores se veía a unos 60 metros, sudorosa; destapó su “cooler”, lo que en mi infancia entre Coche y Los Jardines de El Valle, llamábamos un termo; se derramó agua en la cabeza y en los hombros descubiertos; decenas de arroyos cristalinos descendieron de su mentón, cuello y hombros, para converger en un riachuelo llamado a perderse en el desfiladero de su torso, mientras que, como dice el poeta, “un par de trémulos cocos me (iban) pidiendo pelea”.
Abandono esos pensamientos cuando la camarada está a pocos centímetros del automóvil y me pongo en “modo” ideológico, casi extático. Sin dejar de observar ese color tostado claro, que sólo hurta una mujer cuando recibe el sol bolivariano que arde en La Orchila.
-Los amigos de Hugo estamos muy angustiados, dice con su voz ronca y fascinante. Está en denial, para decirlo en mi bad English. No asume su situación y dice que está curado cuando en realidad esa creencia lo agrava porque no reposa.
-¿No hay quien lo convenza?, inquiero.
-No. La hija le pidió a Raúl y a Fidel que lo persuadieran de irse a La Habana a tumbarse y holgar, escribir y pintar; pero no acepta. Tan severa es la situación que en la reunión de la Celac los presidentes que vinieron salieron muy mal; uno de ellos, entristecido, comentó que esa jornada parecía un funeral de Estado.
-¿… ?
-Es que no entiende; sus amigos y sus amores estamos desesperados.
-¿Y qué eres tú? ¿Amiga o amor?, pregunto.
-Era amor y me hice amiga, pero ahora vuelvo a ser amor, pero sublimado, sólo le tomo su mano y allí lo siento. Hugo me duele…
CAMBIOS RADICALES. Llegamos a su casa. Abre la puerta; el sol de El Ávila nos recibe desde el balcón que está al otro lado y el cuerpo de Dolores, enfundado en licra verde esmeralda, se dibuja en un perímetro de torsiones preciosas, como si fuera una pistola dorada a punto de ser desenfundada.
Ordena el café al mayordomo, mientras solicita unos minutos para la ducha, al cabo de la cual viene en sus jeans y su blusa, sin intermediaciones con su piel, cabello húmedo, revuelto, y sus tres teléfonos al cinto, como pidiendo batalla. Sugiero que hablemos pues tengo poco tiempo.
-¿Qué te perturba?, digo.
-Ustedes deben saber que la situación de los cuarteles no es ni sombra de la que era. Ya los oficiales hablan con soltura. Aunque siguen los papelitos y las pintas, la mayoría habla sin aspavientos y con claridad.
-¿Y cuál es el tono?
-El conflicto fundamental es contra los cubanos; pero no porque todos sean igualmente inaguantables sino porque se han convertido en el símbolo de aquello de lo cual hay que salir en las instalaciones militares.
-Pero eso ya lo sabía.
Dolores, la bella, entiende que es una provocación lo que afirmo. Allí me suelta las confidencias. Me explica que hay distancia creciente entre Hugo y los acusados internacionalmente de vinculaciones con el terrorismo y el narcotráfico. Difícilmente se convertirá Henry Rangel Silva en ministro de la Defensa. A los hermanos Alcalá Cordones también les puso distancia. Y al Comandante del Ejército.
-Hugo no los acusa, pero quiere desintoxicar su entorno. En este viaje hacia el final de su Gobierno, de su salud o de su sueño, no quiere la imagen de protector de oficiales cuestionados
-Basta que los separe o enjuicie, le apunto.
-Además -prosigue- Hugo y los cubanos decidieron no aceptar la preeminencia militar por sobre la conducción civil. Estos oficiales han maltratado a los civiles y hay que establecer un claro liderazgo de Hugo, con Nicolás y los que vienen después; así es que la boconería de los generales se quedó flotando en la bruma.
-Yo suponía que esos generales eran mandados por Chávez, deslizo.
-Eran, pero ya no. Los envió al barranco pero no está dispuesto a tenderles la mano para sacarlos. Hace poco un alto oficial se negó a cumplir una orden de El Aissami para apoyar a los cubanos; este militar rugió ante el Ministro: “yo no soy antipatriota”. En forma inmediata, el Ministro habló con el Jefe, quien ordenó al titular de la Defensa que lo eliminara de la lista de ascensos…
LOS CAMBIOS. Dolores está inquieta. Sabe que divulgo estas revelaciones y ella goza de sus travesuras, pero sostiene que es clave que tanto el sector civil y democrático del chavismo, inclusive una parte del no tan democrático, pero civil, como la oposición, se preparen para una transición pedregosa. Hay quienes piensan en la locura de una enmienda constitucional para evitar una elección en el caso de la desaparición del Presidente dentro de los cuatro primeros años del período constitucional. No sabemos cómo nombrar a la hija en la Vicepresidencia sin que se tome como confesión postrera, terminal.
-Cómo será la cosa que hasta los chinos se han puesto reclamones e imperialistas: de las 23 comisiones que se iban a reunir entre China y Venezuela, sólo lo hicieron cuatro; de la veintena de viceministros chinos sólo llegó uno. Quieren supervisar la operación del Fondo Chino y Hugo se niega…
Se ve que están mal, pero sobre todo, del alma. “Aunque Hugo a fuerza de indomable voluntad sobreviva un tiempo a la maldición que le brotó, ya nada será igual. Ya no tenemos fuerza; estamos exhaustos”. Me mira con ojos tristes y me dice: “esto se acabó; hasta aquí nos trajo el río…aunque sigamos, ya no somos los mismos; somos los administradores de nuestro fin como utopía, no fuimos capaces de construir lo que imaginamos. Nos montamos a caballo en el siglo XIX y no hemos podido bajarnos en el siglo XXI”.
Su mirada se disuelve lenta y anegada en furtiva lágrima. Ve a lo lejos la ciudad, pero en realidad mira más allá y sólo alcanza a verse a sí misma, 15 años atrás, cuando la revolución todavía no era saqueo, prisiones, arrogancia y odio. Era, entonces, una promesa de purga para una sociedad borracha. No sabía que su remedio provocaría un cáncer que demanda cirugía mayor. 

No comments:

Post a Comment