FERNANDO OCHOA ANTICH | EL UNIVERSAL
domingo 12 de febrero de 2012 09:52 PM
Hugo Chávez está desesperado. Su enfermedad y la certeza de la derrota le han hecho perder la sindéresis y la prudencia. Es la única manera que encuentro para explicar lo ocurrido durante el desfile militar organizado para conmemorar el 4 de febrero. Estoy convencido, que el diálogo entre el general Clíver Alcalá Cordones y su persona fue preparado detalladamente antes de realizarse. La frase de dicho general fue de suma gravedad: "Mi comandante en jefe, en el desfile participan 12.400 compatriotas, revolucionarios, socialistas, antiimperialistas y chavistas". La respuesta de Chávez incrementa lo delicado del hecho: "Las Fuerzas Armadas son chavistas, me tienen en su corazón". Estas dos frases, más otras que se pronunciaron, colocan al gobierno de Hugo Chávez al margen de la Constitución Nacional.
Lo primero que debo aclararles a mis lectores es que la respuesta de Hugo Chávez es absolutamente falsa. No dudo que haya chavistas en la Fuerza Armada, como deben existir algunos militares indiferentes a la política, y también, un número bien importante de antichavistas. La sociedad venezolana está polarizada, dividida en dos grandes sectores: chavistas y antichavistas, con porcentajes a favor de la oposición como ha quedado demostrado en las últimas elecciones. Esa división debe repetirse en iguales porcentajes en los cuarteles. Es consecuencia de los vasos comunicantes que existen entre la sociedad y la institución armada. Eso es normal: ocurre en todas partes del mundo, sin ningún tipo de consecuencia ya que esa simpatía o antipatía por un gobierno no tiene efectos en el destino profesional de los miembros de la Fuerza Armada.
La frase de Hugo Chávez dejó claro que la única manera de tener porvenir en la institución armada es siendo chavista. No importa la valoración de los méritos militares, lo fundamental para alcanzar los ascensos y los altos cargos es la lealtad al sistema político imperante. Eso quiere decir que la mayor parte de sus miembros será discriminada en el tiempo. Pero el problema no es sólo el irrespeto a esos méritos, sino que al declarar de la manera en que lo hizo Hugo Chávez violó flagrantemente el artículo 328 de la Constitución Nacional. Una de las obligaciones fundamentales de la Fuerza Armada es cumplir y hacer cumplir la Constitución Nacional. Esa actuación, y otras muchas, del presidente de la República, colocan a su gobierno al margen de la Constitución Nacional. ¿Qué debe hacer la Fuerza Armada? No es fácil responder esa pregunta.
Estoy seguro que muchos miembros de la institución armada deben estar reflexionando sobre tan complejo asunto. Hugo Chávez no da puntada sin dedal. No creo que haya cometido y permitido cometer tantas imprudencias sin haber analizado previamente las consecuencias de lo que iba a ocurrir. No es fácil determinar los objetivos de tan peligrosa maniobra, pero no tengo dudas de que existen. Algunos analistas, entre ellos yo mismo, en un artículo anterior señalamos que el nombramiento del general Henry Rangel Silva y el discurso de Hugo Chávez en el acto de juramentación del ministro de la Defensa buscaba desmoralizar a la oposición para que hubiese una alta abstención en la elección presidencial. Otros dicen que buscaba darle ánimo a sus seguidores para disminuir en algo el efecto de su grave enfermedad.
Hasta allí pude entenderlo, pero lo que ocurrió en el desfile del 4 de febrero me dejó perplejo. Sólo he encontrado una explicación: Hugo Chávez busca provocar a los sectores institucionales de la Fuerza Armada para que se insurreccionen con el fin de repetir la misma historia del 11 de abril de 2002. El teniente coronel Chávez conoce que la mayoría de los golpes militares, que sólo se dan como consecuencia de un descontento interno en la Fuerza Armada, normalmente fracasan. Estamos en un año electoral. Las fuerzas políticas y sociales de la oposición no respaldarían una solución militar que interrumpa el proceso electoral. Además, nuestro pueblo aspira a una solución pacífica de la crisis nacional. De ocurrir el fracaso de la asonada militar, cambiaría la difícil situación que enfrenta el régimen, se fortalecería, y sería, quizás, capaz de ganar las elecciones.
Es más seguro para el destino de Venezuela y el porvenir de la Fuerza Armada esperar prudentemente el proceso electoral. Si ese día, Hugo Chávez o algún militar de su camarilla quieren irrespetar la voluntad popular, es el preciso momento para que la Fuerza Armada haga oír su voz. Es verdad que no puede existir confianza en el Consejo Nacional Electoral. Todos conocen su composición y actuación. De todas maneras, ese no es el problema. Lo importante es el sentimiento nacional. Si los venezolanos, mayoritariamente estamos convencidos del triunfo de la oposición, y se trata de irrespetar el resultado electoral, surgirá una inmensa crisis política que movilizará a amplios sectores sociales en su lucha por hacer respetar la voluntad popular. Ese es el momento apropiado para que la Fuerza Armada tome una posición y haga respetar la Constitución Nacional. Mi consejo es uno solo: no desesperarse y esperar.
Lo primero que debo aclararles a mis lectores es que la respuesta de Hugo Chávez es absolutamente falsa. No dudo que haya chavistas en la Fuerza Armada, como deben existir algunos militares indiferentes a la política, y también, un número bien importante de antichavistas. La sociedad venezolana está polarizada, dividida en dos grandes sectores: chavistas y antichavistas, con porcentajes a favor de la oposición como ha quedado demostrado en las últimas elecciones. Esa división debe repetirse en iguales porcentajes en los cuarteles. Es consecuencia de los vasos comunicantes que existen entre la sociedad y la institución armada. Eso es normal: ocurre en todas partes del mundo, sin ningún tipo de consecuencia ya que esa simpatía o antipatía por un gobierno no tiene efectos en el destino profesional de los miembros de la Fuerza Armada.
La frase de Hugo Chávez dejó claro que la única manera de tener porvenir en la institución armada es siendo chavista. No importa la valoración de los méritos militares, lo fundamental para alcanzar los ascensos y los altos cargos es la lealtad al sistema político imperante. Eso quiere decir que la mayor parte de sus miembros será discriminada en el tiempo. Pero el problema no es sólo el irrespeto a esos méritos, sino que al declarar de la manera en que lo hizo Hugo Chávez violó flagrantemente el artículo 328 de la Constitución Nacional. Una de las obligaciones fundamentales de la Fuerza Armada es cumplir y hacer cumplir la Constitución Nacional. Esa actuación, y otras muchas, del presidente de la República, colocan a su gobierno al margen de la Constitución Nacional. ¿Qué debe hacer la Fuerza Armada? No es fácil responder esa pregunta.
Estoy seguro que muchos miembros de la institución armada deben estar reflexionando sobre tan complejo asunto. Hugo Chávez no da puntada sin dedal. No creo que haya cometido y permitido cometer tantas imprudencias sin haber analizado previamente las consecuencias de lo que iba a ocurrir. No es fácil determinar los objetivos de tan peligrosa maniobra, pero no tengo dudas de que existen. Algunos analistas, entre ellos yo mismo, en un artículo anterior señalamos que el nombramiento del general Henry Rangel Silva y el discurso de Hugo Chávez en el acto de juramentación del ministro de la Defensa buscaba desmoralizar a la oposición para que hubiese una alta abstención en la elección presidencial. Otros dicen que buscaba darle ánimo a sus seguidores para disminuir en algo el efecto de su grave enfermedad.
Hasta allí pude entenderlo, pero lo que ocurrió en el desfile del 4 de febrero me dejó perplejo. Sólo he encontrado una explicación: Hugo Chávez busca provocar a los sectores institucionales de la Fuerza Armada para que se insurreccionen con el fin de repetir la misma historia del 11 de abril de 2002. El teniente coronel Chávez conoce que la mayoría de los golpes militares, que sólo se dan como consecuencia de un descontento interno en la Fuerza Armada, normalmente fracasan. Estamos en un año electoral. Las fuerzas políticas y sociales de la oposición no respaldarían una solución militar que interrumpa el proceso electoral. Además, nuestro pueblo aspira a una solución pacífica de la crisis nacional. De ocurrir el fracaso de la asonada militar, cambiaría la difícil situación que enfrenta el régimen, se fortalecería, y sería, quizás, capaz de ganar las elecciones.
Es más seguro para el destino de Venezuela y el porvenir de la Fuerza Armada esperar prudentemente el proceso electoral. Si ese día, Hugo Chávez o algún militar de su camarilla quieren irrespetar la voluntad popular, es el preciso momento para que la Fuerza Armada haga oír su voz. Es verdad que no puede existir confianza en el Consejo Nacional Electoral. Todos conocen su composición y actuación. De todas maneras, ese no es el problema. Lo importante es el sentimiento nacional. Si los venezolanos, mayoritariamente estamos convencidos del triunfo de la oposición, y se trata de irrespetar el resultado electoral, surgirá una inmensa crisis política que movilizará a amplios sectores sociales en su lucha por hacer respetar la voluntad popular. Ese es el momento apropiado para que la Fuerza Armada tome una posición y haga respetar la Constitución Nacional. Mi consejo es uno solo: no desesperarse y esperar.
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