Orlando Viera-Blanco
1 Octubre, 2012
Tres variables condicionan la victoria de Capriles. El voto oculto, el voto castigo (que baje la abstención) y la movilización. Tres factores complejos pero posibles ante un gobierno que tiene un lustro intimidando y comprando conciencias, subestimando la ansiedad de la gente de volver a ser tratados como ciudadanos y no como súbditos. Capriles hizo una campaña impecable que convirtió su debilidad (discurso) en fortaleza (prudencia), por lo que hay razones para concluir que el 7-O habrá mucho que celebrar, pero también mucho que comenzar a remendar.El fenómeno que define el chance de Henrique de cobrar la victoria, es el voto silencioso. Chávez cuenta con un universo electoral cautivo y clientelar de empleados públicos, becados y milicianos, embebido de populismo “revolucionario”, que suman unos 5 MM de electores. Pero es esta fracción burocrática la que registra más fatiga y mayor disposición a migrar del chavismo… El chantaje que pesa sobre ellos (si no te mueves o chillas por Chávez, lo sabremos); más la incertidumbre y la violencia acumulada, es insostenible.
La gente se cansó que le lean una cartilla rojo tomate , bajo amenaza de darle de baja si no se la comen. Muchos ya no le ven rédito ni conveniencia a tanto afán socialista, si la quincena no llega o no alcanza, o aun alcanzando, no hay insumos en los anaqueles… Nos hemos convertido en un acopio de deudos, que nos vemos más en la morgue o en el cementerio, que en nuestras casas, donde dicho sea de paso, ¡estamos presos! Toda esta realidad, teñida de dolor, pérdida y desesperanza, a quienes más ha afectado, es a nuestras barriadas. Por ello son las clases D y E quienes más castigarán la gestión del presidente Chávez, mandato que ellos saben han sido el comandante y sus alfiles (más Los Castro), quienes más se han gozado los privilegios de la “revolución”.
La diferencia no estará en la clase media o alta, en las que por cierto, Chávez ha crecido a punta de aguinaldos y concesiones, que después factura con cárcel, persecución o simplemente, arrebato. La diferencia estará en un pueblo harto de ineficiencia, imprudencias e impunidad, que votará por un cambio y un nuevo destino. Y defenderán su decisión, tanto como lo hicieron en 1998 para liquidar a AD y Copei; como procuraron el regreso de Chávez el 13-A o como ahora atienden y entienden la convocatoria y el mensaje de Capriles, por la concordia.
Si el voto oculto vence sus miedos, el amanecerá un país listo al rescate de la democracia y de la paz. Si no, el consuelo será un Capriles aglutinando un nuevo liderazgo, hasta que otro desenlace (que no será electoral), llame a relevo. Venezuela igual no resiste otro período de Chávez… pero por lo pronto, el mandado está hecho .
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