Antony Rodriguez-Fornell
que teníamos sobre la plasticidad en adultos, y hemos podido observar, por ejemplo, cambios relativamente rápidos en la estructura cerebral debidos a aprendizajes complejos. Es por ello, que la visión que tenemos hoy en día del potencial de cambio cerebral en adultos es mucho más esperanzadora. Existen dos ideas importantes en la investigación actual en neurociencia del bilingüismo. La primera (según E. Bialystok) se basa en la idea que el proceso de aprendizaje del lenguaje de un bebé en un entorno bilingüe es más complejo. El bebé tiene que darse cuenta de que existen dos idiomas, entender que existen dos nombres asociados al mismo objeto, activar la lengua que se esta procesando e inhibir la otra (evitando su interferencia), monitorizar constantemente quién es el hablante y en qué lenguaje habla, etcétera. Este esfuerzo atencional del bebe se traduciría en un desarrollo más rápido de los procesos de control cognitivo, no específicos del lenguaje, y que utilizamos constantemente para poder evaluar, planificar, monitorizar, detectar errores e inhibir nuestras acciones. Varios estudios recientes han aportado pruebas a favor de estas hipótesis, sobre todo en niños. Estos resultados nos han permitido superar la visión tradicional de que el bilingüismo podría interferir en la educación de los niños o de que retrasaba su desarrollo cognitivo. La segunda idea se basa en el concepto de reserva cognitiva (según Y. Stern). La idea es que la especialización en determinados dominios mentales (bilingüismo, aprendizaje musical, etcétera) puede producir reservas cognitivas que serían como mecanismos o
muletas neuroprotectoras que vamos atesorando a lo largo de la vida, debido a nuestras experiencias vitales, y que nos harían más resistentes a los procesos de envejecimiento o neurodegenerativos. Las primeras evidencias empíricas mostraron que la edad de inicio de la enfermedad de Alzheimer empezaba más tarde en un grupo de bilingües que en monolingües. Aunque los resultados actuales aún no sean concluyentes se trata de una hipótesis muy sugerente. Sin embargo, a los lectores escépticos no se les escapará la idea de que puedan existir otros factores que estén afectando los resultados de estos estudios, como el hecho de que algunas comunidades bilingües disfrutan de entornos educacionales más estimulantes. Por tanto, un aspecto importante a tener en cuenta son los distintos tipos de bilingüismo y su marco sociolingüístico. Por ejemplo, en un estudio reciente, hemos observado que actualmente existe un patrón de cambio entre lenguas más acentuado en la sociedad catalana que hace cuarenta años. Es decir, tendemos a intercambiar o cambiar entre lenguas más fácilmente durante una conversación. Esto seguramente sea debido al aumento del conocimiento en nuestra sociedad de ambas lenguas (por medio de la educación y los medios de comunicación) y a la permisividad de uso de ambas e igual estatus social de que disfrutan. Sería interesante entender en qué medida crecer en una sociedad bilingüe en la que existen cambios frecuentes entre lenguas puede alterar la representación de ambos idiomas en el cerebro y la forma en que activamos los mecanismos de control cognitivo. Esto nos permitiría explicar las diferencias individuales que se observan; por ejemplo, algunas personas muestran cambios muy frecuentes entre lenguas e incluso en algunos casos no los perciben conscientemente. Quizás los mecanismos de control cognitivo no les permiten evitar dichos errores y por tanto, no son cambios
necesarios (por ejemplo, cuando desconocemos una palabra en la otra lengua) sino provocados por aspectos relacionados con su arquitectura cognitiva. Aunque estas preguntas están aún por resolver, es fascinante observar cómo nuestro cerebro y su arquitectura pueden moldearse tanto por las habilidades que desarrollamos a lo largo de la vida como por otros factores socioculturales
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