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La desaparición de un diario independiente es un triunfo temporal de la hegemonía comunicacional, y sobre todo, de la barbarie
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Uno debe aprovechar este espacio, quizás el último
que aparezca con mi firma en Talcual, para hablar de censura
y autocensura. A final de cuentas, a esto se reducen 16 años de populismo
militarista, trampa y usufructo. El país se ha tapizado de censura y autocensura;
la gente hace bovinamente las colas y mientras está allí ni chilla ni molesta;
se somete. Practica la autocensura en vivo y directo.
De la misma manera, los medios de comunicación se han sometido. El diario NotiTarde, de Valencia, pasó a manos de un señor con fuerte acento español, según cuenta una corresponsal.
Talcual no se sometió pero se minimiza, se convierte en una lancha semanal luego de haber sido un portaviones diario. La presencia en papel de lunes a viernes, en los quioscos, es importante. El papel sigue teniendo un peso específico.
El Instituto Prensa y Sociedad ha hecho nuevamente su trabajo este año. Dice el Ipys que los síntomas de la censura y autocensura en periodistas y trabajadores de medios (privados, estatales, comunitarios, independientes) comienzan a sentirse con mayor regularidad en Venezuela. La censura se expresa en órdenes y presiones directas e indirectas. Es una manera de actuar parecida a la que acabó con la Redacción de Charlie Hebdo el 8 de enero de este año, aunque, por ahora, sin la necesidad de los AK-47.
Pero no hay gran diferencia en las intenciones.
El método de la coacción, bajo el régimen de la hegemonía comunicacional, dice el Ipys, tiende a volverse natural; hay emisarios del poder que hacen su juego. Esto no lo dice el Ipys sino que lo digo yo: allí están José Vicente Rangel y Eleazar Díaz Rangel llamando a más censura, más chantaje, más coacción desde sus respectivos púlpitos. Gladiadores históricos de la libertad de expresión ahora dedicados a satanizar el periodismo independiente. En su último programa, Rangel hizo prácticamente un llamado al Gobierno para que haga desaparecer las redes sociales donde la gente, al menos, drena sus iras.
La recurrencia de la coacción requiere respuestas. No solo porque deben preservarse las libertades del periodismo, sino porque alguien debe rescatar, recordar y machacar los principios básicos de la democracia. En el país actúan hoy grupos económicos, políticos y sociales característicos de una sociedad en la que prevalece la opacidad. Con ese tipo de actores dominando se han debilitado la independencia y la autonomía de las instituciones.
El estudio que hizo el Ipys revela que en el país son frecuentes las órdenes expresas por parte de los poderes estatales en los medios; sin embargo, este no es el único actor que intenta prohibir o silenciar a los periodistas. También se ejercen presiones de parte de los propios medios de comunicación (entendidos como industrias); grupos económicos privados, políticos e incluso la delincuencia organizada, según los encuestados, también hace su trabajo por imponer el silencio.
La mayor parte de las órdenes directas de censura son emitidas por las instituciones del Estado. Los encuestados del Ipys perciben en el poder Ejecutivo una actuación directa en materia de censura (34%). Luego, señalan como censores al Poder Judicial (17%), al Poder Legislativo (14%), al Poder Moral (7%) y al Poder Electoral (6%). Pero estas mismas evidencias se desprenden de poderes no estatales. Ese es el panorama dentro de los medios.
Hay otros elementos en el aire pero nadie dice nada al respecto, o no lo hace con la suficiente contundencia: la mortandad y virulencia del crimen es algo cada vez menos visible. El horror tiende a invisibilizarse, aunque esté en las primeras páginas de lo que queda de Prensa decente.
Otro elemento: los medios públicos no tienen rubor ni se preocupan por aparentar objetividad. El país va por un camino y ellos por otro completamente distinto, pero machacan su propia versión hasta la obstinación.
Otro elemento es puramente mercadotécnico: las páginas web con más visitas son pueriles, engañosas, piratas, chismosas. Fusilan materiales, su contenido es una catarata sin jerarquía; regalan periodismo barato y producen lectores desasidos, sin criterio. Nadie se los dice pero alguien tiene que hacerlo: La Patilla y Noticias24 son pura basura.
Después hay una serie de habladores de pistoladas, muy seguidos y respetados; gente media tibia que dice medias verdades para vender su pulpa de equilibrio sin grasa, a locha el kilo. Si uno escarba un poco lo que encuentra es un chavismo recogelatas. El ejemplo típico es Nicmer Evans.
El país se queda sin medios que puedan influir para bien en la opinión pública. Se llena de tuits y páginas web hechas al minuto. Ojalá lo que están haciendo en Efecto Cocuyo o Caraota Digital dé buen resultado. Pero lo que uno ve que predomina es el estilo Aporrea o Dollar Today.
Cierro: este artículo está contaminado de desazón ante la desaparición de Talcual, un diario tan querido. Está lleno de anécdotas, afectos y aprendizajes. Los períodos son solamente eso, períodos.
No significan el fin de una era. El oficio y la sangre del periodismo deberán prevalecer sobre el salvajismo.
De la misma manera, los medios de comunicación se han sometido. El diario NotiTarde, de Valencia, pasó a manos de un señor con fuerte acento español, según cuenta una corresponsal.
Talcual no se sometió pero se minimiza, se convierte en una lancha semanal luego de haber sido un portaviones diario. La presencia en papel de lunes a viernes, en los quioscos, es importante. El papel sigue teniendo un peso específico.
El Instituto Prensa y Sociedad ha hecho nuevamente su trabajo este año. Dice el Ipys que los síntomas de la censura y autocensura en periodistas y trabajadores de medios (privados, estatales, comunitarios, independientes) comienzan a sentirse con mayor regularidad en Venezuela. La censura se expresa en órdenes y presiones directas e indirectas. Es una manera de actuar parecida a la que acabó con la Redacción de Charlie Hebdo el 8 de enero de este año, aunque, por ahora, sin la necesidad de los AK-47.
Pero no hay gran diferencia en las intenciones.
El método de la coacción, bajo el régimen de la hegemonía comunicacional, dice el Ipys, tiende a volverse natural; hay emisarios del poder que hacen su juego. Esto no lo dice el Ipys sino que lo digo yo: allí están José Vicente Rangel y Eleazar Díaz Rangel llamando a más censura, más chantaje, más coacción desde sus respectivos púlpitos. Gladiadores históricos de la libertad de expresión ahora dedicados a satanizar el periodismo independiente. En su último programa, Rangel hizo prácticamente un llamado al Gobierno para que haga desaparecer las redes sociales donde la gente, al menos, drena sus iras.
La recurrencia de la coacción requiere respuestas. No solo porque deben preservarse las libertades del periodismo, sino porque alguien debe rescatar, recordar y machacar los principios básicos de la democracia. En el país actúan hoy grupos económicos, políticos y sociales característicos de una sociedad en la que prevalece la opacidad. Con ese tipo de actores dominando se han debilitado la independencia y la autonomía de las instituciones.
El estudio que hizo el Ipys revela que en el país son frecuentes las órdenes expresas por parte de los poderes estatales en los medios; sin embargo, este no es el único actor que intenta prohibir o silenciar a los periodistas. También se ejercen presiones de parte de los propios medios de comunicación (entendidos como industrias); grupos económicos privados, políticos e incluso la delincuencia organizada, según los encuestados, también hace su trabajo por imponer el silencio.
La mayor parte de las órdenes directas de censura son emitidas por las instituciones del Estado. Los encuestados del Ipys perciben en el poder Ejecutivo una actuación directa en materia de censura (34%). Luego, señalan como censores al Poder Judicial (17%), al Poder Legislativo (14%), al Poder Moral (7%) y al Poder Electoral (6%). Pero estas mismas evidencias se desprenden de poderes no estatales. Ese es el panorama dentro de los medios.
Hay otros elementos en el aire pero nadie dice nada al respecto, o no lo hace con la suficiente contundencia: la mortandad y virulencia del crimen es algo cada vez menos visible. El horror tiende a invisibilizarse, aunque esté en las primeras páginas de lo que queda de Prensa decente.
Otro elemento: los medios públicos no tienen rubor ni se preocupan por aparentar objetividad. El país va por un camino y ellos por otro completamente distinto, pero machacan su propia versión hasta la obstinación.
Otro elemento es puramente mercadotécnico: las páginas web con más visitas son pueriles, engañosas, piratas, chismosas. Fusilan materiales, su contenido es una catarata sin jerarquía; regalan periodismo barato y producen lectores desasidos, sin criterio. Nadie se los dice pero alguien tiene que hacerlo: La Patilla y Noticias24 son pura basura.
Después hay una serie de habladores de pistoladas, muy seguidos y respetados; gente media tibia que dice medias verdades para vender su pulpa de equilibrio sin grasa, a locha el kilo. Si uno escarba un poco lo que encuentra es un chavismo recogelatas. El ejemplo típico es Nicmer Evans.
El país se queda sin medios que puedan influir para bien en la opinión pública. Se llena de tuits y páginas web hechas al minuto. Ojalá lo que están haciendo en Efecto Cocuyo o Caraota Digital dé buen resultado. Pero lo que uno ve que predomina es el estilo Aporrea o Dollar Today.
Cierro: este artículo está contaminado de desazón ante la desaparición de Talcual, un diario tan querido. Está lleno de anécdotas, afectos y aprendizajes. Los períodos son solamente eso, períodos.
No significan el fin de una era. El oficio y la sangre del periodismo deberán prevalecer sobre el salvajismo.
Vía Tal Cual
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