Álvaro Benavides Lagrecca
El 1º de septiembre venezolano de este año estremecerá la valiente fibra nacional y conmoverá al mundo entero. Ríos de personas desbordarán los espacios públicos de Caracas para reclamar sus derechos vulnerados y gritar en todas partes el mismo mensaje: ¡El revocatorio es este año!
Es el grito que se escucha en cada rincón de Venezuela desde el mismísimo 26 de abril de este año, cuando al ministerio electoral del gobierno no le quedó otra salida que aprobar, en contra del perverso y nada disimulado deseo de las rectoras, la activación del referendo revocatorio, recurso constitucional que nos da el derecho a los ciudadanos a poner fin al mandato de Maduro.
Desde ese momento, sin embargo, ese brazo del poder ejecutivo se ha dedicado a inventar y poner en práctica los más arbitrarios impedimentos para burlarse de nuevo del pueblo venezolano. Las rectoras hacen todo lo posible para evitar que ocurra lo que la calle y todos los sondeos de opinión pública indican como inevitable: que el lanzador de este juego macabro se va para las duchas, y con él sus cómplices en las fracasadas políticas chavistas que han arruinado a Venezuela.
La toma de Caracas, junto con las marchas y concentraciones que ocurrirán en el resto del país, harán del 1-S 2016 un símbolo de la contundente voluntad de cambio de una sociedad desesperada, sometida por los gobiernos chavistas a la peor condición que hemos vivido en nuestra historia republicana.
Es interminable la lista de razones que tenemos los venezolanos para cambiar de gobierno. Ya no hay en el mundo, ni aún en la propia Cuba sometida, quien no conozca ese registro del oprobio. Venezuela dejó de ser el país de oportunidades que fue para mucha gente de todas partes, pues el desempeño de nuestro país es hoy bochornoso en prácticamente todas las categorías universales que evalúan la calidad integral de vida de los seres humanos.
Hasta ahora los venezolanos hemos sido capaces de administrar la desesperanza.
Decenas de miles decidieron construir su futuro en otras tierras, con los altísimos costos y riesgos emocionales y materiales que tal decisión acarrea. Los gobiernos chavistas se han enconado contra los que han decidido vivir y soñar en su propio suelo. Han intentado aniquilarlos mediante los procedimientos más atroces: humillación, compra de conciencias, desempleo, depravación de su patrimonio público y privado, cárcel, hambre, insalubridad, violencia, inseguridad, muerte.
A pesar de estas brutalidades de signo indiscutiblemente dictatorial, los venezolanos de todas partes hemos insistido sin agotamiento en la lucha por el rescate del país. El 1º de septiembre veremos la más descomunal demostración de la sana testarudez democrática que nos caracteriza.
Lo que el gobierno pretende es que el hartazgo y la desesperación agote la paciencia que los venezolanos hemos demostrado tener durante estos años, con las impredecibles consecuencias que la indignación y el desespero puedan provocar, y jugar el juego de la víctima.
Pero el juego no termina ese día. Tenemos que anotar más carreras. Estamos seguros de que la dirección política del país tiene el plan de acción que sigue para neutralizar a los árbitros y dejar en el terreno al equipo chavista.
Habrá que ver quién sigue a quién, si la gente en la calle a la dirección política, o si la dirección política a la gente en la calle.
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