Mientras el país se hunde en la hambruna y la violencia, y el narcorégimen se mantiene a flote a través de un fraudulento TSJ y un servil CNE, sorpresivamente aparece una encuesta sobre posibles candidatos presidenciales de oposición que enciende una polémica, inoportuna, porque resiente la Unidad y desvía la atención de la necesaria movilización nacional para exigir que el referendo revocatorio se realice este mismo año. Haber puesto sobre la mesa el tema de las candidaturas presidenciales no tiene otro objetivo que torpedear el revocatorio, como pretendió hacer el régimen y algunos de sus aliados, infiltrados en la MUD, con la pantomima de un diálogo absolutamente fracasado y desenmascarado.
La semana pasada, la firma Datanálisis publicó una encuesta en la que coloca al diputado Henry Ramos Allup con puntos de ventaja sobre el preso político Leopoldo López y el gobernador Capriles, un hecho factible por las características mediáticas del presidente de la Asamblea Nacional, que ostenta un cargo circunstancial hasta el 4 de enero de 2017, cuando deba entregar la presidencia al diputado Julio Borges, según acuerdos de rotación pactados previamente en la MUD. La misma encuestadora ubica en segundo lugar al gobernador del estado Lara, Henri Falcón, superando también de manera abrumadora los sólidos liderazgos de Capriles y López. Algo inverosímil. El gobernador Henrique Capriles, a sabiendas de que lidera la mayoría de los sondeos de opinión, no pisa el peine de Datánalisis, declara que no hay un camino más rápido para salir de esta dictadura que el revocatorio, y resalta la extemporaneidad del tema electoral. Una lección de madurez para algunos políticos de más experiencia, que en lugar de estar pensando en sus proyectos personales –aunque sean legítimas sus aspiraciones– deberían abocarse a la planificación de un gobierno de transición y verdadera unidad nacional, integrado por los mejores venezolanos, académicos, profesionales y gente de intachable y meritoria trayectoria.
En declaraciones a El Nacional, Capriles afirmó que ha visto cuatro encuestas “y las cuatro son distintas en la valoración de los liderazgos de la oposición”. Adelantar un debate sobre las encuestas es un “autosuicidio” en primavera, no conviene sino a quienes necesitan armar sus propias plataformas electorales y parecer viables.
Manipulaciones vs encuestas
La utilización de las encuestas recuerda la campaña electoral de 1998, que fue una suerte de desaguisados y de puñaladas traperas. Las encuestadoras no hicieron otra cosa que dar tumbos; precisamente Datanálisis fue la primera en publicar los datos que bajaban drásticamente a la alcaldesa Irene Sáez, que lideraba todas las encuestas, y reveló una impensable subida del entonces comandante Chávez, quien con un leve 4% en intención de voto y un descomunal rechazo popular comenzó a subir como la espuma. Aunque primero solo haya sido en el papel.
Entonces Copei retiró el apoyo a la ex miss Universo y se tiró en los brazos de Salas Römer –Frijolito–; por su parte, Acción Democrática, a solo pocos días para las elecciones, le quitó la candidatura al caudillo Alfaro Ucero y hasta lo expulsó de sus filas para respaldar a Henrique Salas Römer, a quien consideraban el único capaz de derrotar a Hugo Chávez. La verdad es que miles de adecos votaron por el “angel vengador” que representaba el fracasado golpista, para desquitarse de aquella traición del “cogollo” adeco. El monstruo creado entonces por las encuestadoras logró capitalizar la antipolítica generada por la crisis terminal del bipartidismo y se volvió el más mediático de los candidatos del momento. El resto es historia.
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