JULIO CÉSAR PINEDA | EL UNIVERSAL
jueves 29 de septiembre de 2011 12:00 AM
En relación al tema de los jefes de Estado y de Gobierno y las enfermedades físicas o mentales de los líderes, dos libros son de obligada referencia. El del médico y diplomático David Owen, "En el Poder y en la Enfermedad", quien interrelaciona la política con la medicina, y el de Pascal Sutter, "Los locos que nos gobiernan", psicólogo y asesor de la OTAN.
David Owen recorre la salud de 32 jefes de Estado y ausculta las enfermedades de personalidades tan interesantes como la de Franklin Roosevelt, quien quedó paralítico por padecer polio a los 39 años, sin embargo, sus propagandistas, a objeto de proteger su imagen pública, quisieron ocultar esa minusvalía y como él no deseaba que se lo asociara con discapacidad, ideó un método para ponerse de pie y caminar unos pasos, dando a sus seguidores la sensación de que podía caminar.
De las casi 35 mil fotografías oficiales que existen del presidente Roosevelt, sólo dos lo muestran en silla de ruedas.
Analiza los trastornos de personalidad de Lyndon Johnson, el alcoholismo de Nixon, y el del presidente ruso Boris Yeltsin, quien además sufría de depresión, tendencias suicidas y ciclotimia; del todopoderoso y disminuido Ariel Sharon, el cual desde hace 5 años permanece en estado vegetativo debido a un ataque cerebral.
Depresión
David Owen pasa también por el cáncer de estómago de Neville Chamberlain, paisano de Churchill, quien igualmente además de su problema cardíaco, sufría de una permanente depresión.
No deja de mencionar el alzheimer de Ronald Reagan presente durante su segundo mandato presidencial 1985-1989.
Con respecto a John F. Kennedy, señala que padecía la enfermedad de Addison. Con la insuficiencia crónica de ciertas hormonas, el tratamiento lo volvió adicto a los esteroides, y la procaína la mezclaba con anfetaminas y testosterona. Sufría además de intensos dolores de espalda por una lesión en su juventud.
El consumo de cortisona, aparte de hinchar su rostro, destruía huesos y cartílagos en una progresiva osteoporosis; los fotógrafos y los camarógrafos cuidaban los detalles en sus presentaciones públicas.
Explosiva personalidad
Nikita Khrushchev se transformó en un político depresivo, vulnerable al alcohol. Su explosiva personalidad se deterioró al punto que no escuchaba a nadie siendo en extremo grosero.
Owen también hace referencia al cáncer de próstata de François Mitterrand. El mismo lo ocultó a la población francesa y lo negó a pesar de las infidencias que hizo públicas su médico de cabecera Claude Gubler, en su libro Le Grand Secret.
El Vaticano no escapa de la falta de información: durante la gravedad del Papa Juan Pablo II se impidió todo tipo de foto o dibujo mostrando su estado, debido al antecedente que existía del pontífice Pío XII, cuando uno de sus médicos de cabecera hizo pública la imagen en su lecho de enfermo que consideraron perjudicaba su imagen de santo pontífice.
David Owen refiere además la misteriosa y oculta enfermedad de Mohammad Reza Pahlevi, el último emperador de Irán, quien sufrió un linfoma en forma de cáncer y quien, desconfiando de los médicos de su país, recurrió a la medicina francesa.
Además del temor de hacer público su estado, hacía venir semanalmente médicos de Francia para su revisión, falleciendo por esta temida enfermedad en la ciudad de El Cairo, luego de un año de exilio.
En la tercera parte del libro de Owen, el autor vincula el ejercicio del poder con la omnipotencia que impregna. Llegando incluso a desafiar el destino.
Hybris, para David Owen, más allá de la concepción clásica griega, es "borrachera de poder en los tiempos modernos" referido a los caudillos mesiánicos con el agravante de que muchos nos han gobernado tomando decisiones fundamentales para sus pueblos, sin estar en las mejores condiciones.
En una próxima entrega me referiré a la obra de Pascal de Sutter, "Los locos que nos gobiernan". Con la especial referencia al Presidente de Francia, Paul Dechanel, quien a los pocos meses de ganar la elección de 1920 tuvo que renunciar bajo el eslogan que no podría gobernar, "el hombre del pijama que se cayó del tren". Algo parecido a lo de las camisas voladoras de Diógenes Escalante.
David Owen recorre la salud de 32 jefes de Estado y ausculta las enfermedades de personalidades tan interesantes como la de Franklin Roosevelt, quien quedó paralítico por padecer polio a los 39 años, sin embargo, sus propagandistas, a objeto de proteger su imagen pública, quisieron ocultar esa minusvalía y como él no deseaba que se lo asociara con discapacidad, ideó un método para ponerse de pie y caminar unos pasos, dando a sus seguidores la sensación de que podía caminar.
De las casi 35 mil fotografías oficiales que existen del presidente Roosevelt, sólo dos lo muestran en silla de ruedas.
Analiza los trastornos de personalidad de Lyndon Johnson, el alcoholismo de Nixon, y el del presidente ruso Boris Yeltsin, quien además sufría de depresión, tendencias suicidas y ciclotimia; del todopoderoso y disminuido Ariel Sharon, el cual desde hace 5 años permanece en estado vegetativo debido a un ataque cerebral.
Depresión
David Owen pasa también por el cáncer de estómago de Neville Chamberlain, paisano de Churchill, quien igualmente además de su problema cardíaco, sufría de una permanente depresión.
No deja de mencionar el alzheimer de Ronald Reagan presente durante su segundo mandato presidencial 1985-1989.
Con respecto a John F. Kennedy, señala que padecía la enfermedad de Addison. Con la insuficiencia crónica de ciertas hormonas, el tratamiento lo volvió adicto a los esteroides, y la procaína la mezclaba con anfetaminas y testosterona. Sufría además de intensos dolores de espalda por una lesión en su juventud.
El consumo de cortisona, aparte de hinchar su rostro, destruía huesos y cartílagos en una progresiva osteoporosis; los fotógrafos y los camarógrafos cuidaban los detalles en sus presentaciones públicas.
Explosiva personalidad
Nikita Khrushchev se transformó en un político depresivo, vulnerable al alcohol. Su explosiva personalidad se deterioró al punto que no escuchaba a nadie siendo en extremo grosero.
Owen también hace referencia al cáncer de próstata de François Mitterrand. El mismo lo ocultó a la población francesa y lo negó a pesar de las infidencias que hizo públicas su médico de cabecera Claude Gubler, en su libro Le Grand Secret.
El Vaticano no escapa de la falta de información: durante la gravedad del Papa Juan Pablo II se impidió todo tipo de foto o dibujo mostrando su estado, debido al antecedente que existía del pontífice Pío XII, cuando uno de sus médicos de cabecera hizo pública la imagen en su lecho de enfermo que consideraron perjudicaba su imagen de santo pontífice.
David Owen refiere además la misteriosa y oculta enfermedad de Mohammad Reza Pahlevi, el último emperador de Irán, quien sufrió un linfoma en forma de cáncer y quien, desconfiando de los médicos de su país, recurrió a la medicina francesa.
Además del temor de hacer público su estado, hacía venir semanalmente médicos de Francia para su revisión, falleciendo por esta temida enfermedad en la ciudad de El Cairo, luego de un año de exilio.
En la tercera parte del libro de Owen, el autor vincula el ejercicio del poder con la omnipotencia que impregna. Llegando incluso a desafiar el destino.
Hybris, para David Owen, más allá de la concepción clásica griega, es "borrachera de poder en los tiempos modernos" referido a los caudillos mesiánicos con el agravante de que muchos nos han gobernado tomando decisiones fundamentales para sus pueblos, sin estar en las mejores condiciones.
En una próxima entrega me referiré a la obra de Pascal de Sutter, "Los locos que nos gobiernan". Con la especial referencia al Presidente de Francia, Paul Dechanel, quien a los pocos meses de ganar la elección de 1920 tuvo que renunciar bajo el eslogan que no podría gobernar, "el hombre del pijama que se cayó del tren". Algo parecido a lo de las camisas voladoras de Diógenes Escalante.
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