Enrique Viloria Vera
Muchos son y pocos deberían de ser, atendiendo a la necesidad de consolidar una real visión unitaria como demanda la realidad del país y no una fraccionada con francos visos de oportunismo. Es verdad que todos tienen – y tenemos – el derecho de elegir y ser elegidos, pero las razones de algunas postulaciones suenan más a pescueceo, vanidad, engreimiento, ambiciones personales, frustraciones pasadas, y, sobre todo, incapacidad para entender los signos de los tiempos.
Se arguye más o menos así: si hay un Pablo deben haber dos; si hay dos Pablos debe haber un Pedro, y porqué no un Pedro Pablo. Es mejor que nos gobierne una mujer y salen por ahora dos a la palestra pública: una con visos de alumna del Mater Salvatoris y otra con aún no sabemos qué; dicen que hay otra fémina agazapada esperando el momento para salir por una de las puertas de la casa que vence las sombras.
Argumenta uno que se la dio de fiero felino, que en algún momento debe tocarle a él - el sempiterno delfín - que se preparó para la primera magistratura y que al que nunca le llegó su apetecida hora. Prontamente, otro precandidato arguye que el verdadero delfín es él y no el rozagante y altivo caraqueño, que la cosa pública debe estar en manos de un maracucho que le hable claro y rajao al pueblo como él sabe hacerlo, y no como el maracuchito bonachón de las negras y las burusas que arrugó y le pasó el testigo a otro marabino que resulta pipiolo y falto de millas en la carretera.
Por otro lado, aparece fugaz un joven engominado, con cara de galán de telenovela argentina de los 50´s, que sólo arguye que le toca porque sí, no sabemos si en su condición de mantuano, empresario o de novio de la madrina. Otro se lanza raudo al ruedo porque los trabajadores no están representados en virtud de que los otros contendientes no lo son: cobran sin trabajar.
Uno más nuevo, ya habilitado, anuncia que también competirá, los votos que obtenga le restarán fuelle a su antiguo compañero de ruta, cuando ambos eran justicieros y andaban por estas calles llevando un mensaje distinto y esperanzador. El viejo compañero de ruta boxea por lo pronto en su propio ring, el que conoce, hace fintas y se prepara para competir no con el voluntarioso karateca sino con los expertos en vilezas y golpes bajos.
Finalmente, el más veterano, el corrido en varias lides, el saltador de obstáculos, con la sabiduría que se obtiene del ejercicio de la política de verdad verdad y no la mediática practicada frente a las cámaras del canal de la oposición, expresa que aquellos que ostentan las mismas raíces partidistas ayuden a fortalecer el viejo tronco debilitado por años de mal ejercicio del poder.
Y nosotros los electores opositores aspiramos que el candidato unitario sea no el que más votos obtuvo divididos entre ocho o diez postulados, sino el más votado por sus dotes de estadista y sus reales posibilidades para terminar de demoler al fanfarrón que se anuncia inmortal e invencible.
PD: Ojala el proceso unitario sirva para decantar el chiripero y los venezolanos podamos optar no entre nombres sino entre opciones de estado, sociedad y gobierno propuestas por tendencias políticas claras y diferenciadas: una social demócrata, otra humanista cristiana y una tercera de izquierda radical.
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