JORGE LINARES ANGULO | EL UNIVERSAL
martes 20 de septiembre de 2011 12:48 PM
El martes pasado el CNE fijó la fecha para las elecciones presidenciales: 7 de octubre de 2012. Quebranta así el CNE una fecha tradicional de nuestra moderna democracia republicana. Todos sabemos que ésta de octubre no es una fecha del CNE. Es una fecha de Miraflores. Y, por supuesto, tiene el ingrediente ventajista que ha caracterizado las elecciones del régimen de Chávez. La presidenta del CNE se ufanó deque fue una fecha decidida por unanimidad. ¡Pero cómo no iba a serlo! Pues qué otra cosa podía hacer el solitario Vicente Díaz que seguramente se dio cuenta de que el mes de octubre, al fin y al cabo, era -dentro del interés manejado desde la Casa Presidencial- el que más favorecía a la oposición. Sin embargo, esto no es suficiente para quien -como lo ha demostrado con creces- ha tenido que valerse de anfractuosidades para conservar el poder. Salvo la de 1998 ¿ha habido alguna elección en la que Hugo Chávez no haya apelado a presiones, ventajismo, mañas, atropellos, es decir, sordidez electoral para ganar? Esto lo digo con objetividad, persuadido de que todos saben que es así.
Ya es tarde para que Hugo Chávez pueda revertir su fracaso, lo cual significa que ninguna excusa puede valerle -después de trece años- para pedir en octubre de 2012 el voto a los venezolanos. ¿Qué excusa puede esgrimir un Presidente que recibió un millón de millones de dólares sólo en renta petrolera y hoy exhibe un país destrozado, sumido en cientos de conflictos diarios porque su seguridad, su salud, su vivienda, sus carreteras y calles, sus servicios, su tranquilidad sicológica, etc., están en terrible condición? Digo Chávez y no el Gobierno porque Chávez es el responsable directo. ¿No se jacta acaso de ser el Jefe Supremo y, por tanto, indiscutido? Él ordena y sus funcionarios obedecen. Su estilo de gobierno lo constatamos a cada instante: "yo mando", "yo instruí", "yo firmé", "yo dispongo y otorgo este dinero", etc. Con un billón de dólares de ingreso sólo por petróleo, si de verdad amara a Venezuela y a los pobres, hoy nuestro país sería uno de los más adelantados, igualitario de verdad respecto de un bienestar accesible para todos y cada uno de los venezolanos. De allí que no podamos aceptar la especie urdida por él y sus asesores de que es inocente, que no sabe, que son sus ministros y funcionarios los que no sirven. Ésta es la estrategia que pretenden usar para engañar, sobre todo a los electores humildes, y la que subyace como una de las razones en la decisión de adelantar las elecciones presidenciales.
La campaña electoral de la oposición, en consecuencia, debería centrarse en propuestas para reconstruir el país y combatir la pobreza, en un espíritu integrador de todos los venezolanos y en una clara definición de la responsabilidad de Hugo Chávez en la crisis económica y social que sacude a la nación. Ello, por supuesto, en un lenguaje no ofensivo y vulgarote como el del estilo presidencial, pero sí categórico y explícito como para que no queden dudas de que el jefe del Estado tiene la principal responsabilidad en el manejo de un gobierno destructivo e incapaz.
En la tarea de derrotar electoralmente a Chávez los venezolanos tenemos un papel: concientizar a los más vulnerables sobre esa preconcebida evasión de responsabilidad es uno de los más importantes pues, transfiriéndola a otros, el Presidente planea reelegirse y consolidar un régimen totalitario.
Ya es tarde para que Hugo Chávez pueda revertir su fracaso, lo cual significa que ninguna excusa puede valerle -después de trece años- para pedir en octubre de 2012 el voto a los venezolanos. ¿Qué excusa puede esgrimir un Presidente que recibió un millón de millones de dólares sólo en renta petrolera y hoy exhibe un país destrozado, sumido en cientos de conflictos diarios porque su seguridad, su salud, su vivienda, sus carreteras y calles, sus servicios, su tranquilidad sicológica, etc., están en terrible condición? Digo Chávez y no el Gobierno porque Chávez es el responsable directo. ¿No se jacta acaso de ser el Jefe Supremo y, por tanto, indiscutido? Él ordena y sus funcionarios obedecen. Su estilo de gobierno lo constatamos a cada instante: "yo mando", "yo instruí", "yo firmé", "yo dispongo y otorgo este dinero", etc. Con un billón de dólares de ingreso sólo por petróleo, si de verdad amara a Venezuela y a los pobres, hoy nuestro país sería uno de los más adelantados, igualitario de verdad respecto de un bienestar accesible para todos y cada uno de los venezolanos. De allí que no podamos aceptar la especie urdida por él y sus asesores de que es inocente, que no sabe, que son sus ministros y funcionarios los que no sirven. Ésta es la estrategia que pretenden usar para engañar, sobre todo a los electores humildes, y la que subyace como una de las razones en la decisión de adelantar las elecciones presidenciales.
La campaña electoral de la oposición, en consecuencia, debería centrarse en propuestas para reconstruir el país y combatir la pobreza, en un espíritu integrador de todos los venezolanos y en una clara definición de la responsabilidad de Hugo Chávez en la crisis económica y social que sacude a la nación. Ello, por supuesto, en un lenguaje no ofensivo y vulgarote como el del estilo presidencial, pero sí categórico y explícito como para que no queden dudas de que el jefe del Estado tiene la principal responsabilidad en el manejo de un gobierno destructivo e incapaz.
En la tarea de derrotar electoralmente a Chávez los venezolanos tenemos un papel: concientizar a los más vulnerables sobre esa preconcebida evasión de responsabilidad es uno de los más importantes pues, transfiriéndola a otros, el Presidente planea reelegirse y consolidar un régimen totalitario.
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