MARCOS R. CARRILLO P. | EL UNIVERSAL
viernes 23 de septiembre de 2011 12:25 PM
Además de superar los escollos que se presentarán desde ahora hasta el momento de las elecciones, es indispensable reflexionar sobre el país que Venezuela debe ser y cómo lograrlo. De allí que prever las complicaciones que se presentarán luego de la salida de Chávez del poder es tan necesario como urgente.
Aun asumiendo el mejor de los escenarios, es decir, que se realicen las elecciones y se respeten los resultados en caso de que pierda el candidato-presidente, la situación será en extremo compleja. En efecto, además de un país en la ruina económica, la situación política no será mejor. Se sabe que ya algunos oficiales de la Fuerza Armada han manifestado su voluntad de desconocer cualquier presidente distinto a Chávez y para eso tienen una milicia armada. Junto a esa fuerza se encuentran guerrilleros y mercenarios nacionales y extranjeros. Las protestas sociales y laborales, tanto legítimas como financiadas por algunos de los desplazados del Gobierno, serán muchas y difíciles de abordar. No debe olvidarse el poder que ya tienen los narcotraficantes que se han aprovechado de estos doce años y que podrían llevar a Venezuela a situaciones similares a las de México o la Colombia de los años 80.
Ante este panorama, además del problema económico, habrá que focalizarse en dos elementos fundamentales: la reconstrucción institucional y la paz social.
En cuanto a la primera, habrá que trabajar en hacer cumplir la Constitución para el nombramiento de quienes ejercen los órganos directivos de los poderes públicos. En prácticamente ningún caso (probablemente se salve algún magistrado del TSJ o el rector demócrata del CNE) para el nombramiento de las actuales autoridades se han cumplido los requisitos establecidos para ser nombrados en sus cargos y mucho menos para ejercerlos, de allí la absoluta sumisión de instituciones, dirigidas por personas que saben que han sido designadas por su obediencia, en lugar de sus méritos.
Más importante aún será el proceso de pacificación. El país se ha sumido en una vorágine de odio y resentimiento promovido desde la presidencia de la República. El lenguaje excluyente, la exacerbación de diferencias, la mentira generadora de rencores o el insulto puro y simple se han convertido en la cotidianidad del venezolano. Es la única manera de expresarse desde el poder. Quienes desde el grupo gobernante muestren inclinación al diálogo corren el riesgo de ser tildados de traidores. Desde el lado de los demócratas también habrá problemas. Hay un grupo de personas que antes que construir un país viendo hacia el futuro, piensan en implementar una revancha más que en hacer justicia y vivir en paz. Que prevalezca esta postura sería letal para el futuro del país.
Para tener la Venezuela que queremos será fundamental apuntalar la democracia, no sólo desde la perspectiva institucional sino desde el punto de vista del fomento del diálogo y la inclusión como herramientas para implementar la paz social. El fundamento de la transición debe ser el mismo de la democracia: tratar a todos los ciudadanos con el mismo respeto y consideración. Este ejercicio de tolerancia será la clave para construir un camino hacia un país del siglo XXI.
Aun asumiendo el mejor de los escenarios, es decir, que se realicen las elecciones y se respeten los resultados en caso de que pierda el candidato-presidente, la situación será en extremo compleja. En efecto, además de un país en la ruina económica, la situación política no será mejor. Se sabe que ya algunos oficiales de la Fuerza Armada han manifestado su voluntad de desconocer cualquier presidente distinto a Chávez y para eso tienen una milicia armada. Junto a esa fuerza se encuentran guerrilleros y mercenarios nacionales y extranjeros. Las protestas sociales y laborales, tanto legítimas como financiadas por algunos de los desplazados del Gobierno, serán muchas y difíciles de abordar. No debe olvidarse el poder que ya tienen los narcotraficantes que se han aprovechado de estos doce años y que podrían llevar a Venezuela a situaciones similares a las de México o la Colombia de los años 80.
Ante este panorama, además del problema económico, habrá que focalizarse en dos elementos fundamentales: la reconstrucción institucional y la paz social.
En cuanto a la primera, habrá que trabajar en hacer cumplir la Constitución para el nombramiento de quienes ejercen los órganos directivos de los poderes públicos. En prácticamente ningún caso (probablemente se salve algún magistrado del TSJ o el rector demócrata del CNE) para el nombramiento de las actuales autoridades se han cumplido los requisitos establecidos para ser nombrados en sus cargos y mucho menos para ejercerlos, de allí la absoluta sumisión de instituciones, dirigidas por personas que saben que han sido designadas por su obediencia, en lugar de sus méritos.
Más importante aún será el proceso de pacificación. El país se ha sumido en una vorágine de odio y resentimiento promovido desde la presidencia de la República. El lenguaje excluyente, la exacerbación de diferencias, la mentira generadora de rencores o el insulto puro y simple se han convertido en la cotidianidad del venezolano. Es la única manera de expresarse desde el poder. Quienes desde el grupo gobernante muestren inclinación al diálogo corren el riesgo de ser tildados de traidores. Desde el lado de los demócratas también habrá problemas. Hay un grupo de personas que antes que construir un país viendo hacia el futuro, piensan en implementar una revancha más que en hacer justicia y vivir en paz. Que prevalezca esta postura sería letal para el futuro del país.
Para tener la Venezuela que queremos será fundamental apuntalar la democracia, no sólo desde la perspectiva institucional sino desde el punto de vista del fomento del diálogo y la inclusión como herramientas para implementar la paz social. El fundamento de la transición debe ser el mismo de la democracia: tratar a todos los ciudadanos con el mismo respeto y consideración. Este ejercicio de tolerancia será la clave para construir un camino hacia un país del siglo XXI.
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