Saturday, September 17, 2011

El celestinaje en la política venezolana

En: http://www.noticierodigital.com/2011/09/el-celestinaje-en-la-politica-venezolana/

17 Septiembre, 2011
“Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.
El gatopardo. Conde de Lampedusa
La línea de sombra que confunde la reconciliación y el acuerdo con la alcahuetería y el celestinaje ha permitido y avalado muchas perversiones en la larga y accidentada marcha de esta atribulada República. Desde los tiempos del Marqués de Casa León y la entrega de Francisco de Miranda hasta el contubernio entre el presidente Rafael Caldera y el golpista Chávez Frías, una cinta de obscenas componendas vincula cimas y abismos, miserias y grandezas. De la que ni siquiera se salvan nuestros mayores. El comportamiento de Bolívar ante Francisco de Miranda da cuenta de los claroscuros del más grande de los venezolanos. Está pendiente una historia de la traición y el celestinaje políticos en la Venezuela de todos los tiempos.
Hay notables excepciones. Una de ellas, desgraciadamente desconocida por la inmensa mayoría de los venezolanos es la de Antonio Paredes, uno de nuestros más ilustres ejemplos de honor y rectitud en el ejercicio de la actividad pública. Descendiente de Diego García de Paredes y de su muy ilustre prosapia, Paredes pretendió vivir bajo normas de conducta moral incompatibles con una época de bajeza sólo comparable con la que hoy vivimos: los años de Cipriano Castro. Quien lo ejecuta sumariamente en un acto de vileza no del todo inédito en estos 200 años de desafueros.
El quijotismo de Paredes y su precio de sangre parecen condenar toda reivindicación ética al desuso, el desprecio y el escarnio público, en un país que premia los latrocinios, los desafueros y la traición. Aún hoy, a veinte años del acto vil y cobarde que condenara a Carlos Andrés Pérez por los mismos que auparon el asalto al Poder de quien no ha encontrado todavía quien lo someta al juicio implacable de la historia, resguardado como se encuentra no sólo por la vileza de sus instituciones sino por el celestinaje de quienes quisieran sacudírselo por bajo cuerda, sin traumas ni sacudones, no se yergue en Venezuela un movimiento de renovación nacional que vuelva a poner la justicia, la moralidad y la decencia por encima de toda otra consideración. Seguimos jugando a la pillería política. Quitarnos la sarna sin un baño de azufre,
Gustavo Coronel, en un importante artículo – TRASICIÓN SI, TRANSACCIÓN NO – se enfrenta a Teodoro Petkoff, más preocupado por salir de Chávez en lo oscuro y por la puerta de escape que por abrir las grandes avenidas de la historia y refundar la República. Y para quien, todo período de transición se cumple sin hacer olitas y como si de quitarle las liendres a un nietecito se tratara. Lo dice Coronel pero es bueno repetírselo: comparar la transición chilena o la española con la que eventualmente nos espera si el celestinaje nacional nos lo permite, es una falacia. Ni el Chile que entregó Pinochet se encontraba devastado por la obra de una pandilla de hampones, ni la España que Franco dejaba en manos del joven príncipe Juan Carlos de Borbón era una cloaca de inmundicias, muerte y desolación. Lo cual no significa reivindicar ni a Pinochet ni a Franco. Sino trazar una línea divisoria insuperable entre dos dictadores que no destrozaron sus países ni le entregaron sus naciones a ningún poder extranjero y un tirano enloquecido, irresponsable y tortuoso.
Más grave aún: Petkoff olvida que no se salió del post gomecismo ni del perezjimenismo con añuñúes. Quien protagonizó la Revolución de Octubre y la fundación de la Democracia venezolana no se andaba por las ramas de la alcahuetería y el celestinaje. Puso en pie el Jurado de Responsabilidad Civil y Administrativa, que exigió rendimiento de cuentas de todo el funcionariado de la dictadura gomecista – entre los cuales el ladrón que le diera vida a José Vicente Rangel, cima de la alcahuetería y el celestinaje político nacional – y fue implacable en combatir y aplastar las rebeliones de extrema derecha y extrema izquierda que pretendieron impedir la fundación de nuestra democracia. Entre ellos, el propio Petkoff, su hermano Luben – único venezolano de la invasión cubana por Falcón en junio de 1966 – y muchos de los que volvieran a hundir la República treinta años después, como Fernando Soto Rojas, Alí Rodríguez Araque y muchos ex guerrilleros y asaltantes de banco que hoy ocupan los más altos cargos del gobierno bolivariano.
Es importante la admonición de Gustavo Coronel y la franca y sincera clarificación de las aguas que nos llevan a la refundación de Venezuela. Porque tras los consejos de apaciguamiento de nuestros alcahuetes y celestinos se esconde un proyecto estratégico: cumplir al pie de la letra la conseja del Conde de Lampedusa: hacer como que se cambia todo para que no se cambie nada.

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